De River al café londinense: Franco Ravizzoli, el arquero argentino que apostó todo y hoy ataja en el Blackpool
De Mar del Plata a Inglaterra, de soñar con correr en autos a convertirse en arquero profesional: esta historia es la de un futbolista que eligió el camino más difícil, pero nunca se rindió.
Las olas golpeaban la orilla del mar en la bella Mar del Plata. La ciudad balnearia por excelencia en la Argentina transitaba por otro mediodía de domingo. Allí, en la casa de los Ravizzoli el ruido de los motores le ganaba a la pasión futbolera. El papá de Franco soñaba con verlo subido a un karting, siguiendo la tradición fierrera de una familia que vivía entre carreras de TC2000 y Fórmula 1. Su mamá, incluso, había sido copiloto de un corredor. Pero Franco prefería la pelota. Un día su padre le planteó el dilema: “O corrés o jugás, las dos cosas no vas a poder”. Y Franco eligió los guantes. De arquero.
Ese fue el primer gran volantazo de una vida que nunca se manejó por el camino recto. Después de pasar por Independiente en la liga metropolitana, en una experiencia que incluía viajar a Buenos Aires cada quince días, a los 15 años llegó la gran oportunidad: ir la pensión de River Plate. Ahí compartió categoría con Gonzalo Montiel y Lucas Martínez Quarta, forjó amistades y soñó con el debut en un Monumental colmado. “En Reserva éramos tres arqueros, yo pensaba que iba a firmar contrato y salir a préstamo. Estaba todo hablado. Me fui de vacaciones a Mar del Plata convencido de que volvía para firmar. Pero un día me llamaron y me dijeron que no. Fue un baldazo de agua fría”, recuerda todavía con asombro.
En el 2019 entendió que debía empezar de nuevo. Tras un paso fugaz por Deportivo Morón y Deportivo Merlo, entendió que la estructura del ascenso argentino no era un hábitat deseado para sus expectativas de carrera y le confesó a su familia que quería probar suerte en Europa. El lugar importaba poco: estaba decidido a jugar, aunque tuviera que arrancar de cero.
El primer destino fue España. Una familia amiga lo hospedó en Valencia, pero la oportunidad para crecer profesionalmente no aparecía. La incertidumbre económica lo apremiaba. “Yo sabía que mis viejos me podían ayudar un tiempo, pero no para siempre. Necesitaba generar algo, y no veía salida en España”, admite quién viajó con todos sus ahorros para poder tener una oportunidad.
Otra vez volvemos a Mar del Plata en esta historia. Es que el primo del mejor amigo de Franco es Sergio Torres, un marplatense que relizó una notable carrera en el ascenso inglés jugando en ocho equipos durante 16 temporadas.. Así, con apenas lo justo en el bolsillo, Franco voló a Inglaterra. No conocía a nadie, no tenía contrato y confiaba en su precario inglés, pero al llegar no entendía nada.
En noviembre de 2019 llegó a Eastbourne Borough, un club de sexta división, donde trabajaba Torres en el cuerpo técnico. El arquero titular se lesionó y el técnico le ofreció debutar el 1° de enero de 2020. “Me dijeron: ‘No te podemos pagar nada, pero jugás’. Yo dije que sí. Necesitaba minutos. El equipo estaba en descenso, pero empezamos a ganar y terminamos salvados”, cuenta.
Pero el esfuerzo era doble, ya que al mismo tiempo trabajaba en un café de dueños venezolanos. Ahí aprendió a limpiar platos, servir pedidos y, con el tiempo, convertirse en barista. “Quería estar en la barra. Aprendí a hacer cappuccinos, lattes, dibujitos con la espuma… Me encantaba. Fue una etapa hermosa”, dice entre risas.
Cuándo las cosas parecían acomodarse, llegó la pandemia y lo sorprendió cuando empezaba a ganar terreno. La opción de volver a Argentina ganaba fuerza, pero el temor a no poder regresar también pesaba en la balanza. Por suerte, siempre están los amigos. Cosas del destino, Ravizzoli es camada 1997, pero jugó mucho adelantado. Eso se traduce en una muy buena relación con la categoría 1996 de las inferiores de River Plata y una amistad forjada con Lucas Boyé. El delantero, en ese entonces, era jugador del Reading y lo invitó a convivir en su departamento en esos meses duros.
Superada la pandemia, regresó a la actividad en Eastbourne Borough mientras perfeccionaba su inglés y seguía trabajando. Su nombre empezó a sonar tras muy buenas actuaciones y logró firmar en Milton Keynes Dons su primer contrato profesional en Inglaterra. Pero necesitaba minutos y lo llevó a Wycombe Wanderers, donde por fin tuvo continuidad. “Me gané el puesto y jugué los últimos 25 partidos de la temporada. Ahí sentí que todo empezaba a alinearse”, dice. Sus atajadas lo pusieron en el radar de clubes más importantes.
En 2025 apareció el llamado de Blackpool, histórico club del fútbol inglés, ganador en su momento de la FA Cup y con más de 30 temporadas en la elite del fútbol de Inglaterra. Ravizzoli dudó: quería cambiar de aire y esperaba ofertas de España. Llegó a decir que no, pero la insistencia del club lo conmovió. “Muy pocas veces te quieren tanto. Eso me decidió”, admite.
La adaptación no fue sencilla. Luego de temporadas con muchos minutos, comenzó siendo suplente. Pero esas frustraciones y otros vaivenes de la profesión los trabaja hace tiempo con un profesional en meditación y el trabajo mental. “Aprendí a aceptar las frustraciones, a no sobrepensar. Esa es la clave: disfrutar del proceso, no solo del resultado”, asegura.
Hoy Franco cambió de aires. Luego de años en pueblitos de película, decidió instalarse en a Manchester. Si bien el viaje a Blackpool es de casi una hora, la charla con los compañeros -sin mate ni café- durante el traslado se volvió un punto importante en la construcción del día a día. También ayudan las visitas de su familia y sigue luchando con los grises inviernos ingleses, pero se siente en paz con sus decisiones. “Hice las paces con Inglaterra. Ahora estoy más contento, encontré un lugar estable”, reconoce.
Su historia tiene todos los condimentos de una película: del roce con el Monumental a un café londinense, de limpiar platos a atajar penales en estadios repletos. Hoy las charlas con su papá —que pasó de soñar con motores a ser fanático del fútbol—, Ravizzoli disfruta de un presente que alguna vez pareció imposible. “Siempre confié en mí, incluso cuando no tenía nada. Hoy miro para atrás y me doy cuenta de que valió la pena cada sacrificio”, resume mientras cierra el dialogo con Insiders desde su departamento con vista a Old Trafford. Sí, hay lugar para los sueños.