África, el continente que nunca deja de jugar
De la profecía de Bilardo a la epopeya de Cabo Verde, las Eliminatorias africanas confirmaron que el fútbol del continente sigue siendo una mezcla de talento, emoción y caos.
A finales de los ´90, Carlos Bilardo era uno de los invitados del famoso ciclo televisivo Sábado Bus que reunía a protagonistas de diversos rubros. La atención se posaba sobre el seleccionador campeón del mundo con Argentina en 1986. “Lo dije en el ´75, cuándo fuimos a jugar una Copa a Marruecos. Acá (en África) está el futuro del fútbol”. Consultado si su teoría se basaba en habilidad o por fuerza atlético, sorprendió aún más la respuesta: “porqué la gente todavía juega. En África juegan en todos lados”. Meses después Senegal daría el golpe en el partido inaugural del Mundial 2002 venciendo a Francia, vigentes monarcas mundiales.
Si bien aquella teoría no se vio reflejada a grandes resultados para los seleccionados africanos en los mundiales venideros, dos realidades son insoslayables: sobran las imágenes de ese juego callejero y lúdico de niños pateando una pelota empolvados en tierra en esas latitudes y, mucho de ese talentos, se transformó en representación de otras naciones ante la masiva migración de países de África a países europeos y de otros continentes.
La cuarta plaza de Marruecos en el último Mundial de Qatar es un buen ejemplo. También el protagonismo adquirido en los Juegos Olímpicos de 2024. Y, sin entrar en el terreno barrabravesco de canciones virales, el protagonismo francés en la última década del fútbol mundial, está bien acompañado por talento de raíces africanas. Lamine Yamal está llamado a ser la próxima gran estrella del fútbol a nivel global, es español, pero su padre nació en Marruecos.
En ese contexto, las eliminatorias africanas se transformaron en una verdadera prueba de eliminación entre naciones clásicas, las que buscan el dominio en la región y las emergentes que sueñan con los grandes logros. 54 federaciones afiliadas a la CAF y sólo nuevos boletos directos, en una lucha por esas plazas que se convirtió un torbellino de historias, emociones y giros inesperados.
Los clasificados directos (ganaron sus grupos) son Marruecos, Túnez, Egipto, Argelia, Ghana, Cabo Verde, Sudáfrica, Senegal y Costa de Marfil. Atrás de esos nombres, hay estilos diversos, tradiciones y trayectorias que muestran el pulso del continente. El norte africano volvió a imponer su dominio con autoridad: Marruecos, Túnez, Egipto y Argelia sellaron sus boletos sin sobresaltos y fueron los primeros en ingresar directo, mientras en el sur, Sudáfrica logró su regreso a un Mundial tras 16 años, y Cabo Verde escribió la página más conmovedora de toda la clasificación.
Nunca antes en la historia de los mundiales un país tan pequeño —medio millón de habitantes desperdigados en diez islas del Atlántico— había alcanzado una clasificación. Cabo Verde lo consiguió con un proyecto basado en inteligencia, planificación y una red de futbolistas de la diáspora que se sienten parte de una misma bandera, aunque nacieran en Lisboa, Rotterdam o Marsella. El scouting para dar con futbolistas de raíces caboverdianas fue exhaustivo y positivo.
Ya en 2014, una alineación indebida lo había dejado fuera del repechaje. Once años después, la revancha fue perfecta: 23 puntos sobre 30 posibles, un liderazgo claro en su grupo y una goleada 3-0 a Eswatini para sellar el sueño, con todos los condimentos: Ianique Stopira, de 37 años, fue uno de los primeros jugadores profesionales del país. Es ídolo en el país futbolero, pero hace año y medio se había retirado de la selección. Decidió regresar en septiembre para ayudar al equipo a ir al Mundial. Con 17 años en la selección, tenía sólo tres goles. En el partido decisivo, anotó el último tanto, como si fuese una señal inequívoca del destino ya marcado: Cabo Verde debía ir al Mundial.
La contracara de la historia caboverdiana fue Benín, que llegó a la última fecha con chances reales de clasificarse por primera vez a un Mundial.
El destino le jugó en contra: en Uyo, Nigeria lo goleó 4-0 con un hat-trick de Victor Osimhen, y los benineses se desplomaron del primer puesto. Ni siquiera les quedó el consuelo de pelear por ir al repechaje: terminaron terceros, sin Mundial y con la sensación de haber dejado pasar una oportunidad histórica.
Cuatro selecciones todavía respiran y cuentan con una opción más: Nigeria, Gabón, Camerún y República Democrática del Congo disputarán un minitorneo continental que otorgará un pasaje al repechaje intercontinental. Parece poco para seleccionados con la historia de los cameruneses y nigerianos. Parece casi nada para un seleccionado nigeriano que puede tener en una misma convocatoria el poder ofensivo de: Victor Osimhen, Ademola Lookman, Samuel Chukwueze, Victor Boniface, Moses Simon, Terem Moffi, Umar Sadiq, Nathan Tella, Kelechi Iheanacho y Cyriel Dessers, entre otros.
De ese lote de equipos, Gabón tuvo su capítulo más excéntrico: Pierre-Emerick Aubameyang marcó cuatro goles frente a Gambia, sostuvo la ilusión de su país y, en un arrebato de frustración, terminó expulsado por doble amarilla.
Fue la postal perfecta de estas eliminatorias: talento, emoción y descontrol conviviendo en la misma jornada.
Sudáfrica, que no participaba en un Mundial desde el que organizó en 2010, también atravesó su propio laberinto para regresar a una Copa del Mundo. Durante la eliminatoria, alineó indebidamente al mediocampista Teboho Mokoena, lo que derivó en una sanción: FIFA anuló el triunfo ante Lesoto y le descontó tres puntos.
Una sanción que parecía condenatoria. Sin embargo, el equipo de Hugo Broos reaccionó: ganó los tres partidos finales —incluido un 3-0 ante Ruanda— y terminó como líder del grupo, asegurando su boleto directo.
La eliminatoria africana suele acercar nombres de países que están fuera del radio de conocimiento habitual: así Yibuti, Mauricio, Suazilandia (Eswatini) y Burundi toman relevancia en un contexto previo donde no parten como favoritos. Sin embargo, las competencias africanas suelen ser muy parejas, no sobran las goleadas. Aquí, de los 260 partidos que se jugaron, sólo en 31 un equipo anotó cuatro o más goles. Apenas el 11,92% de los encuentros. Y con un detalle, Seychelles recibió goleadas en ocho de sus diez partidos, con un total de 53 goles en contra.
La historia más silenciosa fue la de Eritrea, que se retiró antes del inicio de la competencia. El motivo fue tan político como humano: el régimen temía que sus jugadores aprovecharan los viajes para pedir asilo en otros países, como ya había ocurrido en eliminatorias anteriores. FIFA confirmó su salida y su grupo quedó con un equipo menos, obligando a la CAF a recalcular los criterios de clasificación para los segundos lugares y eliminando de la ecuación los encuentros antes los últimos de cada zona.
Hasta el Mundial de 2014, las selecciones subsaharianas como Ghana, Nigeria o Camerún eran las dominantes del continente. Hoy, el mapa cambió.
Marruecos, Egipto, Túnez y Argelia volvieron a ocupar los primeros planos, consolidando un dominio del norte que combina organización, estabilidad federativa y proyección europea de sus jugadores. Mientras que las potencias históricas del África negra se debaten entre el talento individual y la inestabilidad estructural: entrenadores que cambian cada seis meses, federaciones endeudadas y jugadores que eligen priorizar sus clubes o guerras de ego sin control en las concentraciones.
Las Eliminatorias africanas rumbo al Mundial 2026 dejaron un tendal de anécdotas, situaciones curiosas, historias de alegrías y tristezas. En un continente castigado por los conflictos sociales y económicos en la mayoría de sus países, el fútbol se convierte en la excusa perfecta para olvidarse, por un rato, de todo eso.