Los mejores del mundo
Argentina no solo domina con jugadores de leyenda y títulos recientes, también exporta entrenadores que marcan tendencia en todo el continente. Un recorrido por los hechos sostienen su hegemonía.
Si hay algo que suele predominar cuando se opina sobre la personalidad o la idiosincrasia de los argentinos, es que en muchos lugares se nos califica de soberbios y pedantes. Esto ocurre, principalmente, porque al hablar de ciertos temas tendemos a atribuirnos el mérito de ser siempre los mejores en todo. Podría decirse que hay situaciones en las que resulta difícil sostener tal afirmación, pero también existen otras en las que queda implícito que sí lo es. Y, aunque parezca mentira, es justamente en esos ámbitos donde más se evidencia la necesidad de demostrarlo.
Y, paradójicamente, el fútbol es uno de esos ámbitos en los que casi no haría falta sentarse a discutir, aunque justamente allí es donde más se cuestiona nuestra preponderancia. Por eso, querido lector, desde estas líneas voy a intentar justificar por qué, en materia de fútbol, hoy por hoy los argentinos somos —aunque a muchos les pese— los mejores del mundo.
Si buscamos la justificación a través del legado de jugadores, ¿quién podría animarse a discutirnos? Absolutamente nadie. Desde 1986 hasta hoy, ningún país logró colocar en la cima del mundo a dos fenómenos como lo fueron Diego Armando Maradona y lo es Lionel Andrés Messi: dos referentes ineludibles de calidad y habilidad extrema, dos genios que con sus zurdas hicieron delirar no solo a los argentinos, sino también a los amantes de este deporte que lo observan desde una perspectiva neutral y terminan rindiéndose ante tanto talento. Ya son casi 30 años —29, para ser más precisos— de manera ininterrumpida en los que un argentino ha sido el faro individual de este hermoso deporte.
Si dejamos de lado las individualidades y nos centramos en los logros colectivos de nuestra Selección, la argumentación resulta casi tan sencilla como en el punto anterior. ¿Quién podría atreverse a discutir a un equipo que hoy ostenta los títulos de Bicampeón de América, Campeón de la Finalissima y Campeón del Mundo, y que además lidera con absoluta autoridad la Eliminatoria rumbo al Mundial 2026, con 10 puntos de ventaja sobre su perseguidor más inmediato?
Si a esto le sumamos a quiénes derrotó en esas finales, y el hecho de que ninguna se disputó en condición de local, el mérito se engrandece aún más. Argentina fue Campeona de América venciendo a Brasil en el Maracaná; conquistó la Finalissima frente a Italia en Wembley; y alcanzó la gloria máxima en el Mundial contra Francia, en un partido memorable.
Y si todo esto pareciera poco, podemos agregar el último título: la reciente coronación frente a la Colombia de James Rodríguez en Estados Unidos, considerada por muchos el “cuco” del torneo. Todo esto con un detalle no menor: la ausencia de Messi en gran parte del encuentro, ya que por una lesión en su tobillo solo jugó 45 de los 120 minutos disputados. Ese contexto no hace más que elevar la dimensión de la hazaña conseguida.
Seguramente estarás pensando: “Hasta acá no me contaste nada nuevo, ¿qué sentido tiene enumerar algo que ya está más que claro?” Y tenés razón. Pero siempre hay algo más de lo que podemos sacar pecho, algo más para seguir silenciando a esas voces que destilan envidia y falta de reconocimiento. Como siempre, te preguntarás hacia dónde voy, dónde está la frutilla del postre que justifique, sin lugar a dudas, que el fútbol argentino es el mejor fútbol del mundo. Bueno, preparate, porque allá vamos de nuevo.
Si bien aún queda una fecha para que finalice la Eliminatoria Sudamericana rumbo al Mundial del año próximo, los seis representantes del continente ya quedaron definidos el jueves pasado. A los clasificados Argentina, Brasil y Ecuador se sumaron, en la última jornada, Uruguay, Colombia y Paraguay.
Seguramente te preguntarás: “¿Y eso qué tiene que ver con el fútbol argentino?” La respuesta es: muchísimo. Porque cinco de esos seis seleccionados son conducidos tácticamente por entrenadores argentinos. Ya no somos solo referencia en cuanto a jugadores, también lo somos en la dirección técnica, marcando el rumbo en todo el continente.
Ahí están Lionel Scaloni en Argentina, Marcelo Bielsa en Uruguay, Sebastián Beccacece en Ecuador, Gustavo Alfaro en Paraguay y Néstor Lorenzo en Colombia. Y si querés más, hay más: quienes deben definir el repechaje por la última plaza sudamericana son la Venezuela del “Bocha” Fernando Batista y Bolivia.
Allá lejos en el tiempo, nuestras abuelas solían repetir un refrán para explicar lo que era evidente aunque algunos intentaran minimizarlo: “para muestra basta un botón”. Esa frase dejaba en claro que, sin necesidad de datos excesivos, no tenía sentido discutir lo obvio.
Y lamentablemente para algunos —y afortunadamente para nosotros, los argentinos— todo lo que te enumeré hasta acá es justamente eso: una obviedad. Porque no son opiniones, son hechos, realidades confirmadas. Y cuando alguien no se siente parte, no tiene herramientas para competir o le cuesta aceptar su condición de inferioridad, suele recurrir a minimizar los logros y las virtudes ajenas para intentar ponerse a la altura. Algo difícil en estos tiempos, porque desde aquel gol de Di María en 2021, Argentina no solo se ubicó en la cima del mundo: lo hizo para quedarse.
Esa evolución permanente del gen argentino explica por qué, cuando las Federaciones necesitan un entrenador, ya ni piensan en técnicos propios: miran hacia el sur, miran hacia el país Campeón del Mundo, miran al mejor fútbol del mundo. Sueñan, en el fondo, con ser como nosotros. Como esos “soberbios” argentinos que, en realidad, no somos soberbios ni pedantes ni nada parecido. La verdad es mucho más simple: somos los putos amos de este hermoso deporte llamado fútbol.