Juego de poder
Tras dos décadas al mando de Red Bull Racing, Christian Horner fue desplazado del poder en una jugada que sacude a toda la Fórmula 1. Una crónica del derrumbe desde adentro del imperio energético.
En 2021, cuatro años atrás, la Fórmula 1 vivió el campeonato más atractivo de sus 75 años de historia. Lewis Hamilton contra Max Verstappen, Mercedes contra Red Bull, James Allison contra Adrian Newey, Toto Wolff contra Christian Horner. Pilotos, autos, ingenieros, todo era tan parejo que se definió en la última vuelta de la última carrera del año, en Abu Dhabi. ¿La gran diferencia? Wolff era dueño del equipo Mercedes; Horner, apenas un empleado de Red Bull.
Tras años de intentar zanjar esa distancia, sediento de poder, el manager inglés se ha vuelto un rico desocupado. Red Bull seguirá abonando su millonario contrato hasta que se extinga, pero lo ha relevado de su cargo, que había ocupado en los 20 años precedentes, desde 2005.
La compañía se lo notificó el martes a la noche; Horner pidió como único favor que mantuvieran la decisión en secreto, de manera de que él pudiera transmitirla en persona a los más de mil integrantes del equipo el miércoles por la mañana, en la factoría de Milton Keynes.
“Ayer fui informado por Red Bull que, operativamente, ya no estaré involucrado en la empresa ni en el equipo después de este encuentro. Sigo contratado por la empresa, pero cedo el bastón de mando. Obviamente me impactó, pero lo que he tenido tiempo de hacer es reflexionar durante las últimas 12 horas aproximadamente”. Así arrancó su mensaje, que duró tres minutos. Según testigos, el aplauso que siguió a su despedida duró otros cinco minutos.
En el encuentro no estaba su operario más famoso, el campeón mundial, Max Verstappen. Su manager, Raymond Vermeulen, confirmó que Red Bull le comunicó la determinación antes que a Horner. Como el calendario propone dos domingos consecutivos sin Grands Prix, Verstappen se tomó unas cortas vacaciones en Cerdeña.
Curiosamente, Wolff también está allí de vacaciones…
Dietrich Mateschitz vendía dentífrico y papel higiénico para la multinacional Unilever. Su zona de corretaje era el sudeste asiático. En Tailandia dio con una bebida local, artesanal y energética, a la que le vio potencial. Ya conocen la historia: cuatro décadas más tarde, su compañía vende en un año más latitas de bebida energizante que la cantidad de habitantes que tiene el planeta Tierra…
Cuando Mateschitz quiso entrar a la Fórmula 1 como sponsor, en los ’90, porque el dinero le sobraba, se hizo de un asesor deportivo, un abogado compatriota suyo con antecedentes en la máxima categoría, ganador en las 24 Horas de Le Mans y que había dejado de correr cuando una piedra lanzada por otro auto impactó en su ojo derecho.
Fue, precisamente, Herr Doktor Helmut Marko, quien acercó una década después a un joven inglés, cuya carrera como piloto no iba a llegar muy lejos, para que manejara la última aventura de Mateschitz: el renqueante equipo Jaguar de F-1, al que rebautizaría con el nombre de su invento.
Así llegó Horner a Red Bull Racing, 20 años atrás. Durante casi dos décadas, entre los tres tomaron todas las decisiones deportivas que llevaron al equipo a ganar ocho campeonatos de pilotos –cuatro con Sebastian Vettel, cuatro con Max Verstappen, dos hallazgos de Marko- y seis títulos de constructores.
Y en todo ese tiempo, por más que insistió, Horner no pudo, jamás, cambiar su status. Un manager de lujo, un éxito total. Pero siempre, un empleado.
Un empleado calificado, eso sí. Que copaba todas las esferas del entramado deportivo de la compañía. El equipo de carreras (Red Bull Racing), luego la división de motores (Red Bull Powertrains Technology), más tarde los destinos del equipo B de Red Bull, el ahora llamado VCARB Racing Bulls de Faenza (Italia). Era cada vez más poderoso, y aunque no recibiera dividendos sus bonos anuales eran obscenamente jugosos.
Pero, el 22 de octubre de 2022, a los 78 años, Mateschitz murió. El trío que decidía todo a nivel deportivo había pasado a ser un dúo en el que ya no había ningún propietario. Las acciones pasaron a manos de su hijo Mark, quien designó un triunvirato de gerentes para sacar adelante la compañía. El ejecutivo que quedó a cargo de la división deportiva, Oliver Mintzlaff, fue el mismo que contrató, no hace tanto, al multilaureado Jürgen Klopp para que dirija todo el fútbol de Red Bull en el mundo.
Y aunque Mintzlaff tampoco es dueño, pasó a revestir como superior de Horner. Empezó a supervisar su tarea. Y entonces empezó la guerra. Se formaron los bandos. Comenzaron a acumularse las víctimas.
Horner hizo todo lo posible para quedarse con el poder absoluto. Desdeñó el trascendental papel que Adrian Newey había tenido a lo largo de los últimos años como responsable técnico y, en cambio, se arrogó el éxito.
Cuando estalló el escándalo que involucraba a Horner con su asistente personal, Fiona Hewitson, en febrero de 2024, Newey decidió dejar el equipo. Aceptó la oferta de Aston Martin, que incluía acciones del equipo verde. Hacía tiempo ya que Horner había puesto en la dirección técnica a uno de sus hombres, Pierre Wache. Los dos últimos coches de RedBull, proyectos a cargo de este ingeniero francés, han sido problemáticos y dejaron de ser vanguardia, lo que no impidió que Verstappen ganara el título de 2024 y un par de carreras en 2025. Pero Mintzlaff vio lo evidente: Wache no puede solucionar los problemas de la misma manera en que Newey lo hacía.
El Team Verstappen (Max, su padre Jos, su manager Raymond Vermeulen) también entró en conflicto con Horner. El piloto se quejó durante la segunda mitad de 2024 que no hacían caso a sus objeciones: el coche era cada vez más difícil de conducir. Wache, hombre de Horner, no producía respuestas
De pronto hasta Marko se vio en peligro: el inglés pretendía marginarlo. Verstappen le salvó la ropa asegurando que se marcharía si cesanteaban al veterano asesor.
Desde hacía 16 meses, Horner peleaba en todos los frentes para transformarse en el máximo responsable del éxito y demandar una participación accionaria. Como el 33 por ciento de Wolff en Mercedes o el porcentaje, menor pero no revelado, de Newey en Aston Martin.
¿Cómo podía batallar contra tanta oposición? Contaba con un apoyo fundamental: los Yoovidhya. El hijo de Chaleo -aquel comerciante tailandés al que Mateschitz le compró la fórmula de su brebaje en 1983- y su familia poseen la mayoría de las acciones desde que la compañía, Red Bull GmbH, se formó. Ellos siempre agradecieron a Horner con su respaldo los logros obtenidos. Esa lealtad se mantuvo. Todo indica que se quebró por primera vez en estos días.
La pelea era tensa pero los bandos, equilibrados. Hasta que el coqueteo de Verstappen con Mercedes se hizo público y notorio. Eso lo echó todo a perder.
Max empezó a correr en autos en 2014. Ese año ganó seis carreras consecutivas de Fórmula 3, con apenas 16 años. Wolff lo había visto antes que su compatriota Marko, pero no podía ofrecerle un contrato en Fórmula 1, porque contaba con Lewis Hamilton y Nico Rosberg como pilotos, peleando el título mundial. No había lugar para la joven promesa. En cambio, Marko tenía butacas de sobra, no en Red Bull, sino en su equipo B, llamado por entonces, Toro Rosso. Así fue como el neerlandés ingresó en la F-1.
El director de Mercedes se quedó con la sangre en el ojo, y durante diez años buscó al siguiente Verstappen. Creyó encontrarlo en Andrea Kimi Antonelli, el italiano al que contrató a fines de 2017, cuando el chico tenía apenas once años. En marzo lo hizo debutar en Fórmula 1, y ahora tiene la chance de reunirlo con el Max original. Mercedes ya asignó un presupuesto especial para la Operación Verstappen (casi como cuando John Elkann, el presidente de Ferrari, reservó 400 millones de euros para la Operación Hamilton) y todo el mundo especula cuál es la cláusula de salida en el contrato del campeón mundial que le permita salir del compromiso legal que lo vincula al equipo hasta 2028.
Ese contrato lo conocen pocos. Pero en Red Bull saben de seguro, como se intuye en todo el ambiente de la F-1, que esa cláusula de salida tiene muchas probabilidades de cumplirse, a fin de este mes de julio. También parece más o menos claro que los dueños de la compañía piensan que se llegó hasta este punto a causa de la ambición de poder de Horner.
Sergio Pérez fue durante cuatro años el compañero de equipo de Verstappen, entre 2021 y 2024. En la primera temporada ayudó a su compañero a ser campeón en aquella recordada definición de Abu Dhabi. En los tres primeros años conquistó alrededor del 30 por ciento de los puntos de Red Bull Racing, un poco más en 2023, el año en que fue subcampeón y que el equipo ganó todas los Grands Prix (menos uno) del certamen. En 2024, como consecuencia con la dirección de desarrollo técnico que Wache había decidido, su rendimiento cayó, juntó apenas el 22 por ciento de los puntos de RBR y a los pocos meses de haberle firmado una extensión de dos años a su contrato, Horner le dio salida.
“Sé de una fuente bien segura que están arrepentidísimos”, señaló “Checo” hace un par de semanas. Ninguno de los reemplazos que Horner decidió, Liam Lawson y Yuki Tsunoda, funcionaron. El manager desmintió públicamente a Pérez este fin de semana. A esta altura, es irrelevante.
El mismo domingo, McLaren conquistó el Grand Prix de Inglaterra con Lando Norris y Oscar Piastri; su auto, el MCL39 es el mejor de la categoría. Su responsable es el ingeniero Rob Marshall, que… sí, acertaron, trabajaba con Newey en Red Bull y se marchó de Milton Keynes unos meses antes que su mentor.
El podio lo completó el alemán Nico Hulkenberg, el mismo que en las 238 carreras anteriores de Fórmula 1 en las que compitiera no había podido subirse ni una sola vez al estrado de los vencedores. Hulkenberg conduce un Sauber, que hasta hace dos meses era el peor coche de la F-1. El team suizo, controlado por Audi, dio un fenomenal salto en el último tiempo, dirigido por su nuevo conductor, el inglés Jonathan Wheatley. Sí, adivinaron otra vez: como no le llegaba su oportunidad en Red Bull, se marchó a fines de 2024.
De golpe, el lunes, todo encajó en Salzburgo. Los resultados están mermando; el problema del segundo piloto no se resuelve; los pronósticos para el motor Red Bull del año que viene no eran venturosos, los técnicos renombrados se van y tienen éxito actuando para los rivales, los campeonatos de este año están perdidos. ¿Qué más había que esperar?
Chalerm Yoovidhya se rindió ante la evidencia. El sacrificio se consumó con la esperanza de que Verstappen descarte el cortejo de Mercedes y honre los términos de su contrato.
Y así fue que el Team Principal más veterano que tenía la Fórmula 1, más de 20 años en servicio, perdió el juego del poder. Lo que no quiere decir que haya perdido la ambición de ser propietario.
Renault seguramente escuchará ofertas por su equipo Alpine.
Impresionante descripción de un proceso complejo y difícil de entender ( hasta leer esta fantástica nota). Sin palabras. Brillante
Me dejó con la boca abierta. Qué buena nota, explica todo.