Glosario Insiders: arqueros 3.0
Es uno de los puestos que más ha evolucionado en las últimas décadas. En la segunda edición de nuestro glosario nos metemos de lleno en la función de una pieza que se transformó en más que un arquero.
A menudo, cuando discutimos sobre ciertas posiciones o roles específicos en el fútbol, lo hacemos desde nuestras preferencias personales, centrándonos más en los nombres propios que en el lugar que ocupan dentro del campo de juego.
Por eso, amante del fútbol, hoy vamos a desprendernos de todo sentimiento—ya sea amor, odio o cariño—y a analizar las diferencias entre lo que supieron ser los arqueros y lo que son actualmente.
No se trata de nombres propios, de Armani, Dibu, Fillol o Pumpido, porque al mencionarlos, se revela una gran diferencia entre ellos que va más allá de sus cualidades técnicas.
Sorprendentemente, el puesto de arquero es el que más ha cambiado y evolucionado a lo largo de los años. Es más que evidente, que se les han exigido nuevas habilidades que, hace apenas algún tiempo, ningún arquero poseía y ni siquiera entrenaba.
En mis tiempos jóvenes, ser arquero significaba simplemente tener un buen manejo de manos y no temer a los pelotazos. Y aún si no reunías esas condiciones, tenías que soportar con resignación, que te mandaran al arco “porque para otra cosa no servís”. Humillante.
Pero también, si te consolidabas en el puesto, cuando un defensor se veía en apuros ante una jugada complicada, sólo tenía que punteártela para que llegara a tus manos: una vez atrapada la pelota, se iniciaba una nueva jugada desde cero, eliminando así el peligro. Esa regla cambió en Italia 1990 y ahí comenzó, sin que nos diéramos cuenta, una evolución imparable.
Los tiempos cambiaron. Hoy el arquero debe resolver con los pies lo que antes resolvía con las manos. El arquero ya no es ese "gordito" que – pobre – él solito se iba caminando cabizbajo a ocupar el arco sin que nadie del equipo lo frenara para contradecirlo. Se ha convertido en un jugador de campo que juega con los pies, y que también por supuesto, utiliza las manos.
Si como yo andás cerca de los cincuenta pirulos, seguro que te acordarás cuando los defensores sacaban del arco. Actualmente, esa tarea la ejecutan casi con naturalidad y exclusividad los arqueros. En el pasado, hace no tanto, veíamos que esa labor la llevaban a cabo los marcadores centrales, por lo general aquellos de recia pegada. Eso sí, luego de la ejecución tenían que dar una carrera invisible contra el tiempo y la distancia por el riesgo de que su pelotazo cayera en posesión del rival, mientras debía ganar terreno para alcanzar la línea de sus compañeros y no habilitar a los contrarios. Si no lo lograba, imagínate, debía soportar que su propia parcialidad lo puteara en veinte idiomas distintos.
Aquella falta de interés, tanto por parte de los arqueros como de los entrenadores, por mejorar la técnica de su pegada prevaleció no más allá de los comienzos del corriente siglo XXI, cuando comenzaron a llegar entrenadores especializados en arqueros. Es el momento en el que comienzan a evidenciarse los primeros síntomas de esa revolución, es decir, de las señales que podían demostrar aquellos que tenían condiciones para adaptarse y aquellos que no.
Era tal la diferencia de técnica que existía entre aquellos y los actuales, que te voy a contar una risueña anécdota para graficar lo que sucedía: era el año 1997, y yo jugaba, como lo hice en casi toda mi carrera, en Defensa y Justicia. Teníamos que enfrentar a All Boys, aquel del Checho Batista, Carlos Mayor, Pescadito Paz, Bordi y el Facha Bartelt. Nuestros marcadores centrales, Marcelo Pilo y el Mencho Galvagni, estaban algo tocados, así que nuestro DT, Fernando Donaires, decidió que el Coto Vallejos y yo, es decir, los dos marcadores de punta, nos encargáramos de todos los saques de arco, dependiendo por supuesto, del lado por donde saliera el balón.
Nuestro arquero, Cristian Bernadas, no tenía precisamente lo que se dice una buena técnica de pegada, ya que en su vida había practicado. Sin embargo, él quería patear sí o sí. Así que, durante el almuerzo previo al viaje, nos dijo con ánimo de tranquilizarnos y tal vez, para que nos desentendiéramos de la tarea que se nos había asignado: “Muchachos, no se preocupen, yo me encargo de los saques de fondo”.
Los que estábamos con él lo miramos con incredulidad, aunque al mismo tiempo lo escuchamos con atención. No terminó de pronunciar con convicción aquello que para él era toda una certeza, que sacó de una pequeña bolsa gran cantidad de esos objetos que usan los pizzeros para impedir que el cartón se pegue con la muzzarella -seguro que los viste, algo así como un círculo de plástico apoyado en un trípode del mismo material- y convencido de lo que decía se dirigió a todos: “Cada vez que tenga que sacar con el pie voy a poner la pelota sobre uno de estos cosos, como hacen los jugadores de rugby, y chau, se acabó el problema”.
Como era de esperar, explotamos todos en carcajadas y con eso bastó para hacerle entender que de ninguna manera lo estábamos tomando en serio, ya que aquello era un disparate, una vana ilusión, y que para sacar con el pie y como Dios desde el fondo de la cancha, le dijimos, hacía falta entrenar y naturalizar el movimiento. Demás está decir que finalmente en aquel partido, el Coto y yo terminamos haciendo los saques desde el arco.
Pero más allá de la anécdota y volviendo a la serie de variantes reglamentarias que ha sufrido el puesto, en los últimos años se sumó un cambio más: la limitación por la cual ahora los arqueros pueden retener el balón en sus manos no más allá de los seis segundos -que en breve se convertirán en ocho segundos y serán penalizados con un corner en contra-. Antes que se impusiera esta norma, el arquero embolsaba la redonda y si quería, podía echarse a dormir una siesta sin que nadie le dijera ni mu. Ya se, estoy exagerando un poco. Pero si hoy la mayoría de los árbitros son reticentes a hacer cumplir esta nueva regla, imaginate lo que era cuando esta regla no existía.
Y si te ponés a pensar en las consecuencias laterales que todas estas modificaciones desencadenaron, fijate que hasta los comentaristas de fútbol se ven ahora obligados a modificar los análisis que hacen de los arqueros en cada partido, ya que ahora se evalúan también, los aciertos o los errores que comenten los guardametas cuando juegan con los pies.
Los tiempos cambiaron. O por lo menos ya no se lo estigmatiza al arquero como “ese gordito que va al arco". Actualmente, el arquero es considerado un jugador más, un defensor con la posibilidad de tomar la pelota con las manos, pero que también debe ser evaluado por su juego con los pies, algo impensable no mucho tiempo atrás.
“Para ser arquero tenés que ser loco o boludo”, decía el Diego. Alguien que difícilmente le pifiaba a la hora de emitir una sentencia con ironía y repentización. Sin embargo, estoy seguro que ante tantos cambios, ahora mismo estaría diciendo todo lo contrario.
Es indudable que ahora para ser arquero no es suficiente “atajar”. El puesto demanda otras cualidades a quienes quieran ocuparlo, ya que por lo visto, es el que más ha cambiado y evolucionado, y es, sin duda, uno de los más difíciles y más complejos de todos.
Hasta el propio Dibu Martínez lo explicó hace no mucho: “A veces pueden fichar a un arquero que juega bien con los pies pero no ataja tanto en el arco. Yo siempre me centro en la necesidad de atajar mejor de lo que juego con los pies. Si atajo, gano títulos. Hoy en día, el puesto de arquero está un poco más valorado. Antes, no. El arquero era el que menos ganaba, el 'gordito' iba al arco. Ahora ya no. En el mundo del fútbol preguntan: '¿Sabes jugar bien con los pies?”.
Excelente nota sobre la evolución de un puesto dentro del futbol que no era valorado, desde el ‘90 , con las nuevas reglas le otorga al puesto un valor notable, esperemos que ésta nueva regla de los 8 segundos agilice.
Impecable la nota y la línea de tiempo en cuanto a la evolución de los arqueros. El Pato y Gatti marcaron una época, y no fueron muchos los que siguieron al Loco, lamentablemente. Despues del cambio de regla en 1990, el futbol se dinamizó bastante, por suerte. Esperemos que este nuevo cambio lo acelere aún mas.