El nuevo Villaverde
Kevin Lomónaco redondeó una exhibición en La Bombonera y es una de las banderas del Independiente que sueña con volver a levantar un título local.
Independiente es uno de los cuatro semifinalistas del Torneo Apertura y lidera la Zona A de la Copa Sudamericana, a falta de una fecha para la fase de grupos del certamen continental. Desde la llegada de Julio Vaccari, el equipo dejó atrás esa imagen de conjunto vulnerable, que jugaba más a lo que salía que a lo que podía cuando tenía la pelota.
El Rojo se transformó en un equipo con identidad definida: sale a la cancha con una búsqueda constante del arco rival, presiona alto y hostiga al adversario para que el juego se desarrolle entre la posesión propia y el forzar el error ajeno, con el objetivo de recuperar rápido el balón y mantenerlo lo más lejos posible del arco defendido por Rodrigo Rey.
Cuando un equipo alcanza el nivel que hoy muestra Independiente, los ojos de la prensa comienzan a posarse sobre jugadores que, hasta hace poco, pasaban desapercibidos. Futbolistas que quizás no sobresalían ni despertaban admiración alguna, pero que, al calor de los buenos resultados, empiezan a aparecer en programas de televisión, columnas de diarios y sitios web como este.
Desde este espacio, por supuesto, vamos a destacar lo que seguramente ya viste o leíste en otros medios. Pero además, vamos a sumar una mirada distinta. No mejor ni peor, simplemente diferente.
Durante la etapa regular, los elogios y el reconocimiento hacia los jugadores de Independiente solían recaer en Loyola, Cabral, Ávalos o Rey. Sin embargo, había otro futbolista que, si bien recibía menciones positivas, no contaba con la misma preponderancia que los anteriormente nombrados. En el fútbol, esto ocurre con frecuencia: algunos se llevan todas las luces, mientras que otros, pese a ser fundamentales, deben pelear más para ganarse un lugar en la consideración general.
Ese es el caso de Kevin Lomónaco, marcador central de apenas 23 años, que no hace mucho tiempo, cuando jugaba en el Red Bull Bragantino, estuvo involucrado en un escándalo de apuestas que lo dejó suspendido por un largo período. Fue en Tigre donde encontró la posibilidad de volver a sentirse futbolista. Y aunque su rendimiento en el Matador fue positivo, su llegada a Independiente siempre fue mirada de reojo por los hinchas del Rojo.
Eso, claro, fue hasta que empezó a jugar y a demostrar por qué había sido incorporado. Independiente, aunque ya no viva aquellas épocas doradas que marcaron su historia, conserva un paladar distinto al de muchos otros clubes. Ese paladar negro que valora el buen juego, el respeto por la pelota, la elegancia en el trato. El hincha no olvida esos tiempos. Y cuando encuentra a alguien que le devuelve, aunque sea por un rato, esa sensación de pertenencia y orgullo, se convierte en el hincha más feliz del mundo.
Hoy Kevin Lomónaco es noticia porque jugó un partido excelente en la Bombonera, y entonces se vuelve más fácil de destacar. Pero quienes seguimos y analizamos fútbol lo venimos marcando desde el arranque de la temporada. De hecho, yo mismo lo sufrí —o mejor dicho, lo disfruté— en la cancha cuando Independiente visitó a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro.
Decir que es un gran central sería minimizar a un jugador que está hecho para vestir la camiseta de Independiente. Por su clase para manejar la pelota, por la valentía con la que arriesga en zonas complicadas, por su capacidad para encontrar esos pases que solo él ve en determinados contextos. Y lo hace no solo con técnica, sino con una serenidad que lo hace parecer dueño de un tiempo más, incluso cuando parece estar jugando con la vida de los hinchas.
Si me preguntás a mí, Kevin es un "5" que juega de "2". Da la sensación de que no le importa nada, pero a la vez le importa todo. Tiene tres socios silenciosos, tres cómplices que parecen jugar para que él se luzca. Ellos le dan la tranquilidad necesaria para convertirse en la primera llave de construcción de juego del equipo.
Ya sé lo que estás pensando: ¿quiénes son esos tres socios? No te desesperes, ahí van.
El primero es Iván Marcone. Cuando Independiente tiene la pelota en zona defensiva, Marcone retrocede, se suma a la línea de tres y se posiciona como líbero. Así libera a Kevin para que pueda salir jugando con más libertad y asegura que el equipo no quede expuesto si se pierde la pelota.
El segundo es su compañero de zaga, Sebastián Valdez, quien, cuando Marcone vuelve a su posición natural y el rival ataca, siempre lo respalda. Da la impresión de que muchas veces está más pendiente de cubrir a Lomónaco que de su propio lucimiento.
Y acá sí, te vas a sorprender. Porque el tercer socio de Kevin Lomónaco es... Ángulo. Sí, ya sé, probablemente te estés riendo y preguntando: “¿Cómo el 3 va a ser socio del 2? ¿Cómo pueden ser socios un lateral izquierdo y un central derecho?” Bueno, te explico por qué sí lo son.
Esto lo empecé a notar después de aquella tarde en el Nuevo Gasómetro, cuando lo vi en cancha. Hubo una jugada puntual que me quedó grabada. Lomónaco quedó muy mal parado; Valdez estaba con marca —no recuerdo si era Cuello o Vombergar—, y a unos 40 metros del arco de Rey, Reali tomó la pelota con campo abierto para correr mano a mano. Fue Ángulo, con su velocidad admirable, quien lo salvó. No solo lo alcanzó antes de que “Chucky” ingresara al área, sino que lo desarmó limpiamente.
A partir de esa jugada, empecé a fijarme más en el ecuatoriano. Y sobre todo en el partido en la Bombonera lo confirmé: Ángulo juega más cerrado de lo habitual. Eso, además, le permite salirse del radar de los rivales y sorprender en sus proyecciones al área. Pero lo más importante es que, cuando el Rojo es atacado, ocupa espacios con inteligencia. Como si supiera que, ante cualquier desacople, él puede ser la última barrera.
Lomónaco, a mi criterio, es el as de espadas de este equipo. Que las luces se las lleven otros no significa que este pibe no sea el verdadero iniciador del juego. Es él quien, con su conducción limpia y su calidad, genera los espacios para que los demás se liberen y puedan desplegar mejor sus virtudes.
Nadie va a dudar del talento de Cabral o de Loyola, pero sin un Lomónaco no sabríamos si podrían hacer lo que hacen. Porque cuando Kevin toma la pelota, el rival ya empieza a perder hombres tratando de frenar su avance. Esa atención que atrae libera volantes y condiciona al rival desde el primer pase.
Los hinchas más veteranos ya empezaron a compararlo con una gloria del pasado: Hugo Villaverde. Pasaron más de 40 años para que alguien se atreviera a meterse en la mente —y sobre todo en el corazón— de aquellos que vivieron las épocas más gloriosas del club. Este pibe no solo les devolvió recuerdos: reflotó el paladar. Ese paladar negro del que tanto se enorgullecen en Avellaneda.
Kevin no solo llegó para mejorar al equipo. Llegó para mostrarles a las nuevas generaciones lo que significa ser defensor de Independiente.
Buena nota como siempre. Igual, creo que Villaverde era otro tipo de jugador. No tenía buen pié (lo que le sobraba a su compañero de zaga Enzo Trossero) aunque su presencia hacía que se lo respete como el gran jugador que era (lo ví muchas veces). Igual, Lomonaco es un jugadorazo que no creo que tenga mucha vida en el futbol argentino.
Puede ser un jugador para este Independiente. Y con un gran futuro. Pero en la selección no lo quiero. Su pasado lo condena. Hugo no tenía sus cualidades Pero tenía lo que tiene que tener un excelente defensor.