Damiano Tommasi, “Alma Cándida” de la Roma y alcalde de Verona
Electo en 2022 con una coalición de centroizquierda, el campeón del Scudetto 2000/01 dice que “no se puede vivir insultando” en la política y propone practicar algo “magnífico” y “sencillo”: escuchar.
Gerry Taggart –1,88 m, defensor central norirlandés, cara de malo de película– implanta el silencio en el ATV Riesneralm, entre las montañas de Irdning y un puñado de hinchas. Es el 22 de julio de 2004, amistoso de pretemporada en Austria entre el Stoke City inglés y la Roma. Damiano Tommasi lo presiente después de la patada de Taggart. Lo confirmará horas después: se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha. La temporada 2004/05 discurre en una lenta y pastosa recuperación. No vuelve. Cumple 31 años. Se acerca el fin del contrato con la Roma, en crisis económica eterna. El club le ofrece extenderlo por un año por el mismo salario. Tommasi rechaza la oferta y presenta una contrapropuesta: “Páguenme el salario mínimo, 1.470 euros por mes. Si no juego, pierden poco; si juego, ganamos todos”. El 27 de noviembre de 2005 –un año, cuatro meses y cinco días más tarde de la lesión–, Tomassi vuelve a jugar de titular, ante la Fiorentina en el Olímpico por la Serie A. A los seis segundos disputa una pelota con Tomáš Ujfaluši. A los 23, Ujfaluši barre y le comete falta. Y antes de que se cumpla el minuto dos, Tommasi lo anticipa en un centro al punto penal y define. Gol. Los compañeros lo rodean y abrazan. Él sonríe.
Mediocampista campeón con la Roma del Scudetto 2000/01 –tercero y último en la historia del club– y mundialista con Italia en Japón–Corea del Sur 2002, Tomassi es el alcalde de la ciudad de Verona después de que ganara las elecciones en junio de 2022 con una coalición de centroizquierda. Verona, donde el dictador Benito Mussolini reconstituyó su partido a fascista en 1943, era un feudo de la centroderecha, que gobernaba desde 1994, con excepción de un período de cinco años (2002–2007). Hasta Tommasi, quien nació en Negrar, a 14 kilómetros de Verona, y a los 50 años todavía juega en el equipo de su pueblo, en el que comenzó a patear con amigos y hermanos antes de debutar como jugador profesional en 1993 en el Hellas Verona, paso previo a llegar a la Roma en 1996.
Cuando vestía la camiseta del Hellas Verona, Tommasi se transformó en el primer futbolista objetor de conciencia: cambió el servicio militar obligatorio por labores sociales. “No quiero servir a mi país sosteniendo un rifle”. En la Roma pasó diez años. Y siguió su aventura en Levante (España), Queens Park Rangers (Inglaterra), Tianjin Teda (China), Sant'Anna d'Alfaedo (Italia) y La Fiorita (San Marino). Entre 2011 y 2020 fue el presidente del sindicato de futbolistas de Italia (“Los mejores jugadores deben tener la sensibilidad para luchar por una mayor equidad”). Y en 2018 fue candidato –sin éxito– a presidente de la Federación Italiana. La selección, cuatro veces campeona, no se clasificó por primera vez a dos Mundiales seguidos (Rusia 2018 y Qatar 2022).
Tommasi, quien recaudó dinero de las multas internas de los jugadores de Levante para construir una cancha en Kosovo, puso el cuerpo incluso en la construcción de viviendas para inmigrantes en Italia y fundó dos escuelas antes de ser alcalde de Verona, le ganó en segunda vuelta a Federico Sboarina (Hermanos de Italia), quien había dicho que la ciudad, con Tommasi, sería “la capital transgénero de Italia”. Padre de seis hijos y católico practicante, Tommasi recibió el apoyo de la comunidad LGBT, universitarios y movimientos antifascistas. Su campaña consistió en el cara a cara, sin grandes mítines. “En los últimos años, nos hemos acostumbrado en la política a insultar y a matar al adversario, pero no se puede vivir insultando”. Verona, sede de reuniones antiaborto, había rechazado en 1995 una resolución del Parlamento Europeo contra la discriminación y había prohibido deliberar sobre medidas que equiparasen los derechos de homosexuales. Le pregunto a Giuliano Santoro, periodista en Il Manifesto, cómo fue posible entonces que Tommasi ganara Verona, en la región del Véneto, nordeste de Italia.
–La derecha fue dividida, entre Sboarina, que era el “consciente” de la Liga Norte, y Flavio Tosi, a quien habían expulsado, el más nazi de todos. Y luego, Verona es extraña. Es una ciudad de derecha, en la que la Iglesia es muy reaccionaria, pero a la vez está atravesada por mucho voluntariado y trabajo social, y Tommasi interpretó eso. Hace poco, un policía de Verona asesinó a un chico africano, e hicieron una manifestación de 5.000 personas. Y en el mismo día, otros organizaron una manifestación contra el DDL de Seguridad, donde también hubo 4.000 personas. Toda gente de Verona. Tommasi, que viene de un catolicismo social, que era noticia por ser un jugador “de izquierda” aunque no viniera de la izquierda radical, sino de un voluntariado, de la banca ética, del comercio eco, resaltaba en ese ambiente. Y él también ha interpretado este mundo. La propia división de la izquierda, el haber acercado como candidato a una persona conocida proveniente de una tradición de trabajo social existente en Verona, hizo la diferencia. Y después, un elemento a considerar para el que no es italiano: en Italia hay una figura de alcalde cívico, más que político, considerado como uno por encima de las partes que busca la solución de problemas concretos, fuera de los esquemas de los partidos, y Tommasi es el clásico alcalde cívico, ya que hay toda una tradición de candidatos cívicos.
Primera en la lista –es decir, la más votada–, a Tommasi lo acompañó Veronica Atitsogbe, nacida en Verona, de padres de Togo, fundadora de una asociación que lucha contra el racismo, ahora primera afrodescendiente en la historia de la alcaldía. El 7 de abril de 2024, en Verona–Genoa por la Serie A, marcó un gol para el visitante Caleb Ekuban, nacido en Villafranca di Verona, de padres de Ghana. El último jugador veronés que había metido un gol como “visitante” en el estadio Marcantonio Bentegodi había sido Tommasi, en Verona–Roma en 2000 y en Chievo–Roma en 2001. “En 20 años –ironiza el colega Giuseppe Pastore– Ekuban podría ser alcalde de Verona”. “Lo primero es hablar de derechos y respeto, pero el racismo penaliza al producto del fútbol italiano”, había dicho Tommasi mientras presidía el sindicato de jugadores. Después de que se convirtiera en alcalde de Verona, le preguntaron de dónde venía su conciencia social. “Soy el tercero de cinco hermanos y mis padres, marmolista y ama de casa, nos acostumbraron a ser un equipo y a saber que lo que haga no lo puede hacer nadie por mí”.
Fabio Capello, DT campeón de la Serie A 2000/01 con la Roma –la de Cafú, Walter Samuel, Francesco Totti, Vicenzo Montella y Gabriel Batistuta–, afirmó que Tommasi –un mediocampista todoterreno, de despliegue, el pelo rizado apenas largo, la barba descuidada– era un jugador “atípico” en las dinámicas del fútbol (fue el único que jugó los 34 partidos del Scudetto). Solidario, el 12 de enero de 1997, en el Roma 4–Perugia 1 en el Olímpico por la Serie A, había atajado un tiro libre después de que fuera al arco por la expulsión de su arquero. La voz del estadio de la Roma lo presentó durante años así: “¡Damiano Tommasi! ¡L'Anima Candida!”. Tommasi, “Alma Cándida”, sigue siendo una persona comprometida, con sentido de justicia. “Cada uno transmite lo que es: no hay que inventar ni fingir. Los jugadores también deberíamos entrenar para cambiar algunos de nuestros comportamientos; debemos entrenarnos para no reaccionar, para no insultar, para aceptar ciertas decisiones”, decía cuando era futbolista. “Intentamos proponer un modelo diferente de hacer política, más cívico, auténtico y participativo. Algo magnífico y sencillo que hoy pocos se comprometen a poner en práctica: escuchar”, dijo ya desde la arena política. No es casualidad que lo tilden de “soñador”. El chat de las escuelas de Tommasi se llama “Soci di sogni”. “Socios de sueños”.