Los mejores (mentalmente)
Sinner fue superior a Alcaraz, quien le había dado una estocada en París. Swiatek no dejó dudas -ni games- en la definición. Ambos vivieron meses muy duros y se apoyaron en lo psicológico para salir.
Todos recordamos la definición de Roland Garros: del 2-0 en sets a favor de Jannik Sinner, del triple match point en el cuarto set y del resurgimiento de Carlos Alcaraz cuando la historia parecía firmada. Fue señalada como una de las mejores finales de la historia de los Grand Slams y quedará grabada por muchos años. Por siempre. Y pasó hace nada: poco más de un mes. Aún lo tenemos muy fresco. Todos. Sinner y Alcaraz también. Por eso, un nuevo mano a mano entre ellos por un título de Grand Slam se presentaba como un desafío doble para el italiano. Un reto enorme, gigante. Que trascendía lo deportivo. Era, ante todo, un duelo mental.
"Creo que es la parte de la que estoy más orgulloso, porque realmente no ha sido fácil", destacó Sinner en la conferencia de prensa, ya con la copa de campeón en mano, tras el 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 en la Catedral, que además le permitió cortar una racha de cinco derrotas consecutivas ante Alcaraz. Hombre de pocas palabras, por momentos indescifrable desde lo gestual —dentro y fuera de la cancha—, este domingo en el All England Club se mostró más efusivo, más temperamental. Se dejó ver un poco más: a través de gritos, festejos y puños cerrados.
"Necesitaba esa victoria hoy. Así que sabía la importancia de asegurar el triunfo cuando tuviera las oportunidades. Por eso creo que se vio un poco más de energía en él en los momentos clave, y un poco más de concentración cuando estuvo en ventaja, para ir cerrándole la puerta a Alcaraz", destacó Darren Cahill, coach de Sinner. El mensaje, más allá del juego, Sinner debía darlo desde el semblante. Tenía que mostrarle a su oponente, en todo momento, que estaba entero. Que no había fisuras. Y que estaba convencido de que no iba a dejar que le pasara lo mismo que en París.
Paradojas del destino: Jannik volvió a estar 5-3 arriba, con ventaja de 2-1 en sets, y nuevamente sacó para ganarlo en el 5-4. Esta vez no dudó ni falló. Lo selló con autoridad y conquistó su cuarto título de Grand Slam, con el impresionante registro de haber ganado tres de los últimos cuatro disputados, y de haber jugado la final en el restante: aquel fatídico Roland Garros.
"Hoy fue muy valiente. En el momento importante, fue realmente valiente", remarcó Simone Vagnozzi, entrenador del italiano junto a Darren Cahill. "Después de París fue difícil, pero hablamos mucho. Le dijimos que estábamos muy orgullosos de lo que había hecho. Vinimos acá con el objetivo de hacer un buen torneo. Tuvo una semana de entrenamiento muy buena en la previa, así que confiábamos en que podía tener una gran actuación. Pero, sin duda, su fortaleza mental es enorme. Tenemos suerte de trabajar con un chico como él, que cada día sale a la cancha con la mentalidad y la actitud adecuadas", agregó.
Salir de esta no fue sencillo para Sinner. Como tampoco lo fue atravesar el revuelo que causó su doping y la controvertida sanción que recibió un año después. Los últimos meses del italiano, por más que estén llenos de triunfos y títulos, llevan una huella difícil de borrar. El positivo por Clostebol en marzo de 2024, con una suspensión de tres meses aplicada recién en 2025, después del Abierto de Australia, agitó sus aguas. Y su cabeza. El trabajo mental también fue clave en ese momento. Para salir de eso, como para sobrellevar lo vivido en París, hubo un arquitecto. Con nombre y apellido: Riccardo Ceccarelli.
Ceccarelli se sumó al equipo de Sinner a principios de 2021, cuando aún estaba Riccardo Piatti al mando. Llegó al tenis después de haber trabajado durante más de 30 años en el mundo del automovilismo, especialmente en la Fórmula 1, con una infinidad de pilotos, entre ellos Ayrton Senna, Fernando Alonso y Max Verstappen. "En el tenis, como en la Fórmula 1, el rendimiento depende más del cerebro que de los músculos. Pegarle a una pelota durante tres horas a un centímetro de la línea es, sobre todo, una cuestión de cabeza", remarcaba Ceccarelli a Eurosport hace unos años.
"Nuestro entrenamiento tiene como objetivo generar determinadas situaciones que le permitan percibir sensaciones como ira, desánimo, cansancio, calma o eficacia, y que luego pueda asociar con los distintos momentos vividos durante los partidos", explicaba Ceccarelli. Y sumaba: "Entrenamos a nuestros deportistas para reducir la carga emocional ante los errores, los arrepentimientos, los pensamientos negativos, las derrotas".
A su vez, Sinner hablaba sobre cómo era el trabajo puntualmente: "No hablás con la otra persona a solas, sino que hacés ejercicios en una computadora, y se calcula cuánta actividad cerebral usás para ayudarte a automatizar todo lo máximo posible. El fin es usar menos tiempo tu cerebro". Y agregaba, hace unos años: “He madurado, me comprendo más. Puede parecer una tontería, pero conocerse a uno mismo es fundamental. Lo he trabajado mucho con Riccardo. A veces perdía partidos porque gastaba demasiada energía, pero cuando empecé a admitir que me había equivocado, fui avanzando poco a poco. En el juego me resulta más fácil: olvido el error con facilidad”. Y hoy, a 35 días de París, lo plasmó en la cancha.
De la misma manera, un día antes, en la final femenina, Iga Swiatek arrolló tenística y mentalmente a Amanda Anisimova por 6-0 y 6-0. No fue la primera bicicleta de la polaca en una final importante: ya lo había hecho en Roma 2021 ante Karolina Pliskova. Tampoco fue la primera vez que se dio en un Grand Slam, ya que la enorme Steffi Graf había dejado su huella con un 6-0 y 6-0 ante Natasha Zvereva en Roland Garros 1988. Pero, al igual que con Sinner, el fruto es el título; la construcción, en cambio, viene de antes. Y la flamante campeona de Wimbledon lo tiene clarísimo.
“El hecho de que haya estado llegando a semifinales en lugar de a finales durante seis meses no significa que se pueda descartar todo. Valoro el conocimiento y la experiencia de las personas con las que trabajo, pero, sobre todo, su apoyo, porque el tenis es un deporte muy solitario”, señalaba Iga en París, tras el ruido generado por su sequía de títulos desde la medalla de oro en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, con semifinales en Australia, Roland Garros, Indian Wells, Madrid y Cincinnati, y cuartos en el US Open y Miami, su recorrido no es nada despreciable.
Es cierto. También fue salpicada por un doping, tras un positivo en trimetazidina y una sanción de un mes, luego de que la Agencia Internacional para la Integridad del Tenis considerara que se trató de un contacto involuntario.
Aquí también hubo críticas al por mayor y muchas miradas de reojo, como ocurrió con Sinner. Iga, una jugadora normalmente fría y con pocas demostraciones emocionales en cancha, empezó a mostrarse mucho más irascible, con enojos y reacciones poco comunes en ella. Y comenzó el runrún. Se empezó a hablar. Y la ausencia de títulos, en una tenista dominante y súper ganadora, no ayudó.
El gran revuelo se generó cuando se señaló directamente a su psicóloga, Daría Abramowicz, como una de las causantes del mal momento. El psicólogo deportivo polaco Dariusz Nowicki, referente del área en su país, afirmó que se habían traspasado "ciertos límites" entre Abramowicz y Swiatek. “Es esencial mantener cierta distancia psicológica con el atleta”, dijo en el medio Interia Sport. "Si consideráramos el vínculo solo y exclusivamente desde el punto de vista psicológico, entonces sí estaríamos ante una relación perturbada", agregó, señalando que podía haber "errores de percepción" en su juicio debido a la falta de distancia entre ella y Swiatek.
Iga no dudó. Y así como es certera con su revés, lo fue con sus palabras: “Daria es un apoyo constante para mí, alguien en quien confío. De hecho, confío en todo mi equipo y quiero que la gente de mi entorno lo sepa. Este es mi equipo; yo decido quién lo forma. La reciente presión mediática no crea espacio para un trabajo tranquilo y concentrado. Al contrario, genera un estrés adicional e innecesario”, dijo durante Roland Garros. “Sin el trabajo que he realizado con mi psicóloga y otros miembros del equipo, no estaría donde estoy hoy. Vale la pena recordarlo”.
En Wimbledon, echó por tierra toda suspicacia y dejó en claro que está más fuerte que nunca desde lo mental. Sexto título de Grand Slam, primero en la Catedral. Iga volvió a ser la Iga ganadora. Y ahora que se agarren.