La grieta española
Montmeló vuelve a sonar con el rugido de los motores, pero el verdadero duelo se corre fuera de la pista. Entre Barcelona y Madrid, entre lo público y lo privado. El paralelismo con Argentina.
La Fórmula 1 vuelve este fin de semana a Barcelona, como lo hace ininterrumpidamente desde 1991, cuando se inauguró el circuito de Montmeló. Cincuenta años atrás, había disputado su última carrera en el pintoresco trazado callejero del Montjuich, cuando el estadio Olímpico –dónde hoy juega como local el Barcelona FC- fue utilizado como paddock y los mecánicos trabajaban en los autos desperdigados por el césped.
Montmeló ya es un clásico de la Fórmula 1, pero si la joya de la corona, el circuito de Montecarlo, soporta año a año fuego cruzado por sus características, ¿qué puede pretender un autódromo dónde el tedio también suele volverse protagonista?
Ese no es el problema más grande. Nacido en Asturias, Fernando Alonso se volvió un emblema de la carrera catalana, que corrió en 21 oportunidades y ganó en dos ocasiones, en 2006 y 2013. Era ya un clásico para los fanáticos ir a verlo correr a Barcelona.
Pero apareció un competidor –Carlos Sainz Jr.- y otro más: Madrid. La capital española tuvo esporádicamente F-1 entre 1968 y 1981, y ahora se ganó la chance de volver al calendario, con el fuerte apoyo de Sainz Jr. –que siempre terminó en el Top-10 en los diez Grands Prix de España que corrió- y de su padre, Carlos Sainz Sr., doble campeón mundial de rally, cuatro veces ganador del Dakar y precandidato a la presidencia de la Federación Internacional del Automóvil.
La grieta no es solo entre madrileños y catalanes, naturales o por adopción. También entre modelos económicos. El GP de España cuenta, en la actualidad, con un fuerte subsidio del gobierno de Catalunya, inscripto en la tónica de muchas carreras del calendario, subvencionadas por los gobiernos locales que ven en el acontecimiento la posibilidad de mover las economías regionales.
Madrid, gobernada por el Partido Popular (PP), se aseguró un slot en el calendario 2026 con buena propaganda sobre la esfera privada. Sus organizadores declamaban que la carrera se haría exclusivamente con dinero del ambiente privado, sin reclamarle un duro al erario público. Así se anunció a comienzos de 2024, cuando se supo, de paso, que el fee para tener esa carrera en un circuito urbano en las cercanías del aeropuerto de Barajas rondaba los 50 millones de dólares.
Barcelona paga alrededor de 30 millones por año. Para muchos, el destino de Montmeló estaba sellado. La carrera en Madrid ocuparía su lugar en el calendario. Los Sainz, involucrados con el proyecto de su ciudad –Sainz padre llegó a ser arquero en las inferiores del real Madrid- eran una vidriera espectacular para atraer inversiones.
Pero los recursos privados no acudieron en masa al apoyo del emprendimiento privado y ahora se anuncia un modelo mixto para sostener el compromiso, porque el contrato es por diez años, involucra 500 millones de dólares solo en fees, y el modelo de negocios de la Fórmula 1 no es demasiado contemplativo con el promotor.
Básicamente: la F-1 se lleva lo que se recaude por derechos de televisación de la carrera, publicidad estática e ingresos VIP. Al promotor solo le queda el producido por la venta de tickets. Las cuentas normalmente quedan en rojo: por esa razón son los gobiernos los que solventan el ejercicio. En Madrid se burlaron de este recurso, pero ahora no lo desdeñan…
Por lo pronto, anunciaron precios muy elevados para los mejores sectores de su circuito, para maximizar el ingreso que quedará en sus arcas. En general, una entrada para los tres días de un Grand Prix cuesta unos 500 dólares, salvo en las vegas, dónde ese valor se triplica: allí, el promotor es la misma Fórmula 1, a través de Formula One Management (FOM), la compañía que la controla.
Los organizadores silvestres buscan elevar la concurrencia a niveles cercanos al medio millón de espectadores para los tres días: Silverstone, el Albert Park de Melbourne o el Hermanos Rodríguez de Ciudad de México están muy cerca de esa cifra. Pero los márgenes son estrechos. Como dijo alguna vez Jackie Stewart, “para hacerse millonario en la F-1 hay que entrar con dos millones en el bolsillo”.
¿Conseguirá Madrid los millones que le faltan para destronar a Barcelona o deberá el PP salir en su ayuda a contramano de sus políticas? Ya no es tan seguro que Barcelona vaya a perder su fecha en el calendario 2026, como sí ocurrirá con los Países Bajos por un tema colateral: el gobierno neerlandés decidió incrementar este año el impuesto que se abona por cada ingreso a un espectáculo en su territorio, del 9 al 21 por ciento. Eso recortará el escaso margen de utilidades del promotor que, de esa manera, renuncia a perder dinero. Aunque Max Verstappen siga siendo el piloto más exquisito de la F-1 actual, lo reducido del trazado de Zandvoort, dónde se lleva a cabo la carrera, a 15 minutos de Amsterdam, impide colocar más tribunas y compensar esa pérdida.
Son datos interesantes para evaluar la posibilidad de un regreso de la Argentina al calendario mundial, casi treinta años después de haber salido de allí, al calor de la repercusión que genera el retorno de Franco Colapinto al plantel estable de 20 pilotos de la F-1. En nuestro caso, no hay alternativa: la carrera solo puede hacerse en Buenos aires y las remodelaciones del autódromo solo pueden correr por cuenta del Gobierno de la Ciudad. Dineros públicos.
Durante años, distintos promotores esperaron esa colaboración pública para el negocio privado. Ahora es el turno del empresario Orlando Terranova, exrival de Sainz Sr. en el Dakar, cercano al macrismo –en 2010 fue candidato a concejal en su provincia por el PRO- y que no oculta su desdén por el actual secretario de Turismo de la Nación, Daniel Scioli, que en noviembre pasado se cortó solo yendo a entrevistar con el CEO de FOM, Stefano Domenicali, en Brasil.
Terranova prefiere no perseguir los flashes y moverse con sigilo. OSD, una empresa suya, es la promotora de las carreras de MotoGP en la Argentina. Pero el apoyo de su mecenas, el gobierno de la provincia de Santiago del Estero, dónde se hace la carrera de motos, pudo haberse agotado y la posibilidad de traer el circo a Buenos Aires no se descarta. CABA sigue siendo gobernada por el PRO.
El empresario mendocino armó un equipo de trabajo para llevar adelante las negociaciones y repatriar a la Fórmula 1, pero nada fructificará sin el autódromo en condiciones.
Buena noticia: en septiembre, el trazado entra en proceso de refacciones.
Mala noticia: será para lograr la licencia Grado 2 de la FIA, que permite carreras internacionales, pero no las de Fórmula 1, que solo se organizan en pistas de Grado 1.
En la reciente presentación de su autobiografía, el relator argentino de la Fórmula 1, Fernando Tornello, reveló que el gobierno de CABA lo convocó a conversar sobre el proyecto, pero fue escéptico sobre su concreción: “No veo Gran Premio de Argentina en dos o tres años”, aseguró. Tornello, que con su socio Felipe McGough fueran artífices de la carrera entre 1995 y 1998, asegura a quien quiera escucharlo que “nunca en la vida” volvería a embarcarse en una empresa parecida.
Negocios son negocios. Los países árabes pagan fortunas por sus carreras y elevan el precio que FOM le pone a cada una de ellas. Basta mirar los números recientes del Grand Prix de la Emilia Romagna, en Imola, allí dónde Colapinto condujo por primera vez un Alpine-Renault en la F-1 de 2025, para tener una idea de los problemas que una aventura de este estilo puede causar.
El autódromo “Enzo y Dino Ferrari” de Imola recibió 242.500 espectadores a lo largo de su fin de semana, un notable incremento respecto a los poco más de 200 mil de un año atrás. Esos ingresos le dejaron al promotor una caja de 18 millones de euros. Nada desdeñable.
A eso se le sumó los 15 millones que aportó el gobierno regional de la Emilia Romagna y una subvención del Ministerio de Transporte nacional, de 7 millones. Son otros 22. La suma da 40 millones.
Pero el fee fue de 30 millones y organizar la carrera costó otros 9 millones. La suma, en este caso, da 39.
¿Vale la pena invertir tanto dinero para salir prácticamente hecho? La respuesta es sencilla. El contrato de Imola acaba de vencer, y Domenicali ofrece renovarlo… por 60 millones anuales.
No hay chance.
Es una cifra muy parecida a la que Barcelona deberá erogar si quiere mantener con vida la pulseada con Madrid.
Nunca falta quien se beneficia con la grieta.