Paz, gloria, orgullo y satisfacción: Yas Nizetich y un final de película
Desde Grecia, dialogó con Insiders tras su retiro. Las emociones de un final perfecto y en familia. Una voleibolista agradecida con el universo.
Un final perfecto, ideal, magnífico, soñado. Así lo describe. Una mezcla de paz, felicidad, orgullo y satisfacción. Ése es el remolino de sentimientos que anidan en su cuerpo. “Soy profundamente agradecida. Y me pregunto: ‘¿Por qué tanto?’. Es un montón. Un montón. Le agradezco al universo”, dice desde Atenas, Grecia, en diálogo con Insiders.
No suele usar palabras grandilocuentes. No le agrega “chimichurri” a su discurso. No es, tampoco, una deportista de las que se ponen el casete y entran en piloto automático: suele ser muy precisa y pensante al momento de hablar; cada palabra tiene un sentido. Por eso, aunque todos esos adjetivos y sensaciones parezcan pomposos o rimbombantes, en este caso aplican a la perfección.
Yamila Nizetich, o simplemente “la Yas”, cordobesa de tonada inconfundible, anunció su retiro del vóley profesional.
Lo hizo luego de alcanzar la triple corona con el Olympiacos griego: alzó primero la Supercopa, luego la Copa de Grecia y cerró el círculo con Liga Griega, el último domingo, a los 36 años.
Tenía decidido el adiós hace algunos meses, pero no sabía que el capítulo final podía ser tan perfecto. Tan ideal que le parece mentira.
Lloraron de emoción junto a Pablo Griboff, su marido y preparador físico del Olympiacos –fue también el PF de la selección femenina de Francia en París 2024-, pero también con sus padres, Olga y Juanca, que viajaron especialmente a Atenas para las finales, y hasta con Fénix, su perro, la mascota familiar que fue adoptada por todo el equipo.
Capitana y símbolo de Las Panteras, capitana de equipos italianos –la NBA del vóley-, mejor receptora de una temporada de la Liga Italiana, campeona de la Champions League 2018/19 y marca registrada en carácter, liderazgo y pasión, a mi juicio se erigió en la voleibolista argentina más influyente de los últimos veinte años.
Querido voley …Mi corazón te amara siempre, pero mi mente y mi cuerpo saben que es el momento correcto de dejarte…
Me voy feliz, en paz, vacía.
Lista para lo que se viene …
GRACIAS INFINITAS …
Hasta Siempre ….
Yas Nizetich #3
Con esas palabras, “la Yas” cerró su posteo en redes.
El pasado domingo, con una actuación muy sólida, que permitió que Olympiacos celebrara una nueva corona en el centenario de la institución, jugó por última vez como voleibolista de élite: anotó 12 puntos y fue determinante en el quinto y decisivo capítulo.
Ese camino en el profesionalismo había empezado en 2005, en 9 de Julio Olímpico de Freyre, Córdoba, y se cerró en la cuna del olimpismo, dos décadas más tarde, después de haber pasado por clubes de España, Francia, Alemania, Turquía, Italia y Grecia, además de una breve incursión por Azerbaiyán.
“Me siento súper agradecida con todo y con todos. Y le doy gracias al universo. Mi mamá me decía: ‘Bueno, gorda, te lo merecés’. Y yo le respondía: ‘Sí, pero esto es un abuso’. No puedo creer lo perfecto de este final de mi carrera”, insiste, muy emocionada.
“Ganamos las tres copas que jugamos en Grecia en 2024/25, y lo hice sintiéndome feliz, con mis viejos en cancha, con Pablo como compañero de toda la aventura, y con Fénix, nuestro perro, también muy cerquita. Y me retiré jugando bien. Si hubiera pedido más, a esta altura no había más nada. Por eso le digo gracias al universo”, remarca.
Los pilares de su carrera profesional se cimentaron en Banco Nación, de Córdoba, donde se inició y creció rápidamente, con una suma de características deportivas y personales que la transformaron en una aparición explosiva.
Creció ahí, en el club, porque sus papás eran los encargados de la cantina de Banco Nación, y se desarrolló cuando Mauro Lucero, su entrenador, y Rubén Pérez, un adelantado en preparación física y motriz, fueron puliendo ese diamante en bruto que apareció rápidamente en la vidriera de las selecciones nacionales.
Con la celeste y blanca debutó en 2004, en el Sudamericano de Menores en Ecuador. En 2006 ya era parte de Las Panteras, con las que jugó de manera oficial hasta la Copa Challenger de Filipinas, en 2024. Veinte años vestida con los colores de la Bandera.
Dos décadas de pasión albiceleste desde aquel Sudamericano de 2004 en el que se la ve, en la primera foto del posteo del adiós, con una sonrisa gigante, una copa en alto, la cinta de capitana, su figura espigada y esos ojos de los que siempre salió el fuego de su personalidad.
¿GARRAS AFILADAS? NO, GARRAS EMOCIONADAS
“Me emocioné mucho en la previa. El día del partido con el que ganamos el título salí a hacer mis ‘cositas’ antes de la entrada en calor. Todo el ritual para ponerme a punto. Y me dieron unas ganas de llorar increíbles”, describe Yamila.
“Sentía un nudo en la garganta. No de tristeza, sino de emoción, una emoción muy fuerte, porque estaba convencida de que íbamos a ganar, por lo que iba a ser el último partido de mi carrera”, añade en referencia al juego del último domingo: como en el anterior, sufrieron para ganarlo 3-2 y, de ese modo, cerraron 3 a 0 la serie final contra PAOK de Tesalónica.
–¿Cómo fueron los días previos a esa final, a ese día del adiós?
–Los últimos días fueron súper emocionantes. Era “el último todo”. Por ejemplo, en el segundo juego, en Tesalónica, era el último viaje con un equipo profesional. Y el último partido de visitante de mi carrera. Después, al volver a Atenas, la última vez en el gimnasio de pesas y el último entrenamiento previo a un partido.
–¿Cuán emocionante fue vivir eso con tus papás en cancha?
–Con mis viejos organizamos el viaje para que me vieran retirarme campeona. Pero no había ninguna seguridad de que ganáramos la Liga, aunque yo sentía que éramos favoritas. De hecho, ni siquiera habíamos jugado las semifinales al momento de comprar los pasajes. Pero yo tenía una gran seguridad interna. Y desde que llegaron, Olga y Juanca hicieron todo lo posible para que yo estuviera bien y fueran días inolvidables.
Aunque Yas es obsesiva con los cuidados en la alimentación, y su familia lo tiene muy claro, Olga y Juanca llegaron a Grecia con un cargamento de “ricuritas”. En las valijas que llegaron desde Córdoba había, entre otras cosas, facturas de El Roble, una panadería muy cercana a la casa de los Nizetich: las que tienen crema pastelera son la perdición de la voleibolista. Olga también llevó alfajorcitos de maicena hechos por ella, discos de empanadas y dulce de batata y membrillo para hornear pastafrolas para Pablo. Para los días de vacaciones que pasarán en familia quedaron las galletitas Bagley surtidas, del paquete rojo, un salame de Colonia Caroya, ciervo ahumado de la Patagonia y varios paquetes de yerba. A veces, mimar a la familia es tan simple como hacerle cariñitos al paladar. Sobre todo, si esos sabores no son cosa de todos los días.
–¿Cómo te “mimaron” tus viejos y Pablo, tu marido, durante toda la serie final?
–Mis viejos y Pablo hicieron todo para que yo viviera a pleno estos días. “Dejá que yo cocino”, decía alguno. “Nosotros nos vamos a dar una vuelta así vos dormís una siesta y descansás”, comentaban mis viejos. Olga y Juanca tuvieron un montón de gestos, como si me quisieran decir esto: “Estamos acá, acompañándote, y queremos que pienses sólo en descansar y estar físicamente a pleno para disfrutar del vóley”. Inclusive, no se alojaron en casa, sino en un departamento que buscamos por Airbnb, para que yo también tuviera ciertas rutinas. Lo más lindo, además del día de la coronación, fue que pedimos permiso y mis viejos estuvieron en el último entrenamiento antes de la final. Llevaron el mate y todo el mundo los saludaba. Fue todo muy especial.
–Pablo también es clave en tu vida deportiva. ¿Cómo fue trabajar juntos en la última temporada de tu carrera?
–Pablito fue el único que realmente vio mi día a día durante tantas temporadas. Casi desde el día cero en Europa. Haber cerrado mi carrera junto a él es algo increíble, el broche de oro. Él también lo disfrutó un montón. Terminó el partido y nos buscamos. Nos dimos un abrazo y nos largamos a llorar los dos.
Vivimos toda la temporada juntos y ganamos las tres copas, porque él también es parte del equipo que las ganó. Es algo alucinante. No puedo pedir más. Como pareja fue muy, muy lindo. Cerrar este ciclo, mi carrera profesional, con Pablo a mi lado es algo increíble. Porque además él fue protagonista, él tiene su mérito para que todo el equipo haya estado impecable físicamente. Fue algo magnífico, algo soñado.
–Más allá de la emoción, Pablo siempre te potenció con su sabiduría. Le dedicaste unas palabras muy tiernas en tu posteo: “Sin vos, nada de todo esto hubiera sido posible. Gracias por mantenerme enfocada, fuerte y sana”.
–Pablo estaba muy pediente de que yo terminara bien mi carrera. Me decía que merecía terminarla de la mejor manera. Era la última temporada, con 36 años, y sabemos cómo pesan a esa edad las lesiones y las molestias. Y haberlo tenido a él como preparador físico, y que podamos hacer todos los planes de entrenamientos juntos, fue clave.
No todos los deportistas tienen esa suerte. Por un lado, tener a un marido y a un hombre como Pablo. Y después, lo que es como profesional. ¡Un profesional del carajo! Me hizo los planes y me pudo guiar para brillar a los 36 años. Con 21 años desde que debuté en selecciones argentinas y la mitad de mi vida jugando en Europa, el cuerpo podía pasarme factura. Pero terminé ‘volando’, fuerte, sana. Se lo debo a Pablito. En gran parte, el mérito es de él.
–Con la decisión ya tomada desde hace meses, y todo un entorno muy propicio, muy cuidado, ¿estuviste rememorando mucho sobre tu trayectoria en estos días?
–Sí, estuve rememorando mucho en los días previos. Buscaba fotos y pedía imágenes a personas cercanas, sobre todo a mis viejos. Y empecé a irme para atrás, para atrás y para atrás. Y llegó un momento en que dije: ‘¡Mirá cuánto tiempo pasó, cuántos viajes, cuántos momentos, cuántas compañeras de clubes, de Selección!’. Mientras repasás todo eso hacés como un mini-resumen. ¡Todo lo que pasó en el medio!
–¿Y qué sensaciones te produjo ese recorrido hacia el pasado?
–Ver ese recorrido, a través de las fotos, me puso súper orgullosa y me hizo ser súper agradecida de todo lo que viví, lo que logré. ¡Y hasta dónde llegué! Es una cosa increíble. Increíble. El que no estuvo muy cerca de mí no puede tomar real conciencia o real dimensión de lo que fue mi carrera. Posta, eh. No pueden.
–El recorrido es imponente, pero el cierre no podía ser mejor. ¿Qué lugar ocupa esa coronación en tu carrera?
–Es un momento que no me voy a olvidar nunca. Obviamente, viviré otras cosas alucinantes en mi vida, pero cerrar mi carrera así es algo para lo que no me alcanzan las palabras. Me parece una cosa fuera de lo común. Porque podemos discutir si me lo merezco o no me lo merezco –más allá de que sólo quienes están muy cerca saben el laburo que hubo detrás de estos éxitos-, pero podríamos haber perdido la final. O podría no haber jugado tan bien. Qué sé yo. Por eso, como yo digo, “es un abuso todo esto”. Y me pone súper orgullosa.
–¿Cómo te sentías dentro de la cancha durante las finales y más específicamente durante el último partido?
–Ahora me siento súper satisfecha, en paz, feliz. Durante la final, más allá de que terminé llorando de emoción, no paraba de sonreír. Esa sensación es única. De lo mejor. Porque no tengo reproches ni arrepentimientos. Y después lo hablé en la cena de celebración del equipo. Las chicas me decían que me veían en paz, feliz, centrada, enfocada. Y yo sentía eso: como que “flotaba”, sobre todo en semifinales y en las finales. Ahí se mezcló todo lo que había hecho en mi carrera: la experiencia, el liderazgo, la calma, el disfrute. Todo eso estaba ahí conmigo, en mi cuerpo, en mis sensaciones.
–Así te veía el resto a vos. ¿Sentís que pudiste transmitir esas cualidades al equipo?
–Mis compañeras me dijeron que les transmitía calma, paz, liderazgo, pero a la vez también veían en mí esa garra tan característica, esas ganas de ganar. Ese combo fluyó de manera alucinante. Es algo que también había hablado hace tiempo con César Bernhardt, mi psicólogo deportivo, que me decía que lo importante es la carrera, y no tanto el final, porque a veces no depende de vos y terminás perdiendo una final o te retirás por las lesiones. En cambio, para mí fue todo perfecto. No había nada más para pedir. Sólo me queda agradecer.
–El partido final estuvo complicadísimo y el tie-break fue muy chivo. Estaban 14-14 y pegaste una diagonal terrible. Explicame esa explosividad a los 36 años.
–Me la dieron y yo le pegué. ¡Vi el huequito y le pegué! Venía muy tranquila, muy enfocada en el partido. Sabía que se nos había complicado, pero sentía que lo íbamos a ganar. Así que me vi abierta y ataqué ahí. Pasó el bloqueo y se clavó. ¡A la mierda! Alguien lo puso en Instagram como el último punto de mi carrera. Y sí, fue el último. Un 15-14, en el tie-break. Nada mal, ¿eh? El punto siguiente fue un ace de la capitana. ¡Y ahí salimos campeonas!
–¿Qué fue lo primero que hiciste al terminar el partido?
–Lo abracé a Pablo y nos pusimos a llorar. Cuando me di vuelta, estaban mis papás en la tribuna, llorando y filmando. Increíble. Después me acerqué a ellos. Lloraban un montón. Y todas las chicas del equipo me abrazaban, me felicitaban. Es como que todo el mundo estaba pendiente de eso. Me felicitaban y estaban felices de que mi carrera se hubiera terminado de esa manera. Bianca Farriol, la otra argentina del plantel, también estuvo muy cerca. Hay fotos nuestras sonrientes, hay fotos llorando de emoción. Después, Bianquita me hizo una carta relinda. A la cena del equipo llevé la camiseta y todas mis compañeras la firmaron y me dejaron su dedicatoria. Pablo me regaló una cadenita de oro con un ojito turco. Y una carta, también. ¿Qué más puedo pedir?
–Vos y Bianca festejaron con banderas argentinas en los hombros. Otro sello muy particular.
–Lo de ponerme la bandera al hombro fue un momento muy, muy lindo. Me hizo acordar a la coronación en la Champions, en Berlín. Cuando terminaron todos los festejos, nos dieron las tres copas y un montón de fotógrafos empezaron a pedir: “Que venga la Yas, que venga la Yas, así le sacamos fotos con su familia y las tres copas”. Y cuando me hicieron una nota televisiva, me trajeron la planilla estadística del partido y me la reglaron para que la guardara. Hasta los periodistas estaban pendientes de que yo estuviera feliz.
–Ahora que mencionás la Champions, que seguramente está entre tus momentos top. ¿Qué lugar ocupa en tu carrera esta temporada en Grecia?
–Si armo un podio de momentos inolvidables, podría poner la clasificación olímpica a Río 2016 con las Panteras, ganar la Champions League de Europa y esta triple corona en Grecia. Son mis tres momentos alucinantes. ¡Por suerte, también hay muchos más! Y hay muchos de los otros, obviamente. Y pongo esta temporada en Grecia en ese podio porque fue “redondita” y muy simbólica en todo sentido.
–Imagino que el cariño que recibiste en Olympiacos no quedó sólo entre tus compañeras o el cuerpo técnico. Además, tienen una hinchada que es una marca registrada.
–Los fanáticos fueron muy importantes. Y todo el entorno de Olympiacos me agradecía. Todos. “Ojalá te quedes en el club en otro rol”, decían algunos. “Te queremos. Ya sos una de nosotros”, decían otros. También el presidente y el vicepresidente del club me felicitaron y me agradecieron: dijeron que estaban muy contentos por mi paso por el club. La mamá de una de las pibitas más chicas de nuestro plantel también me habló: “Más allá del vóley, se nota que vos y tu marido son excelentes personas. Siempre tendrán un lugar en Atenas”. Cosas así, muy emocionantes. Fueron días fuertes, fuertes.
Fuerte, muy fuerte, como le pegaba Yas a la pelota.
Emocionante y pasional, cargado de gestos simbólicos, como era ella dentro de una cancha.
Precisa para los recuerdos, como su recepción: el karma en sus comienzos, una virtud que explotó en sus años de plenitud.
No puedo negar que suena raro redactar estos últimos verbos en pasado. Es lógico. Se retiró una jugadora que fue puro presente durante las dos décadas en las que escribimos sobre ella, en la que estuvimos pendientes de una trayectoria prodigiosa y exuberante.
Sólo queda decirle gracias. Y buena vida después del vóley.
Fotos: Gentileza especial y redes sociales de Yas Nizetich, Volleyball World y Fabio Cucchetti.