El equipo de todos
Campeón del mundo y bicampeón de América, Lionel Scaloni construyó una Argentina que encarna la expresión cultural de su pueblo. El inolvidable baile ante Brasil representa un cambio de paradigma.
Cuando César Luis Menotti fue presentado por Claudio Tapia como Director de Selecciones en enero de 2019, el entrenador campeón del mundo en 1978 trazó un objetivo primordial: "Sigo soñando con una Selección de la gente". Fue el Flaco quien convenció a Tapia de apostar por la continuidad de Lionel Scaloni, inicialmente designado como interino de urgencia tras la desvinculación de Jorge Sampaoli, como director técnico del combinado nacional.
Tras años después, cuando Argentina ya había quebrado la sequía de casi tres décadas sin títulos y se preparaba para disputar la final del Mundial de Qatar 2022 ante Francia, Menotti celebró su identidad en una entrevista con Clarín: “El secreto de este equipo es que juega al fútbol y me pone feliz que respete la historia. Mirá a los jugadores… Se ve que hay una amistad y un compromiso con el equipo, con la selección. Con autoridad es digno representante de una cultura y de una historia. La pelota sigue siendo de ellos porque vienen de los barrios, donde pertenece la pelota. La pelota es de los barrios y de la gente. Y este equipo juega así, con esa idea”.
Menotti falleció el último 5 de mayo a los 85 años pero alcanzó a disfrutar de su último sueño. Casi un año más tarde, la Argentina de Scaloni rubricó la obra maestra de su ciclo en la goleada por 4-1 ante Brasil. En las tribunas del Monumental se respiró el fervor de una actuación para la historia pero no fue la victoria ante el clásico rival ni la clasificación anticipada al Mundial lo que despertó la emoción. Esta selección es el equipo de todos, un espejo de su pueblo: es un grupo de pibes jugando a la pelota como en el barrio, construyendo sociedades, defendiendo a los amigos y soñando con ser campeones.
“Jugamos con un equipo de mucho toque, que es dinámico, que no daba posiciones fijas y es muy difícil presionar a un equipo así, que es tan técnico”, explicó Scaloni después de la paliza. La noche fue un concierto albiceleste, una reivindicación de su cultura futbolística ante el clásico de siempre. Ante la ausencia de Lionel Messi, Scaloni encontró respuestas en su estructura colectiva. Sin el 10, apostó por los 10: alineó a cinco piezas que irrumpieron en primera división como enganches. La Argentina de los mediocampistas, la del toque y el movimiento, destrozó a un Brasil perdido que representa la antítesis de su jogo bonito.
Scaloni es el arquitecto futbolístico pero también su líder espiritual. Espantó rápidamente los rumores de una posible exposición de la Copa del Mundo en una previa caliente a partir de las declaraciones de Raphinha. Es la síntesis de su era: la Scaloneta reconstruye sus ilusiones sin perder el hambre. No existe el conformismo puertas adentro: los trofeos ya son parte de la historia y el pasado forma parte del ayer, glorioso e inolvidable, pero historia al fin. Lo importante está en su presente, y especialmente en su futuro, y la única forma de seguir demostrando es adentro de la cancha.
Incentivada por las declaraciones de Raphinha, Argentina salió con una voracidad arrolladora. Iban apenas 18 minutos y la desesperada orden llegó desde el banco de suplentes: el arquero brasileño fingió una lesión que requirió la atención de los médicos. Pero Bento no tenía nada: era una artimaña para que Dorival Júnior intentara acomodar a un Brasil conmocionado por los dos goles que había recibido en poco más de diez minutos. Vinícius Júnior y Rodrygo, más preocupados por pelear que por jugar, ni siquiera le prestaban atención. El baile ya había sido memorable y el resultado final sería una anécdota: podrían haber sido muchos más goles de los que fueron.
Matías Manna, especialista en selecciones y parte indispensable del cuerpo técnico nacional, resumió el alma del equipo en Urbana Play: “Un equipo es muy autopoiético: desde sus propias características, surge y se desarrolla. Dejar nacer al equipo, dejar que las características de los jugadores emerjan. El equipo no va a tener la forma que quiere el entrenador. Para mí, eso es el arte de entrenar”. Con Leandro Paredes como número cinco, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister, Rodrigo de Paul y Thiago Almada, la fisonomía del equipo se define por sí misma y su genética quedó expuesta al mundo durante la noche agradable de Núñez.
Fue una exhibición de fútbol, un homenaje a La Nuestra, a la raigambre del país: “Nuestra cultura futbolística es la picardía, sacarse un jugador de encima, dos, tres, tirar un caño, buscar una pared. Si los manejamos con un joystick, es un error. El niño ya no está más en el potrero, van a entrenar al club o a la Selección. Entonces el entrenador tiene que ser el potrero”.
La doble fecha, con triunfos en el Centenario ante Uruguay y en el Monumental ante Brasil, también representa una herencia: lo que Scaloni dejará para una Selección capaz de imponerse a sus dos clásicos rivales sin Lionel Messi. Hasta hace no mucho tiempo, el futuro sin el 10 aparecía catastrófico en el horizonte. Scaloni se supera año a año: primero consiguió integrar a Messi al sistema y ahora demuestra la vigencia del plan pese a la ausencia del gran capitán. Hoy, aunque su baja inevitablemente causará un dolor en las entrañas del fútbol nacional, la Scaloneta demostró que habrá vida después de Lionel.
En una nación futbolera, históricamente dividida entre César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo, el Scalonismo apareció como una tercera fuerza superadora. Porque la versión 2025 de la Selección es el verdadero equipo de todos. Todos tienen lugar: en esa ilusión también se sienten representados los que valoran la sangre y la hombría de sus referentes junto a aquellos que priorizan la versatilidad táctica.
Porque Argentina también es un camaleón, una transformación que atravesaron varios de sus nombres propios a lo largo de sus respectivas carreras: “Disfruto por cómo compiten. En todo momento saben lo que tienen que hacer -detalló Scaloni en la conferencia de prensa post triunfo ante la Celeste-. Cuando se tiene que sufrir, se sufre, como ocurrió durante 25 minutos en Uruguay. Si hay que atrincherarse, se hace el tiempo que haga falta. Nunca nos sentimos derrotados. Y eso el equipo lo tiene clarísimo”.