Franco Colapinto: el rey está vestido
Aprovechamos el parate para analizar el presente de Franco Colapinto, el constante tira y afloje alrededor de su figura y su futuro en la Fórmula 1.
Además de clásicos universales como La Sirenita, el genial Hans-Christian Andersen dejó como legado una frase maravillosa y que resiste el paso de los siglos: “el rey está desnudo”. Aquel cuento no tiene nada que ver con la Fórmula 1, pero sí.
Franco Colapinto se marchó malherido al receso veraniego del Mundial 2025. Sus últimas expresiones conductivas no fueron satisfactorias: ni él mismo está conforme con lo producido en la pista. Sus resultados no son los que sus fanáticos esperaban, desde ya, pero el receso se produce mientras Flavio Briatore, el responsable de que el argentino esté corriendo el segundo auto de la escuadra Alpine, atenua sus comentarios críticos contra el chico de Pilar.
Con Colapinto se produce un fenómeno muy interesante de comprobar. Siempre está vestido. Nunca aparece entre quienes le hacen la corte el niño que dice, como en el cuento de Andersen, que el rey viaja desnudo, esta vez no sobre un caballo sino sobre 970 (caballos de fuerza).
Había anudado dos actuaciones relativamente satisfactorias, en el balance de todo el fin de semana, en Bélgica y Hungría, reponiéndose de aquel trompo traicionero de Silverstone. Pero volvió a alternar buenas con malas con el despiste del pasado martes, probando las cubiertas modelo 2026 en el Hungaroring.
Es un caso muy curioso, porque opera en una dirección completamente opuesta a la que la sociedad ejercía sobre la actuación de, por ejemplo, Carlos Reutemann, quien recibía el mote de “perdedor” si no ganaba y salía segundo. Un karma que acompañó al santafesino durante buena parte de su carrera, esencialmente en los inicios, y que terminó por graduarse como El Mito del Eterno Segundo con el subcampeonato de 1981. Ello pese a que Reutemann fue más veces primero que segundo en su campaña en el Mundial.
Y ni siquiera ese subcampeonato ameritó la concesión del Olimpia de Oro a la máxima actuación deportiva argentina del año; Juan Manuel Fangio había elevado la vara hasta el título mundial cuando lo recibió en 1954.
Con mucho menos -dos octavos puestos-, Colapinto ganó su Oro en 2025, en buena medida gracias al fervoroso interés que despertó en el público, amplificado por las redes, lo que llevó a que los responsables de entregar el premio vieran más eficaz entregárselo al piloto antes que al Maligno José Torres, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París.
Los resultados de este año permiten augurar que no habrá segundo Oro consecutivo. Eso pese a que el rey está vestido, es decir, lo perciben inmunizado contra la realidad.
COLAPINTO EN 2025
Los fanáticos operan sobre lo que ocurre en la F-1 en un sentido curioso: se aplaude lo bueno y se ignora lo malo. No está mal, salvo por el detalle de que, directamente, lo flojo ni se considera. Como si ni siquiera hubiera ocurrido. Como si ese desdén, ese soslayo, provocara mágicamente que el problema, el despiste, el error, no ocurrió.
Para sus seguidores, Colapinto es lo que es, no lo que hace.
Los equipos de Fórmula 1 operan de una manera distinta. Las presiones son tremendas. Y los análisis, despiadados. Lo que se ve es una enorme desviación entre lo que seguramente evalua, sin piedad, un equipo de su piloto, y lo que los fanáticos normales piensan. En sus cómputos, solo entran los méritos.
Ni siquiera es el “Ah, pero...” tan instalado en la discusión política argentina. No hay peros aquí.
Un despiste es menos importante que un error de estrategia del equipo.
Un puesto en el fondo de la grilla es menos trascendental que una décima de segundo menos en algún sector de la pista respecto a su compañero.
No entrar consistentemente en Q2 cuando su compañero ingresa a menudo en Q3 no es relevante en la medida en que la diferencia entre ambos se achica.
En síntesis: mientras lo que hay que esperar es que el equipo haga la suma algebraica de todo lo que ocurre, todo parece sugerir que buena parte de los seguidores del argentino solo utilizan números naturales. Es decir, positivos, mayores que cero. En lo posible, los más cercanos a las dos cifras. Para ellos, los números enteros, con el cero en el medio de la regla numérica, no existen. ¿Quiénes son los sumerios? ¿Y los mesopotámicos? ¿Para qué escudería corren?
Aquí otra certeza: cuando a Colapinto le dieron su Olimpia de oro, le hicieron creer a la gente que el piloto tenía un status que, ciertamente, no ha mostrado. ¿Hay madera? ¿Hay fibra? ¿Hay posibilidades? Sí, desde ya. En 2025 resolvió la ecuación Williams con aplomo antes de ser vencido por la presión que le generaba la inspección de RedBull para ver si lo llevaban como segundo piloto de Max Verstappen.
Este año, en cambio, existe un problema que no logra resolver: el Alpine A525. En Insiders ya señalamos todo aquello que estaba mal con el coche. Pero la evidencia es que otro piloto, aun siendo más experimentado, le saca un jugo al coche que Colapinto no colecta. Él mismo lo acepta: su deficit de confianza sobre el coche le impide poner en juego sus mejores cualidades. Pero la F-1 no es un ejercicio para excusas. Los resultados están o no. Y ahora hay más de 50 pilotos (22 en F-2, 30 en F-3) haciendo lo mismo que el argentino hizo durante sus temporadas de ascenso: presionando desde abajo con sus resultados para poder llegar a la F-1.
Esa es la crueldad del juego: en la mayoría de los casos se invierten muchas temporadas de sacrificio solo para disfrutar muy cortas carreras. Lo puede atestiguar Norberto Fontana, que arrasaba en la F-3 y que solo compitió en cuatro Grands Prix. O el brasileño felipe Drugovich, campeón de F-2 en 2022, que lleva tres temporadas como suplente de Aston Martin en F-1 sin tener la chance: esa chance de poder correr una carrera debe pagar como un millón a uno en cualquier casa de apuestas.
Pero estas son digresiones que se dicen por lo bajo, en círculos muy reducidos, lejos del mainstream, allí donde Colapinto es el rey vestido. Para sus seguidores, la responsabilidad pasa por el coche, el equipo, los mecánicos, los rivales, ciertos complots imaginarios; si apurás a los más radicalizados, por Riquelme y los kukas, en cualquier orden. Nadie se atrevería a decir que el rey está desnudo. Que no ha descifrado la Ecuación A525. Que es el único piloto de la grilla actual que no ha sumado puntos. Que 2024 quedó muy lejos y que 2025 se sufre más que lo que se disfruta.
Como si poner de manifiesto solo lo bueno que Franco hace al volante de un auto indómito y traicionero bastara para que todo lo demás no existiera, para que la F-1 no lo evalue, para que el equipo no juzgue sus performances con frialdad, para ponerlo a salvo de cualquier decisión intempestiva.
Que no quepan dudas: lo queremos siempre en la Fórmula 1. Pero entendemos cómo es el juego. Y no es cómo los fanáticos pretenden. Es cruel, despiadado y a veces insensato. Más de una vez un campeón mundial acabó echado por su equipo.
Y, no, nada de lo que publique Insiders tendrá la más mínima influencia en el futuro de Franco Colapinto.
Un articulo como este, sirve para que la gente que empieza a ver F1, se instruya y sepa como es la verdad del automovilismo de primer nivel, donde no solo se compite, sino también es un gran negocio. Hay muchos pseudo periodistas u opinilogos, que tienen poder de expresar sus ideas que reflejan que no saben nada de automovilismo y de F1 y la gente que se interesa por saber, los escucha o lee….. ahi es cuando empieza el descontrol y la confusion. La claridad y veracidad de artículos como este, es lo que tiene que ser mayoría.
Gracias Pablo por tus columnas, aprendo siempre con vos!