El resurgir compartido de Franco Carboni y Empoli
Tras varios préstamos y un camino irregular en Italia, Franco Carboni busca estabilidad en Empoli, un club que apuesta por jóvenes talentos y que se reconstruye tras el descenso a la Serie B.
Hablamos en estas líneas en columnas anteriores del poder de lo efímero en los tiempos que corren. El todo ya es moneda corriente. Y en exceso. El apellido Carboni ya tenía fuerza propia en el mundo del fútbol tras la exitosa carrera de Ezequiel, aquel mediocampista que destacó en Lanús, jugó en Austria (fue considero para nacionalizarse y jugar en la selección local) y cerró su carrera europea en el Catania de Italia con un lote amplio de argentinos. Algunos años atrás la noticia de dos “euro pibes” que se sumaban al Inter recorría los medios argentinos y tomaba más fuerza cuándo el apellido en cuestión era el de Carboni. Así comenzó -en parte- la historia de Valentín y Franco.
En la carrera de un futbolista joven, los caminos rara vez son rectos y sencillos. Para Franco Carboni, de apenas 22 años, los últimos tres se convirtieron en una montaña demasiado empinada: Inter, Cagliari, Monza, River, Venezia… préstamos, minutos intermitentes y esa sensación de no poder demostrar todo su potencial. Hasta que apareció Empoli, un club que, pese a haber descendido de manera sorpresiva la última temporada, ofrece un escenario singular: tradición a la apuesta por el talento joven, un estilo de juego ofensivo y un ambiente propicio para la consolidación.
“Ya son tres años desde que salí del Inter e hice un par de préstamos. Estuve en Cagliari, en Monza, en Venezia. Pero estaba buscando asentarme de verdad y tener rodaje y confianza y por eso decidí venir acá”, cuenta el defensor en dialogo con Insiders, que hoy alterna entre la posición de lateral izquierdo y stopper por en la línea de cinco que propone el equipo toscano.
Empoli es una ciudad pequeña, de poco más de 50 mil habitantes, ubicada a veinte minutos de Florencia. Su estadio, el Carlo Castellani, tiene capacidad para poco más de 16 mil espectadores, pero a lo largo de los años ha sido testigo del crecimiento de talentos que después brillaron en la Serie A como Antonio Di Natale y Daniele Rugani. Y también la captación de talento para potenciar caso Giovanni Di Lorenzo, Leandro Paredes, Alberto Grassi y otros tantos. La mezcla de scouting inteligente y confianza en los jóvenes convirtió al club en sinónimo de formación.
“Empoli es un equipo de Serie A. Estuvo los últimos años en la A. Y le tocó bajar la temporada pasada por cosas del fútbol. Pero es un equipo que siempre juega con jóvenes. Te da todo para crecer”, asegura Carboni, que ya empezó a sumar minutos en este nuevo desafío.
El equipo, que descendió a la Serie B tras un año irregular, busca rearmarse con la misma identidad: intensidad, pressing alto y un fútbol vistoso, incluso en la adversidad. Y Carboni es parte de esa apuesta. Los números en las primeras tres fechas de la segunda división lo encuentran con un partido ganado, otro empatado y otro perdido. Eso con cinco goles a favor y cinco en contra. Momento de adaptación. En la Copa Italia pasó a la siguiente fase tras vencer por penales a Reggiana.
Hasta aquí, el recorrido de Carboni suma varios capítulos. Entre Italia y distintas cesiones, el zurdo ha disputado ya más de 50 partidos oficiales como profesional, pero en las últimas temporadas el promedio de minutos no fue muy alto y las mudanzas fueron moneda corriente; un escollo importante para poder desarrollarse.
En Empoli, la expectativa es distinta: continuidad real. Algo que el propio jugador sabe que necesita. “Hoy por hoy lo más importante es agarrar rodaje, confianza y experiencia acá, poder hacer lo mejor posible. Ese es mi objetivo”, reconoce.
Con 1,87 metros de altura, Carboni se presenta con un perfil poco común para el puesto de lateral izquierdo. Esa combinación de físico, potencia y zancada larga se traduce en una positiva doble combinación: aportar en los duelos defensivos y en el juego aéreo, pero también soltura para llegar al fondo con sencillez en ataque. “La altura y el físico me ayudan mucho. No siento que me perjudiquen, al contrario, me favorecen. No hay muchos así. Pero al margen de la altura, a mí me gusta jugar, ser fuerte en la marca y llegar al fondo”, explica mientras seca su transpiración tras terminar la sesión de entrenamiento vespertina.
El desafío está en alternar posiciones. En Empoli, ya fue utilizado como carrilero y como stopper por izquierda. “Cuando jugás stopper tenés que estar más atento al defender y a la profundidad. Pero cuándo jugás más suelto, podés desprenderte más, aunque la vuelta también te obliga a estar atento”, detalla.
En el fútbol, dicen, los apellidos pesan. Hijo del mencionado Kely Carboni, ex jugador y entrenador, y hermano de Valentín, hoy en el radar de la Selección Argentina, Franco convive con esa mochila desde chico. “Yo lo escuchaba desde chico, en Lanús ya nos decían ‘los hijos de’. Con mi hermano siempre lo hablamos y nunca le dimos importancia. Estoy más contento de ser el ‘hijo de’ que otra cosa”, sostiene.
La relación familiar, obviamente, es un soporte. Sobre la convivencia en una familia donde la pelota es eje central dice que “mi hermano y yo somos muy cercanos, estamos a dos horas. Nos vemos seguido, viajo más yo porque a él le cuesta más, je. Hablamos día a día. Y con mi papá también, mucho fútbol. Siempre está con nosotros”.
Carboni tuvo pasos por selecciones juveniles tanto de Italia como de Argentina. Su hermano Valentín ya empezó a sumar minutos con la Mayor de Lionel Scaloni, y él no oculta su deseo de seguir esos pasos: “El sueño de todos los jugadores argentinos es la Selección. Ese es mi sueño, en algún momento poder lograrlo. Pero voy día a día, y ahora mi objetivo es asentarme en Empoli”.
En el camino, hubo una ilusión inconclusa: River Plate. En su vinculación con el club argentino apenas sumó minutos en un amistoso contra Millonarios de Colombia. “Obviamente en algún momento me gustaría volver al fútbol argentino, pero por ahora quiero jugar acá”, dice, dejando la puerta abierta para el futuro.
Carboni, quién aprovecha las horas sin entrenamiento para pasar tiempo en su casa con su novia, es consciente de que este capítulo puede ser decisivo. Empoli le da el contexto, el fútbol italiano es pura exigencia desde lo físico y lo táctico; la presión de un campeonato de ascenso en un club con aspiraciones se convierte en un combo deseable para potenciarse. “Miro mucho fútbol. Argentino, europeo, italiano. Intento aprender y agarrar lo que me sirva. Este es un momento clave para crecer”, reconoce.
Empoli se reconstruye tras un descenso inesperado y Franco busca reconstruirse también. Como si el destino hubiera alineado los caminos para ambos. En una historia donde abunda la altura, el objetivo será seguir escalando.