De villanos a héroes
De la noche a la mañana, Bublik se convirtió en una máquina de ganar y es adorado por el público. Atrás quedaron sus polémicas épocas. Lo mismo pasó con otros. ¿Por qué queremos a los Bad Boys?
Siempre hubo "Bad Boys" en el circuito. Y el circuito siempre se alimentó de ellos. Algunos lograron darlo vuelta, como John McEnroe, Andre Agassi o incluso Novak Djokovic, pero otros se quedaron estancados en esa imagen, como el caso del austríaco Daniel Koellerer como bandera. Hoy puntualmente tenemos en el circuito algunos jugadores que revirtieron el personaje de una manera tan drástica que pasaron de ser odiados a queridos tan rápido que no nos dimos cuenta. Nick Kyrgios, Daniel Medvedev y, sobre todo, Alexander Bublik están lejísimos de ser ogros o manchas dentro del tour; reciben wild cards, el público en general los ama y llena las canchas para verlos, los aplauden semana a semana, la TV los pone en pantalla cada vez que saltan al ruedo y, sobre todo, las redes sociales se nutren constantemente de sus acciones.
"De alguna forma, muchos de esos jugadores comprendieron que el personaje debía descansar y tenía que cobrar protagonismo el tenista talentoso, porque si nos fijamos detenidamente, todos tenían un potencial magnífico, y el público lo advertía", explica Ariel Giuliani, de Ámbito Financiero. "Así las cosas, cuando se dedicaron a exhibir su repertorio completo, el verdadero fanático se reconfortó con el genuino valor de esos apellidos. Dejaron el show baratija para concebir un show verdadero, lujoso, seductor. En pocas palabras, el que amerita pagar una entrada o prender la tele o buscar en las redes. A veces cierto show está bien, pero lo que el fanático del tenis busca es, precisamente, tenis", agrega.
Daniil fue el primero de ellos que logró salir del encasillamiento y tal vez al que más le costó. Medvedev ya había ganado un título de Masters 1000, era Top 5 y sin embargo no tenía problemas de plantear un cara a cara con el público neoyorquino. "La energía que me dieron esta noche me dio la victoria. Si no fuera por ustedes no ganaba, porque estaba cansado y con calambres. Quiero que todos sepan, cuando se vayan a dormir, que gané gracias a ustedes. Cuanto más lo hagan, más voy a ganar", destacaba el ruso en el medio de la cancha tras vencer a Feliciano López en un controversial duelo a cuatro sets, con maltrato a un ball-boys, discusiones con el umpire y abucheos de los cuatro costados, a lo cual contrarrestó levantando el dedo del medio de su mano tapándose el rostro. "Mucha gente me quiere, mucha gente no, trato de ser yo mismo. Tengo dos palabras para describir esta relación: la primera es eléctrica; la segunda es controversia", agregaba Medvedev en el Ashe tras vencer a Wawrinka en cinco sets y ser el primero de su país en 10 años en alcanzar las semifinales del US Open.
Dos años después Daniil y Nueva York se reconciliaron. Medvedev cautivó a todos levantando el trofeo de campeón, su primer y único Grand Slam por el momento. Derrotaba a Djokovic y lo privaba de ganar los 4 Majors en una misma temporada, una proeza apenas lograda por Rod Laver en 1969. "No es fácil jugar en esta cancha, pero el público me ha dado mucha energía", decía bajando los decibeles y poniéndole un paño frío a la relación. Un paño que de todas maneras duró menos que un suspiro. El ruso volvió a tener problemas con el público en Flushing Meadows dos años después, así como también en Australia y en París. Su temperamento de hecho no aflojó nunca. Es el día de hoy que sigue peleándose con los espectadores, con su entrenador, con los jueces, estallando raquetas o enojos desmedidos post derrotas, como hace unos días en Washington ante Moutet. Pero ahora la gente lo entiende. Lo aprendió a querer. O por lo menos así parece.
"El público del tenis pasó de la etapa de buscar y valorar la perfección a la etapa del tenis un poco más descontracturado", señala Andrea Lonardi, de C5N. "Generalizando un poco, antes había tenistas mucho más políticamente correctos dentro y fuera de la cancha. Hoy el público espera ver a un jugador que declare algo distinto, que cuestione el formato más tradicional o a líderes indiscutidos como es el caso de Kyrgios con Nadal. También espera que sorprendan con un saque de abajo o siendo sinceros, como Medvedev, que no tuvo problema en decir abiertamente que odia el polvo de ladrillo. La viveza adentro y la sinceridad afuera, creo, son fundamentales para el público de hoy", explica.
Hace unos años hubiese sido impensado que un jugador de la magnitud de Carlos Alcaraz hablara abiertamente de sus vacaciones en Ibiza. Es cierto que las redes sociales ya lo habían "descubierto" antes de que él lo cuente, pero otra cosa es que le ponga voz y cara de manera oficial en un documental televisivo. ¿Es lo que la gente quiere? Puede ser. Incluso varios jugadores se animaron a bromear con adoptar ese método antes de grandes torneos. Demostró ser uno más, como vos o yo, cuando sale de la cancha. Tampoco podemos dejar de lado que los resultados lo acompañan. ¿Gana por Ibiza? No creo. ¿Pierde por Ibiza? Tampoco. El tipo es bueno. Bueno de verdad. Y tiene un plus: es de los pocos en la actualidad que supo romper la barrera con la gente. Es amado u odiado. Mucho más amado que odiado. Pero no pasa desapercibido.
Los retiros de Roger Federer y Rafael Nadal y la poca acción de Novak Djokovic en su camino al adiós dejaron un hueco en el circuito que el resto de los jugadores aún no pudieron rellenarlo. Fueron dos décadas que nos llenamos la boca hablando del Big 3. Y hubo más, porque por momentos fue el Big 4, con Andy Murray. Y también estuvieron ahí cerca Juan Martín del Potro, Stan Wawrinka y David Ferrer, por nombrar algunos pocos. Un tenis de altísimo vuelo, con grandes partidos, batallas históricas y jugadores que traspasaban la pantalla. Con pocas declaraciones, sin hacer escándalos ni polémicas. Lo suyo era en la cancha. Y nosotros compramos. Hoy la historia es distinta: hay pocos jugadores que contagian y atraviesan la pantalla con su juego.
"Hay un vacío tras la partida de Federer y Nadal, en nivel y en carisma", destaca Federico Lamas, de El Destape. "Creo que el circuito está lejos del nivel de años atrás como para hacer ruido a través del tenis en sí, entonces la gente se va más para el lado de los carismáticos. El público ama o les gusta este tipo de jugadores porque no veo que haya tenistas con magnetismo, más allá de Carlos Alcaraz. El chico malo que juega bien es diferente. Por ejemplo, si sos el primero en sacar de abajo, rompiendo los códigos del tenis, después lo tenés que bancar y respaldar con el nivel del juego. En su momento Agassi era el malo y lo bancó y sostuvo en el tiempo. Después tenés el caso de Koellerer, que hizo de todo en el circuito, se peleó con mil jugadores y no le dio el nivel para trascender. Lo que te termina definiendo, entonces, es si ganas o perdés".
Justamente el valor de la victoria fue lo que hizo salir a Alexander Bublik del espacio de críticas despiadadas a ser un jugador simpático sin escalas. Todo se dio en Roland Garros, estando lejos del N°17 del mundo que supo ocupar en 2024. Y lo hizo estando mucho más atrás, fuera de los 50 del mundo, lote en el que se había movido en los últimos 5 años. El kazajo era visto como el talentoso que desaprovechaba su don, una historia muchas veces escuchada. Lo suyo era el show, algún que otro enojo y poca continuidad ganadora, pese a arrancar el año con la nada despreciable cifra de haber ganado 4 títulos ATP. Siendo otro de los que dice odiar el clay, pasó tres rondas en Roma y bajó a un Challenger previo a París para tomar ritmo. Ganó ese torneo en Turín y arribó al segundo Grand Slam del año con otra espalda, con otro ánimo. Con ganas de jugar y luchar por encima del espectáculo. Así sacó a Alex de Minaur en 2da ronda; y también al británico Jack Draper para alcanzar los cuartos de final de un Major por primera vez en su carrera. Unos días después, en el césped, en la superficie que mejor se mueve, ganó de punta a punta el ATP de Halle con cuatro victorias ante Top 25, entre ellas al número uno Jannick Sinner y a Medvedev en la definición. Unos días después volvió al polvo de ladrillo y ganó el torneo de Gstaad; y repitió la corona esta semana en Kitzbühel. Una racha de 22 victorias en 25 partidos.
"Hoy el tenis se basa en velocidad y potencia. Pero hay jugadores que además de contar con eso se especializan en otras cosas. Le suman otro elemento que los hace distintos al resto: tienen ‘mano’; la sutileza para jugar drops en situaciones incómodas, los saques de abajo, las subidas a la red en momentos poco comunes, los cambios de velocidad. Estos jugadores tienen una propuesta diferente a la del resto y eso los hace especiales. A medida que se avanza hacia un tenis más homogéneo desde la forma de jugar, hay tenistas que son un oasis", señala Emiliano Genez, de @saqueyredok.
La conjunción de buenos triunfos y espectáculo le vino como anillo al dedo a la ATP. De nada serviría venerar a Bublik si fuera una máquina de perder. Dejaría de caer simpático o chistoso. O más bien, parecería chistoso pero por otros motivos. Sería una burla. Como lo que no hay que hacer dentro de una cancha. Entonces, los buenos resultados lo avalan para una viralización curada. Sin culpa. "La actualidad está marcada por los virales, los reels o shorts; momentos específicos que generan polémica, admiración o repudio. En ese sentido, jugadores como Kyrgios, Bublik o Medvedev son materia prima fundamental para estos contenidos porque casi siempre protagonizan momentos extradeportivos en sus partidos", se extiende Genez.
"La ATP está buscando interacciones en sus redes sociales. Lo que no quiere decir que lo respalde. No existe la buena o mala publicidad. Busca usar esto de alguna manera. Que Bublik sea aplaudido o querido quiere decir que el público está buscando algo diferente", resalta Lamas. Y se suma Lonardi: "Hoy las redes sociales tienen injerencia en todo, y el tenis no es ajeno. Si en redes empieza a pegar fuerte el nombre Bublik, por más de que no promueva los mismos “valores”, vende y se usa", resalta Lonardi. Y Genez agrega: "La ATP, como empresa y medio multiplataforma, trata de explotar lo que le genere más impacto y visualizaciones. Un lujito, una discusión, una displicencia. Eso los hace posicionarse de mejor manera ante sus pares. Por ejemplo, Kyrgios es uno de los jugadores con más seguidores en Instagram, sin haber sido nunca Top 10".
El bueno de Nick fue noticia por estos días. Adivine usted por qué. Pese a volver a jugar en el circuito después de cuatro meses -con cómoda derrota en dobles junto a Gael Monfils en Washington-, Kyrgios se ganó portadas por sus críticas a Alcaraz y Sinner. Y unas semanas atrás también había sido mencionado por haber recibido -junto a Naomi Osaka- uno de los wild cards para jugar el novedoso mixtos del US Open. Es un jugador que vende mucho por lo que dice y hace fuera de las canchas, algo que lo mantiene vigente ante tantas lesiones. Ya demostró que en cancha rinde, como cuando sacó de la galera una final de Wimbledon y un cuartos de final en el US Open en la temporada 2022. El físico no lo acompaña, pero su tenis le dio chapa para hablar. Es cierto, también era polémico antes de los buenos resultados. Pero ahí era tomado como un bocón que desperdiciaba el talento que lo había llevado a los cuartos de final de Wimbledon y del Australian Open con apenas 20 años. Actualmente, salvo excepciones o más tradicionalistas, el aussie es más tomado como un genio que como un villano.
El tenis masculino mutó, sin dudas. ¿Y las chicas? Por ahora, poco y nada. Tal vez esté más entretenida la lucha entre las de arriba, con una Sabalenka todoterreno, con la irregular Gauff o la renacida Swiatek. O quizás estén perdiendo una oportunidad de acercarse a la gente. O tal vez lo estén intentando desde otro costado. "En algún punto desde lo político veo que algunas rusas o bielorrusas aparecen como villanas, pero no se meten eso. Buscan convertir a las rusas en villanas agradables, como por ejemplo pasa con Sabalenka, que de ser una jugadora controversial pasó a ser un personaje divertido", marca Lamas.
"Creo que no hay una villana tan clara en el sentido de Bublik o Moutet que se dedican mucho al espectáculo, pero sí hay tenistas que se ponen el traje de ‘chicas malas’. Danielle Collins, Jelena Ostapenko y Yulia Putintseva son jugadoras que contrastan con el resto. Sin embargo, creo que lo hacen más desde una postura malhumorada o de pocas pulgas que desde el juego en sí mismo. En la cancha suelen ser de las más intensas desde lo verbal y gestual, pero no lo trasladan a su forma de jugar, que suele seguir los mismos patrones que las demás", aclara Genez. Un detalle no menor: estas chicas malas, si bien intercalan buenas semanas, no descollan actualmente en el circuito.
Entonces, los resultados parecen ser lo que mandan. Si sos bueno y ganás, pasás de ser un Bad Boys a un crack. Y si no quedás en el olvido. El francés Corentin Moutet está viviendo por estos días esa transición, aunque aún no sabemos de qué lado quedará. Fue abucheado fuertísimo en su paso por Sudamérica y prometió no volver. Y volvió. Se le puede dar punto bonus a su perseverancia, o restar por tener poca palabra. Lo cierto es que, sin abandonar su talento y toques de magia dentro de los partidos, empezó a tener buenos resultados, tal vez empujado y viendo a Bublik como un reflejo. Habrá que ver si le da la nafta. "Está claro que tiene los condimentos justos para ser villano y también para ser querido. Es dueño de una mano única, pero también de una irreverencia que le ha hecho ganarse algunos enemigos en el tour. Además, su mentalidad “poco combativa” en algunos momentos, le hizo ganarse abucheos", señala Genez, mientras que Lamas se suma: "si pierde terminará siendo un bocón desagradable y si gana, un bocón agradable. Me parece que en el tenis es muy claro: si ganás sos bueno, si perdés sos malo".