Para la historia: Martínez volvió a ganar en Japón
Martínez se impuso en una pelea dramática ante Kazuto Ioka y retuvo su título mundial supermosca en otra actuación memorable.
El puño en alto, los dientes apretados, los ojos llenos de lágrimas y un grito entrecortado. Esa fue la descarga emocional que el porteño Fernando Martinez eligió para ponerle el broche de oro a un año de ensueños y escalar definitivamente al firmamento mediático. Poseído por una energía intangible y el embrujo mágico de Pascualito Perez, Horacio Accavallo y Nicolino Locche, campeones que hicieron historia en la tierra del sol naciente, el Puma le ganó nuevamente por puntos, en fallo unánime, al japonés Kazuto Ioka y conservó su condición de campeón mundial supermosca de la Asociación Mundial de Boxeo, en el Ota City de Tokio.
En un momento donde la tendencia depresiva del boxeo argentino se acrecienta por la acumulación de malos resultados y el escaso capital boxístico capaz de dar la talla en el primer nivel, lo hecho por el Puma Martínez nuevamente en tierras niponas reporta una grata esperanza de cara al futuro. Ganarle por segunda vez a un boxeador como Ioka, de 36 años y un récord de 31 victorias, cuatro derrotas y un empate, no solo sirve para seguir siendo campeón: también confirma su calidad boxística y solidifica las posibilidades de unificar con el estadounidense Jesse Bam Rodriguez, monarca del CMB.
Consciente de los peligros que significaba afrontar una revancha en el mismo patio de la casa de su rival, el Puma Martinez se encargó de redoblar esfuerzos físicos y superar boxisticamente lo hecho el pasado 4 de abril, donde ganó ampliamente por puntos y se transformó efímeramente en monarca supermosca unificado de la AMB y la FIB. Hoy ya no posee esa condición porque la FIB, por cuestiones reglamentarias, decidió quitarle en un escritorio su cinturón.
Lo que hizo el boxeador nacido en el barrio porteño de La Boca y que es entrenado por el profesor Rodrigo Calabrese, estuvo nuevamente a la altura de las actuaciones más épicas de la historia de nuestro boxeo, causando sorpresa y admiración en los espectadores que asistieron al emblemático estadio de las afueras de la capital japonesa para brindarle apoyo al púgil local. Sobre todo, por el estoicismo y la determinación con que sobrevivió a los momentos adversos que le presentó el match y la manera en que mantuvo el ritmo y la forma para evitar ser perjudicado en un hipotético fallo localista.
El arranque furioso de ambos supuso una pelea corta. Sin embargo, El Pumita se mostró muy ofensivo en los primeros seis rounds y marcó mucha diferencia con los golpes por línea interna. Esto obligó al japonés a trabajar con mucha movilidad de cintura y a plantear, algo incómodo, las maniobras ofensivas en la media distancia.
Sin embargo, los únicos momentos en que Martínez padeció la potencia del local se dieron en el 8° y el 10° round, cuando recibió un cross de izquierda que lo mandó a la lona y abrió un período de incertidumbre. Así y todo, logró sobreponerse en los rounds siguientes y volvió a tomar el mando de las acciones con insistentes golpes al rostro. Motivado por la merma física del Samurai japonés, El Puma se prestó de manera peligrosa al intercambio de golpes hasta producir un quiebre anímico y cerró de muy buena manera el combate. Algo que fue vital en la puntuación final de las tarjetas de los jueces, que vieron ganador al argentino 115-112, 114-113 y 117-110.
En medio de la mediocridad general de púgiles que salen al exterior en busca de cobrar bolsas en dólares para saciar necesidades, Fernando Martínez sigue sustentando el sueño de sacar a los suyos de la pobreza con trabajo y responsabilidad. Va donde le toque contra quien le pongan en frente. Siempre de visitante y asumiendo riesgos. Tiene hambre de gloria. De él y sus manejadores dependerá usufructuar este logro con otra pelea grande. Por lo pronto, quedó a un combate de igualar a Pascual Pérez en la cantidad de defensas realizadas y ganadas en la tierra del sol naciente ante boxeadores locales (Yoshio Shirai, Kenji Yonekura y Sadao Yaoita). Un dato que refleja su grandeza.