Agustín Loser: admirador admirado
Sebastián Solé era su jugador favorito. Después de compartir Selección, ahora son compañeros en Perugia, el equipo más fuerte de Italia. Entrevista con una de las estrellas del voley argentino.
A veces aparecen historias como ésta, la de un deportista que desafía los moldes y redefine ciertos paradigmas de quienes se desempeñan en su posición. Agustín Loser, nacido en General Alvear, Mendoza, no es de los gigantes prototípicos de físico y potencia descomunales. El central del bloqueo decisivo sobre Brasil en los Juegos de Tokio 2020+1 parece haber descubierto, nada menos que en la Superliga de Italia, una poción que agiganta virtudes y esconde falencias. A fuerza de coraje, inteligencia y versatilidad, Agus estiró sus 197 centímetros y se transformó en uno de los jugadores más premiados de la NBA del vóley.
“Loser es uno de los mejores intérpretes del rol de central moderno, porque logra ser eficaz en cualquier parte de la cancha”, dice Gianluca Pasini, un prócer del periodismo italiano, consultado por Insiders. La descripción se transforma en elogio cuando proviene de un hombre que pasó décadas cubriendo vóley en La Gazzetta dello Sport, el diario deportivo más antiguo de Europa.
El vóley actual, lo sabe Pasini, exige versatilidad y adaptación permanente para leer el juego y hacer confluir diversas habilidades. Hasta hace unos años, un central jamás hubiera pensado en pulir su saque en salto o en tratar de ser motrizmente coordinado para poder recibir o inclusive defender. Loser sí.
“De las tres temporadas que disputó en Italia, incluida la actual, la 2023/24 fue la mejor para él. Terminó primero en las estadísticas de bloqueo tras una campaña increíble en la que Milano incluso logró clasificarse para la Champions League”, detalla Pasini.
En Argentina, claro, el vóley recibe una atención mediática muy menor a la de otros deportes. De otro modo, sería imposible explicar que Loser no tenga otra relevancia, otro impacto. Que no sea, en cierta manera, un deportista medianamente popular.
No sólo fue el mejor bloqueador –por estadísticas, como menciona Pasini-, sino que también fue elegido como el mejor central de la Superliga 2023/2024. “Con dos temporadas sobresalientes en el Allianz Milano, se ganó la oportunidad de jugar en Perugia, el equipo más fuerte de Italia”, agrega el periodista.
Lógica pura: codiciado por un grande
A los mejores, se sabe, los desean los más poderosos. Su fichaje en Perugia fue uno de los traspasos top del último mercado de pases. Agustín desembarcó en un equipo que consiguió un póker de títulos en la temporada pasada: la Supercopa de Italia, la Copa Italia, el Mundial de Clubes y la Superliga de Italia.
A veces, el pasado y el futuro se cruzan en un mismo instante. Como ahora. Hace unos años, cuando veía por televisión los partidos de Perugia, en una época de oro del club capitaneado por su compatriota Luciano De Cecco –en 2017/2018 consiguió la Superliga, la Supercopa y la copa Italia-, el central no podía evitar imaginarse ahí. Él recién empezaba a destacarse en un puesto en el que Sebastián Solé era unos de los mejores del mundo. El rosarino ejercía una atracción hipnótica sobre Agustín: era un central completísimo, con carisma y una mezcla de lectura e intuición.
Desde hace unos meses, Loser viste esa camiseta que veía por la tele en los tiempos de De Cecco y comparte vestuario, cancha, mate y asados con Solé, aquel muchacho al que admiraba y hoy es un amigo de hierro.
“Yo no vengo de una familia de vóley. Y comencé jugando en el colegio, no en un club. Cuando me fui metiendo en el ambiente, las figuras eran Luciano De Cecco, Seba Solé y Facu Conte. Yo jugaba de central y Seba siempre fue increíble en su puesto. Uno de los mejores del mundo”, dice Loser en una videollamada con Insiders.
Aunque es apenas seis años mayor, Solé siempre fue un adelantado: desde muy joven se destacó y afianzó en la Selección. “Es la persona que más admiré en mis inicios”, reafirma Agus. Y recuerda que no podía parar de mirarlo cuando viajó con sus amigos a San Martín, Mendoza, para ver jugar la Selección en la Liga Mundial.
A partir de 2014, a Loser le llegaron las convocatorias para los equipos formativos de la celeste y blanca. En 2018 golpeó la puerta la Selección mayor. Llegó el momento de cruzarse con Solé en cada práctica. “Empecé a compartir Selección con Seba y ya era alucinante. Ahí además conocí lo increíble que es como persona. Compartíamos rol como centrales, y siempre fue de mucha ayuda dentro y fuera de la cancha. Con los años se creó una relación de amistad muy grande”, se enorgullece.
“Me encantaba la garra de Seba para jugar. Siempre fue una de sus características. Creo que yo también vivo el vóley de esa forma”, analiza. “Alguna vez me dije: ‘Sería increíble poder jugar una liga con él’. Y acá estamos, jugando juntos. Se hizo realidad en un equipo grande como Perugia y me pone muy contento, no sólo por lo que pasa dentro de la cancha entre los dos, sino por la amistad y el disfrute de muchas otras cosas con él y su familia”, agrega.
Agustín admiraba de Solé la lectura de bloqueo y la ejecución del bloqueo en sí mismo. Trataba de observar cómo se movía, cómo ponía las manos, cómo manejaba los tiempos. “Algunos entrenadores empezaron a decirme que tenía una lectura de juego parecida a Seba. Era un orgullo. Y yo, en base a mis posibilidades y a mi forma de juego, trataba de aplicar todo lo que había visto de él”, detalla.
También seguía mucho lo que Solé hacía en ataque. Una impronta muy argentina, que también descubrió en Martín Ramos, otro de los centrales históricos de la celeste y blanca: atacar la pelota volada, cambiar las “llamadas” con el armador, rematar cerca de él, variar el repertorio. En el saque era en lo único que no podía tratar de parecerse: Seba saca flotado y Agustín, en salto.
El rey de la red
¿Ya le cayó la ficha? ¿Cómo opera la cabeza de un deportista después de ser considerado el mejor en su puesto en la mejor liga del mundo? ¿Hay tiempo para pensar en eso mientras se entrena y juega con una agenda vertiginosa? “Cuando terminó la temporada pasada sabía que había quedado como el jugador con más bloqueos. ¡Pero del premio al mejor no tenía ni idea! Me enteré antes del primer partido con Perugia, cuando hicieron la entrega oficial de los dos trofeos”, se sincera Loser. “Aparte fue raro, porque ya estaba con la cabeza en hacer lo mejor para Perugia. Y casi nunca te tomás un tiempo para pensar en esos premios”, dice.
A veces, lo material se anticipa a lo simbólico. Y esa materialidad obliga a reflexionar. Loser tiene los dos trofeos en un mueble ubicado arriba del televisor, en su casa de Italia. A veces, cuando alguien lo visita, esos trofeos se roban las miradas. Ahí, justo ahí, se le pasa toda la película por la cabeza.
“Sólo en esos momentos, cuando veo los trofeos porque aparece alguien en casa, me digo que debería valorar más esos logros individuales y no ‘naturalizar’ esas cosas”, se sincera. “Por supuesto que lo colectivo es lo más importante, pero no puedo no darles importancia a esas distinciones personales. Llegar a jugar en Italia y haber hecho las campañas que hicimos con Milano fue algo hermoso. Ahora quiero algo más grande con Perugia”, completa.
Perugia: los engranajes de la máquina de ganar
En el siglo 21, cuatro equipos hegemonizaron el vóley italiano: Trentino, la Lube, el histórico Módena y, por supuesto, Perugia. “Desde hace un tiempo, jugar en un equipo grande ya no era sólo un sueño, sino que se volvió un objetivo”, explica.
Perugia lo seducía muchísimo, pero sabía que era difícil elegir destino. En los clubes top, los cupos de extranjeros valen oro y muchas veces en el puesto deseado hay jugadores de larguísima trayectoria. Hay que encajar demasiadas piezas en el puzzle. “Acá se alinearon los planetas y no sólo comparto con Seba Solé. También tenemos como preparador físico a Seba Carotti. Es un golazo”.
Así como vivió el bronce olímpico y muchos torneos con la camiseta de la Selección junto a ese jugador que antes lo maravillaba, ahora Agustín comparte con Solé la exigencia: están en un equipo en el que sólo vale ganar. Lo comprobó Seba en las cinco temporadas que lleva en el club.
“En Perugia, naturalmente Loser ha tenido que enfrentarse a una gran competencia interna, con Solé y Russo, y a expectativas más altas, ya que allí el objetivo es ganar todas las competiciones en las que se participa”, destaca Gianluca Pasini. “Tuvo algunos altibajos en la primera parte de la temporada, algo comprensible, sobre todo porque se trata del año posterior a los Juegos Olímpicos”, añade.
Hasta aquí, Perugia lidera la fase regular de la Superliga de Italia y ya está clasificado para cuartos de final de la Champions League. A principios de temporada ganó la Supercopa, pero después tropezó en semifinales de la Copa Italia contra Verona.
“En Perugia, la presión es muy grande. El objetivo es ganar y ganar. Y aunque llegues a una final, si la perdés nadie está contento. Si tenés esa presión es porque estás en un equipo que aspira a ganarlo todo”, dice.
Todos los rivales quieren vencer al campeón de la Superliga. Todos juegan relajados, sin nada que perder. De visitantes, siempre es a cancha llena. Ver a Simone Gianelli, Roberto Russo y Massimo Colaci, integrantes de la Selección italiana, ya es un buen plan para cualquier fana.
“Gianelli es el referente del vóley de Italia. Entonces, mucha gente va a verlo a él y, de paso, a Perugia. Es impresionante”, precisa Loser.
Así como encontró sintonía fina con Luciano De Cecco en la Selección, Agustín tuvo que hacer ajustes para aprovechar las virtudes de Gianelli. “Es un armador increíble y muy competitivo. Va al frente y no le gusta perder a nada. Tiene un carácter parecido al mío y cuando jugábamos en contra muchas veces peleábamos a través de la red. Estoy seguro de que yo no le caía tan bien. Y él no me caía tan bien a mí. Jaja”, se sincera Agustín con una sonrisa.
“Tuve que cambiar mi tiempo de ataque, porque Gianelli mide dos metros y tiene unos brazos larguísimos. Agarra la pelota un metro arriba de cualquier otro armador. Entonces, si yo hacía la carrera como estaba acostumbrado con cualquiera, llegaba un poco retrasado. Empecé a cargar más rápido, más anticipado”, explica.
“Lo fuimos trabajando con el entrenador y con Gianelli: si llego justo, te la deja tan alta que no le das tiempo de reacción al bloqueo rival. Con otros, la pelota sube un poquito buscando tu brazo. A él prácticamente se la sacás de las manos en el punto más alto”.
Si la conexión argentina con Solé no tiene fisuras y el aprendizaje conjunto con Gianelli ya da buenos frutos, nadie podría explicar la actualidad de Loser sin reparar en su relación con el japonés Yuki Ishikawa. Además de compartir dos temporadas en Milano y pasar juntos a Perugia, la dupla es motivo de fervor permanente en las redes sociales, especialmente en Asia.
“Con Yuki nos hicimos amigos en Milano. Nos entendemos mucho, más allá de las diferencias culturales. Además, tenemos una forma de jugar parecida, con mucha libertad, por decirlo de alguna manera, y eso nos ayudó a conectar”, dice. Cuando les llegó la oferta de Perugia, lo hablaron. Lo pensaron juntos. “Más allá de que yo quería jugar con Seba Solé, saber que también venía Yuki incidió en la decisión”, argumenta.
“Siempre suben videos o fotos de momentos en que estamos juntos, sea en Twitter, Instagram, TikTok o incluso Pinterest. Hasta hay páginas como ‘Yuki for Agus’ y cosas así. Nos reímos, porque es algo divertido y con buena onda. A veces me sorprende mi popularidad en los países asiáticos: desde que jugamos juntos, tengo muchos más seguidores, sobre todo fans asiáticas”, completa.
Inseparables: el sueño del pibe
Desde que llegó al equipo, Loser se siente inseparable con Solé. “Acá en Perugia no hay momento en el que no estemos compartiendo algo: en el vestuario, entrenando, en el gimnasio, a la hora del almuerzo, en todas partes. Hacemos cosas juntos en los entrenamientos y nos vamos hablando todo el tiempo o haciéndonos alguna joda, bien de argentinos”, describe.
En Francia, cuando jugó en Turcoing, Agustín compartió club con Matías Sánchez durante dos temporadas. Central mendocino, armador sanjuanino. Pura conexión cuyana.
Ahora, la experiencia con Solé es de lo mejor de su carrera. Las costumbres argentinas están presentes en todo momento. “El mate está siempre presente. Generalmente Seba lo lleva al club, al vestuario. A la mañana, mientras nos cambiamos, siempre nos tomamos unos mates. También mateamos en los viajes”, describe.
“Cuando termina el día no compartimos tanto, porque él habitualmente tiene horarios de familia: a las 9 de la noche sus hijos están durmiendo y él también se va a dormir temprano. Pero hace poco su familia se fue a Argentina: durante ese período, no hubo día en el que no hayamos ido a comer juntos”, detalla.
¿Y el asado? ¿Argentinos sin hablar de eso? ¡No puede ser! “Seba se hizo amigo de un carnicero, que siempre nos separa la entraña. Los otros cortes son más difíciles, porque acá trozan distinto la carne. De vez en cuando, Seba pasa por la carnicería y me manda un mensaje para hacernos hacemos un asadito juntos”, explica.
Italia, la meca del vóley mundial
“No jugué en Polonia, que también tiene una liga fuertísima, y quizás alguien diga: ‘No, para mí ésta es la mejor liga’. Pero jugar en Italia es muy, muy difícil. La exigencia es muy alta. Se estudia cada mínimo detalle”, explica.
“Acá en Perugia tenemos una sesión de video que llaman ‘speech’. Es una reunión de alrededor de media hora antes de cada práctica. Es algo que yo nunca había visto: ese nivel de exigencia y detalle creo que sólo se da en la Superliga. Tal vez me equivoco, pero es lo que siento: jugar en Italia no tiene comparación”, apunta.
En torneos de atletas con físicos descomunales, Agustín debe hacer su magia. “Desde que jugué mis primeros torneos con las selecciones de base supe que no era el más alto, el más grandote, el más potente. Tenía que compensar ese déficit de alguna forma en un deporte de gigantes”, inicia su explicación. “Siempre trabajé mucho el salto y la velocidad, y traté de ser un jugador completo. Me gusta recibir consejos de entrenadores y exjugadores. En ciertos momentos me focalicé mucho en el bloqueo y después supe que era muy importante entrenar mi saque en salto”.
Para llegar a un equipo top, Loser consideraba que el saque podía ser decisivo. Creía que él no aparecería como una gran opción como atacante, porque hay muchos en su puesto que descargan su brazo con una potencia descomunal. El bloqueo es, desde hace años, una de sus principales armas. La que lo llevó a ser el mejor en la Superliga 2023/2024. Pero no la única.
“Mi saque en salto viene funcionando bien y creo que eso ayudó muchísimo en marcar una diferencia para llegar a Perugia. Pero siempre busqué ser completo. Un jugador de vóley y no sólo un central, porque siempre se dice que los centrales son más toscos. Y si bien tengo esa parte tosca, traté de tener un buen ‘bagher’, un buen armado, defender lo mejor que se pueda”, completa.
La charla, entonces, gira sobre sí misma. Vuelve al origen. “Seba Solé siempre fue un central muy coordinado, muy bueno en defensa. Hacía cosas que no muchos centrales hacían. Siento que seguí su camino. En la temporada pasada, en Milano, me tocó recibir. ¡Eso es una locura! Voy a guardar para siempre ese recuerdo de haber recibido, como central, en la Superliga”, se emociona.
Dos coronas en el horizonte
Si la charla volvió al lugar de partida, es natural que sea con Solé con quien Agustín haya hablado del dilema que cualquiera le plantearía: si pudiera ganar un solo torneo, ¿elegiría la Champions o la Superliga? “Lo hablábamos con Seba hace unos días. Muchas veces, la Champions es algo que te ilusiona mucho, porque se vive como en el fútbol y, si te la llevás, sos el mejor de Europa”, detalla. Sabe que los equipos más fuertes del continente suelen no tener grandes problemas para atravesar la fase de grupos y recién inician la etapa de fuego en los playoffs. En Italia es bien distinto.
“La Superliga es un torneo de toda la temporada, con rivales siempre difíciles, y cada punto vale para terminar más arriba en la fase regular y tener un mejor cruce de playoffs. Después de esa charla con Seba se me complicó la elección. Antes decía la Champions, ahora quizás pienso que tiene mayor valor ganar la Superliga”, completa.
De un lado, el prestigio y el glamour de la Champions. Del otro, la exigencia y la duración de la Superliga. Más allá del hipotético dilema, Perugia está en carrera en las dos competencias.
Después de erigirse en el rey de la red, Agustín quiere adueñarse de una corona con un equipo que, para muchos, es el más dominante del mundo. La Champions o la Superliga, da igual. O ambas, ¿por qué no?
Así como él se fascinaba con Solé y deseaba atravesar la pantalla mientras veía por la tele a De Cecco triunfando en Perugia, ahora seguramente en Argentina e Italia hay muchos pibitos que sueñan con ser Agustín Loser. En eso, él ya ganó.