Oklahoma City y Cleveland: dos recetas, dos candidatos y un anillo
Desmenuzamos la identidad de los dos mejores equipos de la temporada NBA, firmes candidatos a ser protagonistas en la postemporada que comenzará el próximo 19 de abril.
LeBron James no tiene dudas: Oklahoma City Thunder y Cleveland Cavaliers son los mejores equipos de la temporada NBA. “Me alegro haber empezado esta conversación -escribió en su cuenta de Twitter-. No se trata de la ‘cara del juego’ y no se trata de una persona o un programa, se trata de la cultura del básquetbol, el juego más bello del mundo. Nuestro juego nunca ha sido mejor. Increíbles estrellas jóvenes de todo el mundo y algunos mayores. Steph Curry debería ser todo lo que estamos hablando hoy. Hablemos de lo grandes que han sido OKC y los Cavs esta temporada con dos estilos completamente diferentes y desglosemos por qué y cómo lo han hecho. Por supuesto que si los jugadores no rinden tenemos que discutir eso también y desglosarlo”.
Si el Rey de la NBA lo pide, en Insiders cumplimos. Oklahoma City y Cleveland lideran sus respectivas conferencias. El Oeste es del Thunder, con cincuenta triunfos y doce juegos de ventaja respecto a los escoltas Lakers. En el Este, los Cavs mandan también con cinco decenas de victorias: la diferencia es menor con respecto a Boston Celtics pero la brecha responde a la consistencia de los últimos campeones.
Oklahoma y Cleveland comparten puntos en común: hace no mucho atravesaron las horas más felices de sus respectivas historias. Al Thunder se le quedó atragantado el trofeo que no fue, después de una era en la que James Harden, Kevin Durant y Russell Westbrook compartieron quinteto. En cambio, Cleveland celebró su anillo: tras marcharse a Miami, LeBron regresó a casa y se cargó al hombro a su ciudad rumbo al primer título de la historia en una remontada inolvidable ante Golden State Warriors.
Ambas franquicias se transformaron en candidatas durante una temporada regular memorable, aunque tomaron diferentes caminos para su reconstrucción y adoptaron estilos distintos. Proyectar una final de NBA supone también un mano a mano de dos identidades disímiles.
Oklahoma City: la falange azul de la NBA
A diferencia de Cleveland, Oklahoma City ya saboreó las mieles del éxito en temporada regular cuando en la campaña anterior finalizó en la cima de la Conferencia Oeste con un récord de 57-25. Pese a la juventud de su plantilla, también ya ha sufrido en carne propia el desconsuelo de quedar eliminados antes de lo imaginado en Playoffs: cayeron en seis juegos juegos en la segunda ronda ante Dallas Mavericks, el quinto preclasificado en el Oeste.
Para la reconstrucción del actual Thunder, el General Manager Sam Presti ha seguido al pie de la letra el manual de la más pura ortodoxia histórica de la NBA. Después de romper en 2019 el binomio All-Star que conformaban Paul George y Russell Westbrook —líderes del equipo durante dos años, con dos derrotas en primera rueda bajo el lomo—, optó por los dos pilares arquetípicos de una refundación: a) conseguir material joven y con mucho potencial, pero aún no pulido, en los intercambios por sus estrellas salientes; y b) la acumulación de la mayor cantidad posible de elecciones de Draft.
Así, mediante traspasos, envió a George a Los Angeles Clippers —deseosos de tenerlo como ladero del recién llegado Kawhi Leonard—, y se hizo con los servicios de un joven Shai Gilgeous-Alexander, que afloraba como un diamante en bruto tras una temporada rookie en la que había promediado casi 15 puntos por juego. El intercambio, en retrospectiva, ha sido considerado uno de los más desbalanceados de la historia, dado que los angelinos concedieron cinco picks de primera ronda: tres propias (2022, 2024 y 2026) y dos originales del Miami Heat (2021 y 2025). A su vez, añadieron dos posibilidades extra de swap entre selecciones (2023 y 2025). Esto significa que, en esos años, el Thunder se adueñó del derecho de escoger entre el puesto propio o el de Clippers, y quedarse con el mejor. En 2023 no hizo uso de tal opción, en razón de su inferior récord en relación el equipo californiano.
Por su parte, a través del draft, seleccionó a Josh Giddey (6º en 2021), Chet Holmgren (2º en 2022) y Jalen Williams (12º en 2022, joyita proveniente del pick que había obtenido en la negociación por George) para conformar una cuaterna a priori temible.
A su vez, la elección del entrenador obedeció también al largo plazo que suele acompañar a esta clase de proyectos clásicos: Mike Daigneault, de tan sólo 40 años, inició su camino formativo en el Oklahoma City Blue —el conjunto G-League del Thunder—, fue ascendido como asistente del coach Billy Donovan para la temporada transicional 2019-20, y se hizo cargo del primer equipo desde 2020.
Daigneault se ha erigido como uno de los directores técnicos de mayor prestigio en la competencia: analítico, metódico y minucioso, con proclividad a los ajustes necesarios y a amoldar su juego en función de las virtudes de sus estrellas. Pero siempre con una idea madre, que sostiene todo el andamiaje del Thunder: hay que marcar los tiempos del partido en función de la intensidad defensiva.
En esto no hay secretos: la clave de Oklahoma City radica en lo bien que defiende, ya que son el mejor equipo de la competencia en esa faceta del juego. Daigneault pregona un estilo asfixiante de mucho pressing y de constantes traps —encierros con doble marcación— a las figuras del oponente, que se traduce en un notable 106,7 en Rating Defensivo. En consecuencia, permiten apenas un 51,0 % de tiro de campo efectivo a sus adversarios, y provocan un porcentaje de pérdidas de 15,5 por cada 100 posesiones rivales. En todos estos registros, se encuentran en el primer lugar de la NBA.
Para este funcionamiento, ha sido fundamental contar con una ventaja que constituye una real anomalía en el básquetbol moderno: sus tres figuras centrales —SGA, Jalen Williams y Holmgren— no sólo contribuyen en ataque, sino que son grandes baluartes defensivos y no reniegan del esfuerzo extra que demanda ese costado del parquet. Pero el éxito del esquema depende de la labor complementaria de los restantes jugadores de rol, por el desgaste que insume y por el rigor e intensidad que el entrenador reclama: el Thunder se encuentra entre los líderes en faltas cometidas por encuentro debido a este factor.
A fin de exacerbar la premisa inicial, Oklahoma City optó por desprenderse de Josh Giddey en la pretemporada —talentosísimo armador, de enorme visión e inventiva—, porque era el eslabón débil del andamiaje defensivo: en los Playoffs 2024 perdió terreno en la rotación por esta misma razón. En su reemplazo, incorporó a Alex Caruso, otrora campeón con Los Angeles Lakers, y hacedor de una carrera NBA gracias a su gran lectura, inteligencia y tesón como marcador individual y de equipo. Simultáneamente, se hizo de los servicios del pivote alemán Isaiah Hartenstein, de prolífica última campaña en los New York Knicks.
Los fichajes fueron premeditados. La defensa del Thunder no sólo tiene esta cualidad opresiva que irrita a cualquier rival, sino que toma un capítulo de la página gloriosa de los Boston Celtics del año pasado: deben conformarse quintetos —en particular, el titular— lo suficientemente flexibles como para permitir el switch entre defensores sin merma alguna, y no pueden existir huecos individuales ostensibles en la faz defensiva.
Oklahoma City, a las enormes habilidades de Shai y de J-Will en el marcaje mano a mano, añade al perro de presa Luguentz Dort como permanente amenaza, el auxilio de Caruso desde el banco, y el complemento de Cason Wallace —jugador de segundo año— y Aaron Wiggins. Todos son intercambiables en formaciones bajas, rotando entre las posiciones 1 a 4 sin generar intersticios explotables. En caso de requerirse un ala-pivot más fornido ante oponentes de mayor envergadura, los restantes Williams (Kenrich o Jaylin) pueden aportar altura sin disminuir el rigor.
Todos ellos son protegidos por Holmgren o Hartenstein en la zona pintada. Mientras Chet es un protector de la pintura más clásico, con constante amenaza al tapón como auxilio tras la superación de la primera barrera (2,71 bloqueos por encuentro), el germano presenta mayor movilidad para las ayudas y la doble marcación. No resulta extraño que, en OKC, el único jugador de rotación que da ciertas concesiones defensivas sea el francotirador Isaiah Joe, cuyos minutos se justifican —justamente— en función de la calidad y volumen de sus conversiones de tres puntos.
Ahora bien, este estilo defensivo tiene un punto débil. O, en verdad, un tiro que Oklahoma City está dispuesto a otorgar y dejar librado a que el adversario demuestre ser mejor desde allí: el triple desde la esquina ejecutado por jugadores de rol. Es el equipo que más lanzamientos permite por esa vía (11,4 por encuentro).
La concesión no es antojadiza. Es fiel a la NBA moderna que pondera los números y las variables, y trata de reducir el margen de error. Daigneault intenta anular a las figuras rivales, y que sean los jugadores complementarios —menos proclives a las grandes luces ofensivas— los que prueben suerte. Los ratings y la posición en la tabla le dan la razón: por algo son la mejor defensa. Pero, por otro lado, es una puerta que deja entreabierta, pues depende de que un equipo rival no caliente la mano por un puñado de partidos en el momento más inoportuno. Así le pasó contra Dallas en la postemporada pasada, y así le ocurrió —por temporada regular— contra los propios Cavs en esta campaña.
En ataque, Oklahoma City basa su juego en tres postulados. Uno, muy vinculado con su faz defensiva: correr la cancha rápido en contragolpe tras robo (10,8 recuperos por partido, franquicia líder de la NBA). A su vez, existe un cuidado casi celoso del balón: es el equipo con menor porcentaje de pérdidas por cada 100 posesiones.
¿El tercero? Verdaderamente contracultural en la NBA de hoy: la fabulosa efectividad de media distancia de Gilgeous-Alexander —de excelsa campaña, candidato al Jugador más Valioso— y Jalen Williams. El 12% de los lanzamientos del Thunder oscila entre los 3 y los 5 metros de distancia, una cifra que casi duplica lo que realiza Cleveland, por caso.
Ello no le hace restar efectividad a su juego colectivo ofensivo (Rating de 119,5; quinto en la competición), pero claramente es muy dependiente de la creatividad de ambas figuras, pues los restantes miembros giran en derredor y se alimentan de lo que ellos generan. Pero también obedece —en otra particularidad quizás anacrónica en estos tiempos— a que OKC no es un equipo triplero: se ubica apenas 9º en intentos por esa vía, con una efectividad del 36,4 % (apenas 12º en la Asociación).
Este es el otro Talón de Aquiles con el que se puede encontrar la franquicia en Playoffs. La dependencia en SGA y en Williams para el armado y creación de tiro, más el poco lanzamiento externo, puede congestionar la pintura en situaciones apremiantes y generar un estancamiento ofensivo en una noche poco precisa, tal como aconteció en la final por la NBA Cup contra los Milwaukee Bucks.
Cleveland y su caballería morada de la anotación
La refundación de los Cavaliers es una demostración clara de que los caminos con Oklahoma City se entrelazan y se asemejan por momentos, pero —en el fondo— no son idénticos. Tras varios años en el ostracismo como consecuencia del alejamiento de LeBron James, Cleveland pudo acopiar talento a través del Draft: Darius Garland en 2019 (quinta elección) y Evan Mobley en 2021 (tercer pick). Por añadidura, pudieron aprovecharse de un Brooklyn encandilado por las luces de la llegada de James Harden a la Gran Manzana para birlarle —en aquel trade a cuatro bandas— a Jarrett Allen.
Sin embargo, el actual proceso comenzó a conformarse a partir de un ineludible impacto de agencia libre: trocó futuro por presente cuando, en 2022, se hizo de los servicios del All-Star Donovan Mitchell, procedente de Utah Jazz, a cambio de un jugoso pack (cinco primeras ruedas, Lauri Markannen, Collin Sexton, y Ochai Agbaji). Para esta temporada, llenó el casillero que le faltaba: el codiciado entrenador Kenny Atkinson, con pasado en la liga y con amplio pedigree como asistente tanto en Atlanta Hawks a las órdenes de Mike Budenholzer como en Golden State Warriors bajo el ala de Steve Kerr, asumió el cargo.
Atkinson sabía que llegaba a una franquicia cuyo antecesor, J.B. Bickerstaff, había impregnado al plantel de cualidades defensivas (6º en 2023-24), pero que tenía un ritmo de juego letárgico y un ataque mediocre pese al talento de su plantilla. Ante este panorama, su pasado reciente en San Francisco hizo mella inmediata en Ohio: Cleveland es el conjunto con mejor ataque de la NBA.
El nuevo entrenador aceleró el pace de la escuadra (pasó del 22º al 6º puesto) y —manteniendo el rigor y la disciplina en defensa (7º en la actual campaña)— asombró con un impactante 122,9 de rating ofensivo, para ser el dominador de este rubro por amplio margen.
La receta —a diferencia de Oklahoma City— es más clásica para los tiempos que corren: buena dosis de triples, mucho movimiento de balón, y explotación de la altura de sus internos para canastas fáciles bajo el aro. El juego de midrange es obviado, excepción hecha de Garland y —en menor medida— el sorprendente Ty Jerome.
Esta aceleración que le imprimió a su equipo, con particular interés en la multiplicidad de pases para encontrar al mejor tiro posible, tuvo un inmediato impacto en la rotación: los minutos de todos sus jugadores estrella disminuyeron, con Mitchell gozando de la menor cantidad por partido de su carrera. Es una receta que su maestro Budenholzer ya practicó en Atlanta y en Milwaukee, y que tiene por propósito no sólo mantener la frescura de los jugadores durante la campaña, sino aumentar su eficiencia y productividad. Máxime cuando Cleveland tuvo antecedentes de lesiones en todos sus jugadores de renombre la pasada temporada.
A su vez, Atkinson modificó la rotación de su plantel, intercalando a las estrellas de modo tal que —casi— siempre dos de sus tres puntales (Mitchell, Garland y Mobley) estén en cancha. Decidió reconvertir a Mitchell en un escolta más tradicional, con menos caudal de posesiones en sus manos, confiriéndole un mayor uso del balón a Garland y al relevista Jerome. A su vez, eligió no tener un pivot suplente, alternando entre los titulares Allen y Mobley en esa posición, procurando alineaciones algo más bajas pero de mayor versatilidad.
El impacto se ve reflejado en la mejora individual de todos y cada uno de los miembros del conjunto habitual. Garland y Mobley, en particular, se erigieron como All-Stars por primera vez, constituyendo una gran compañía para Mitchell. Garland está teniendo una temporada de ensueño, con un aumento en la precisión de media y larga distancia (48,6 % de campo y 42,0 % de tres puntos), y manteniendo sus números en asistencias (6,7 por partido) pese a la merma de minutos. Mobley, por su parte, desarrolló más su antes rudimentario juego de poste bajo, y agregó el lanzamiento externo a su arsenal, a fin de volverse un stretch four que abre el juego para sus guardias anotadores y que no colisiona en la zona pintada con Allen.
Allen, por su parte, promedia un 70 % de efectividad en sus tiros, gracias a que es conocedor de su limitado abanico ofensivo, y lo explota al máximo: constante amenaza en lobs y alley oops, el resto de su labor anotadora es cosechado con puntos de basurero y barriendo el tablero.
Para ser jugador de rol en Cleveland, es requisito sine qua non ser triplero. O, cuanto menos, generar cierto temor rival en esa faceta. No por nada el conjunto es el cuarto en lanzamientos de tres puntos intentados, y el primero en efectividad con un 39,5 % de eficacia. Max Strus —lesionado al inicio de la campaña y de gran 2023-24— y el escolta sustituto Sam Merrill son expertos en la materia, pero también a Isaac Okoro y Dean Wade —más conocidos por sus labores de marcación— se les exige mantener el spacing: sus tiros de 2 son la excepción.
En cuanto a la defensa, Atkinson mantuvo los guarismos pero alteró el estilo, a fin de compensar el desnivel de su quinteto inicial. Dado que Mitchell y Garland —como contrapunto evidente a OKC— son infinitamente mejores en ataque, incorporó mucha zona con el objeto de minimizar sus costos. No marcan a presión constante sino que tienen una primera línea que se sabe endeble, pero que es auxiliada por detrás con una fortificación que lideran Allen y Mobley juntos. Sin embargo, el andamiaje es lo suficientemente flexible como para retirar a uno de ellos —generalmente Allen— si se requiere mayor movilidad perimetral, en una alternativa a la que Bickerstaff era más reacio.
Okoro —especialista en marcaje individual de intensidad— sustituye a Strus dependiendo de la faceta del juego a la que haya que conferir mayor énfasis, pero Wade en particular es un alero ágil con altura de ala-pivot moderno, lo que le confiere versatilidad pese a su libreto ofensivo escueto.
Pese a las diferencias, Cleveland parece haber tomado nota de Oklahoma City en un par de movimientos de cara a la postemporada. Se deshizo de Caris LeVert —hasta hace poco su vía de anotación desde el banco— y lo despachó hacia Atlanta, a cambio del potencial defensivo del alero De’Andre Hunter. El fichaje genera mucha intriga, pues sus dotes en marcaje individual y fuera del balón son conocidos, pero añade dos particularidades de las que carecía el roster de Cleveland hasta aquí. Por un lado, permite conformar alineaciones altas o bajas según las necesidades, con auxilio permanente de Hunter, en un rol semejante al de Dort o Caruso en OKC. Y por otro, incorpora una figura complementaria de cierto renombre al esquema ofensivo, que promediaba 19 puntos por encuentro con los Hawks, con una efectividad del 42 % de tres puntos. En otras palabras, Hunter es una amalgama perfecta y mejorada de las virtudes que Strus y Okoro brindan al conjunto Cavalier.
Una vez mas, brillante! 👏🏽
Básquet de alto nivel por parte de ambos equipos veremos en el mano a mano