De Maradona a Isak: el “¿quién da más?” del mercado futbolero
El cierre del mercado europeo dejó en claro que el juego se disputa tanto en los balances bancarios como en la cancha: transferencias históricas, Fair Play bajo presión y clubes convertidos en marcas.
En 1985, camino al Mundial de México, Diego Maradona llevó adelante una rutina que hoy parece imposible: cada domingo jugaba con el Napoli en Italia y unas horas después, emprendía viajes larguísimos para sumarse a la Selección Argentina que disputaba las Eliminatorias sudamericanas. Con vuelos comerciales, escalas interminables y entrenamientos mínimos, Diego llegaba con el cuerpo agotado pero con la convicción de que vestir la celeste y blanca era una cuestión innegociable. Esa odisea duró semanas, alternando entre el fervor del San Paolo y el calor de las canchas de Sudamérica casi sin descanso.
El organigrama del fútbol y las deportivas disciplinas se fue acomodando y ordenando con el correr del tiempo. También la extensión del calendario, pero con fechas más certeras, terminó con ciertos tironeos que eran moneda frecuente. Hoy los métodos de presión no suelen estar relacionados con convocatorias a selecciones nacionales, abundan los casos de jugadores amotinados negándose a entrenar con el club al cual pertenecen o forzando para evitar firmar una renovación. El fútbol se sumerge en un sistema inflacionario sin control.
Aquel esfuerzo físico y mental de Maradona en la previa del ´86, fortaleció su liderazgo en el equipo de Carlos Bilardo. Al margen del enojo de los dirigentes del club de Nápoles, también tendría su recompensa: un Maradona más maduro, convertido en capitán indiscutido de ambos equipos, terminó ganando en Mundial en México y lograría el ansiado e impensado Scudetto con los napolitanos.
Pero hoy las cosas son diferentes: Jamie Reuben, uno de los propietarios del Newcastle, y el director del club, Jacobo Solis, debieron trasladarse a Northumberland para reunirse con Alexander Isak en su casa. La intención era solucionar su posible salida o continuidad en el equipo. El atacante sueco estaba decidido a marcharse al Liverpool, campeón y candidato a repetir el título. Tras una novela que parecía no tener fin, el delantero se convirtió en el fichaje más caro de la historia de la Premier League: unas 125 millones de libras esterlinas, curiosamente superando a su nuevo compañero, el alemán Florian Wirtz, que llegó también en este mercado de pases.
Obviamente, no nos vamos a detener en cifras finas, hoy las opciones de plusvalías, contratos a futuros, claúsulas y demás, hace casi imposible tener precisión sobre los números finales de las transferencias, pero claramente son altos.
Ya hablamos en estas líneas sobre la gruesa billetera de la Premier League. La Liga de Inglaterra repartió millones a montón: el francés Hugo Ekitike se sumó al Liverpool por 69 millones de euros, Arsenal respondió con las contrataciones de Viktor Gyokeres (64) y Eberechi Eze (60), mientras que Chelsea y Manchester United también apostaron fuerte en un juego que cada temporada parece más una competencia financiera que deportiva: ambos gastaron en conjunto más de 500 millones en fichajes.
Detrás de cada anuncio estridente se esconde la sombra del Fair Play Financiero. UEFA endureció las reglas: los contratos kilométricos ya no sirven para diluir amortizaciones y el límite de gasto obliga a cuadrar balances casi imposibles. Los contadores y abogados hacen malabares para que todo encaje. Chelsea, el actual campeón del Mundial de Clubes de la FIFA, es el caso más resonante: más de mil millones invertidos desde 2022 y un margen cada vez más estrecho para justificarlo. Ahora, bajo el ala protectora del grupo BlueCo, descargar en cesiones varias de jugadores al Racing de Estrasburgo.
Manchester United tampoco respira aliviado, ni en lo deportivo ni administrativamente, con pérdidas que rozan los 300 millones en tres años. En Italia, la Roma vive bajo tutela y con los ojos encima de la UEFA que ya le aplicó a mitad de año una multa irrisoria de 3 millones de euros. En España, el Getafe hace cuentas y la ecuación no cierra: en la previa de las tres fechas de campeonato, amago siempre con desprenderse de alguno de sus delanteros figuras: Uche y Borja Mayoral. El mercado muestra que el dinero fluye, pero las reglas de control financiero aprietan y no parecen ser del todo claras.
El fenómeno no puede entenderse sin el contexto de la economía global. En los 90´, el dólar estadounidense mantenía un poder adquisitivo muy superior al actual: 100 millones invertidos en 1995 equivaldrían hoy, ajustados por inflación, a más de 200 millones. Esa pérdida de valor explica en parte como operaciones del pasado pueden verse reflejadas en cifras modestas para la actualidad. Pero también es cierto que el negocio se amplificó, la ambición de los clubes es más alta y el ingreso de capitales externos multiplicó las cifras anteriores.
Lo que ayer era récord hoy parece ganga. El traspaso de Alan Shearer al Newcastle en 1996, por 15 millones de libras, equivaldría a más de 170 millones actuales. Fernando Torres, cuando dejó el Liverpool por 50 millones en 2011, hoy superaría los 180. El presente está marcado por un mercado inflado que convierte las cifras del pasado en números de caramelos.
Sorprenden por ejemplo dos casos concretos. Ya hablamos en esta columna del atacante Rasmus Højlund, quién llegó al Manchester United luego de marcar 10 goles en 34 partidos con el Atalante. En los Red Devils, sumó 26 en 95 partidos y no cumplió con las expectativas, obviamente inmerso en un contexto de equipo y club muy negativo. Ahora su carrera continuará en el Napoli, vigente campeón de Italia. Si bien el pase es a préstamo, sorprenden los detalles contractuales de la cesión: si los napolitanos clasifican a la próxima Champions League, deberán comprar obligatoriamente al atacante en una cifra cercana a los 45 millones de euros.
Georges Mikautadze nació en Lyon, Francia, pero sus padres con de Georgia, país que visitaba constantemente en los veranos europeos. Así, desde 2021 representa a una selección emergente, que pisa fuerte con varios jugadores en las ligas más importantes del viejo continente. Sus 18 goles en 49 partidos en el Lyon, tentaron al Villarreal español que desembolsó más de 30 millones de euros para adquirir al delantero, en la que fue la compra más cara de la historia del club. El antes mencionado, Aleksander Isak, anotó 44 tanto en 132 presentaciones con la Real Sociedad y 62 en 109 con el Newcastle.
El negocio fútbol encuentra un esquema de generación de contenido replicable cada vez más extenso. El deporte en vivo es el firme sobreviviente del consumo en el momento en TV, streaming o radio. El on demand generalizado para otro tipo de contenidos, parece serle esquivo al gancho pasional que genera el deporte en los espectadores/consumidores. Pero hoy también, la extensión de la conversación es un punto vital en el conglomerado del negocio. El Mundial de Clubes de la FIFA fue la prueba piloto final para lo que viene: eventos deportivos como punto de partida de un sinfín de ítems en una conversación que va mutando y segmentando según el público afín.
A los cronistas semi partidarios, ocupando un rol de defensor del club de turno, se le fueron sumando con los años los CM (algunos con una amplia red de personal que define estrategias por detrás) que ingresaron en el circulo de la comunicación en lenguaje de redes. Así, las chicanas, cargadas y mencionas a tópicos de turno, se volvieron moneda corriente. También las presentaciones con videos ingeniosos y otros ambiciosos que no llegan a sacar ni una mueca positiva. Obviamente, lo que escapa de lo común también se vuelve tendencia: el Porto fichó a Luuk de Jong y sus hinchas se enteraron porque salió al campo de juego de manera sorpresiva ante el Atlético de Madrid.
En este panorama actual, el Deadline Day se convirtió en un espectáculo en sí mismo. Con el periodista Fabrizio Romano como punto de partida, el día se vive entre notificaciones y aprietes constantes al botón de F5. Hoy, las marcas, perdón los clubes, ya lo saben. Y basan parte de su estrategia en dilatar algunos fichajes hasta el cierre. Allí se replica nuevamente la conversación entre hashtags virales, transmisiones que analizan todo lo que ocurre y la exageración como moneda corriente: leí por ahí algún “estoy en shock” sobre un traspaso de un jugador a otro equipo.
El mercado del verano europeo se despidió con la adrenalina habitual: anuncios de última hora, cifras obscenas y la certeza de que el fútbol moderno se juega tanto en la cancha como en las cuentas bancarias. Queda claro, el espectáculo forma parte del modificado ADN del fútbol. Un juego paralelo que fascina a muchos, indigna a otros tantos y entretiene en partes iguales. ¿Quién da más?