El poder cambió de manos
Una breve historia de las nuevas dinámicas entre clubes y futbolistas, otro de los grandes cambios del fútbol durante las últimas décadas.
Hoy la clase dirigencial del fútbol argentino, en todos sus niveles, frente a cada negociación contractual con los jugadores, se ubica en el lugar de víctima. Acusan a futbolistas y representantes de no comprender la situación de los clubes, y no es raro escucharlos hablar de “extorsión” para lograr esa firma que tanto necesitan.
Algo de razón tienen. Pero si usted, lector, peina canas, sabrá o recordará que no hace tanto tiempo, los extorsionadores eran ellos. En aquellos años, los dirigentes imponían condiciones con una impunidad que hoy les sería intolerable. Obligar a un jugador a trabajar dos años por el 20 % del contrato era moneda corriente, y a nadie le importaba qué sentía el futbolista del otro lado del mostrador. Lo que molesta hoy no es el cambio de roles, sino la pérdida de poder. Porque estos dirigentes —que en sus cabezas se creen dueños del juego— no aceptan que esos “morochitos sin estudios” ahora tengan la sartén por el mango.
Si seguís esta columna y tenés menos de 30, probablemente te preguntes de qué hablo. Acomodate, que te voy a contar cómo eran las relaciones contractuales en mi época de jugador.
Firmar un contrato, sobre todo el primero, era motivo de alegría. No sólo te convertías en profesional, también asegurabas un ingreso digno por al menos doce meses. Digo "al menos" porque si no estabas atento o no preguntabas, ese tiempo podía estirarse sin que lo supieras. En el reverso del contrato había un apartado llamado "Observaciones", y era ahí donde el jugador debía pedir al dirigente de turno que marcara una (X). Si no lo hacía, corría el riesgo de que, al salir de la sala, los pícaros de turno le agregaran un (2), y automáticamente ese contrato se prorrogaba por dos temporadas más. Sin consentimiento. El club —mejor dicho, sus dirigentes— se adueñaba de tu pase. No había lugar para la queja, sólo quedaba resignarse a haber sido estafado.
Desde ese momento, cada nueva negociación ya no era un acuerdo entre partes, sino una imposición. Funcionaba más o menos así:
—¿Cuánto querés ganar? -te preguntaba el dirigente-
—Necesito 20.
—Tengo 8, y no hay más. Si querés, firmá. Si no, jugás dos años por el 20%.
Lo que empezaba como una charla terminaba como una extorsión. La misma que hoy denuncian. Solo que antes la ejercían con una sonrisa socarrona. No sólo pagaban lo que querían, también manejaban los plazos, los términos, el destino. El jugador estaba más cerca de ser un esclavo que un trabajador.
¿Y cuándo cambió eso? Hace unos 30 años apareció un loco llamado Jean-Marc Bosman. Se rebeló. Fue la llave del cambio. Y lo más admirable es que su lucha benefició a todos, menos a él: no pudo disfrutar de los frutos de su ley. Los dirigentes le hicieron pagar caro su osadía. Pero gracias a él, hoy los jugadores son dueños de sus pases. La propiedad ya no es del club: es del futbolista.
Aquella cláusula del 20 % —que garantizaba poder absoluto a los dirigentes, muchos de ellos tipos que jamás patearon una pelota— fue sustituida por la cláusula de rescisión. Esa que hoy puede activar el jugador. Esa que está atada directamente al salario mensual. El viejo “tengo 8, y si no te gusta, firmás por el 20 %” fue reemplazado por el “fijate qué cláusula querés, porque vas a tener que pagar en consecuencia”. Los antiguos verdugos hoy son rehenes de los futbolistas.
El mundo evolucionó, y los que jugaban a ser patrones ahora se sienten víctimas. Les molesta, sí. Les indigna. Porque les crecieron los enanos. Ya no pueden imponer hábitos de la prehistoria en un fútbol que, con sus errores y virtudes, hizo justicia.
Hoy el poder lo tienen los verdaderos protagonistas de este hermoso juego. Y como corresponde, los que mandan en el fútbol son, por fin, los futbolistas.
Lamentablemente por falta de honestidad de ambas partes los que se perjudican son los socios e hinchas de los clubes. Jugadores que no cumplen sus obligaciones para quedar libres o se vendidos si o si. Clubes que prometen dinero que no pueden pagar. Dirigentes que se quedan con un porcentaje del pase. Técnicos que piden jugadores de su mismo representante. Jugadores que viven lesionados y tres meses antes del vencimiento de su contrato resucitan. Hay de todo .
no conocia la HISTORIA, SE NOTA QUE SOY MEDIO JOVEN