Las lecciones de un viejo Lobo
Salvador Daniele es un retrato de los últimos cuarenta años del fútbol argentino. En esta entrevista exclusiva con Insiders transmite las conclusiones de cuatro décadas al frente de planteles.

Este hombre es el retrato de la historia y la suya empieza así.
Era una tarde de 1984. La democracia en Argentina gozaba apenas de algunos meses de buena salud. Cesar Milstein ganaba el Premio Nobel en Medicina por su investigación sobre anticuerpos. En el cine se estrenaban Amadeus, la película que se transformó en culto sobre la vida de Mozart, y la taquillera Los Cazafantasmas. Queen y Van Halen sonaban en todas las radios del mundo. Fito brillaba con Del 63 y Virus experimentaba con Relax. Independiente obtenía su séptima Libertadores y Michel Platini era elegido como el mejor futbolista del planeta.
En simultáneo, empezaba una historia que sobreviviría al paso del tiempo. Salvador Norberto Daniele colgaba los botines de urgencia y se transformaba en director técnico de un equipo de fútbol por primera vez. Tenía 33 años y era el arquero suplente en un Colegiales que deambulaba por la vieja Primera C. El técnico era Eduardo Urbano. En las primeras fechas el equipo acumulaba resultados magros y actuaciones aún peores. La ecuación era insostenible: una victoria, un empate y cuatro derrotas. La Comisión Directiva estaba desarticulada. El presidente Miguel Ángel De Renzis, referente del peronismo de Vicente López y relator de fútbol, se peleó con algunos pares y renunció. Con él, varios más. El club quedó en manos de Norberto Oneto, un político desarrollista con muy poco para ofrecer a nivel económico. Prácticamente acéfalo.
“Se va Urbano. Vienen los de la hinchada y me sugieren la posibilidad de dirigir y ahí empezó todo” -recuerda hoy Daniele, a los 73 años y cuatro décadas después, con 1.184 partidos encima y una infinidad de anécdotas en una carrera inagotable que ahora lo tiene al frente de Villa Dálmine. “Le dije a los que eran mis compañeros que si yo me alcanzaba a poner el silbato, iba a ser el técnico. No iba a ser el verdugo ni nada de eso, pero dejaba de ser un compañero de ellos. Fue una decisión importante porque tenía 33 años nada más”.
Daniele asumió en la séptima fecha con un triunfo categórico por 3-0 sobre Deportivo Merlo. Bajo su conducción, el Tricolor desarrolló una campaña notable: “Fue espectacular. Nosotros nos quedábamos con las recaudaciones de las boleterías y repartíamos entre los muchachos. Le dábamos a los casados, a los que tenían familias… Compré televisores en un remate y los rifábamos para irnos manteniendo. Tuvimos a tres jugadores en la tabla de goleadores del campeonato. Salimos terceros, después del campeón San Miguel y Almagro, y perdimos en semifinales con Defensa y Justicia”.
Daniele atraviesa las décadas con su vigencia como bandera. Durante los últimos cuarenta años dirigió equipos al por mayor, una lista interminable: Deportivo Merlo, All Boys, Deportivo Morón en cuatro etapas, Almirante Brown, Atlanta, San Martín de Tucumán, Douglas Haig, Deportivo Quito, Macará y Éspoli de Ecuador, Defensores de Belgrano, Aldosivi, Barracas Central y Villa Dálmine.
Su vida también es una línea de tiempo que sintetiza y ejemplifica la evolución futbolística en todos sus aspectos. Del amateurismo de aquel fútbol de los ochenta, con una hinchada que decidía al entrenador y un DT que organizaba la parte económica del plantel con rifas para pagar los sueldos en un mundo sin internet ni goles por televisión, a este profesionalismo de un 2025 de concentraciones, representantes, premios por objetivos, psicólogos, nutricionistas y video analistas. En el camino ascendió con Merlo, salió campeón con Morón en 1990 y festejó otro título con Barracas en 2019.

El paso del tiempo es un desafío al que no todos sobreviven: “Cambiaron las épocas. Yo les compraba un cuaderno Gloria a mis arqueros, para que anotaran donde pateaban los penales los ejecutores dela categoría. Y el lunes les preguntaba. Antes esa información había que sacarla del diario, porque ni se televisaban los partidos ni los goles. Hoy es más fácil saber todo eso”. Comunicarse con las nuevas generaciones, jugadores con los que se lleva casi decalustro, también requirió un update: “Le pregunto, le hablo… Si vio el gol de Messi, de Julián Álvarez, que me lo describa... Si no lo vio, me enojo. Lo cago a pedos. Le digo que ésta es su profesión. Que a los 35 años va a ser un viejo para el fútbol y un pendejo para la vida. Si no se prepara, va a tener que ir a hacer un trabajo forzoso... Le doy ejemplos de los que están arruinados. De los que no tiene para comer”.
El contraste temporal se da incluso en el seno de los cuerpos técnicos, grupos sagrados para los entrenadores de la vieja escuela. La evolución forzó la apertura de las puertas de un territorio antes inexpugnable: “En Colegiales éramos tres. Un ayudante de campo, un preparador físico y yo. Ahora en Villa Dálmine trabajo con dos profes, dos ayudantes de campo, un video analista y un entrenador de arqueros. Y si pudiera tener ocho, los tendría. Se mejoró en todos los aspectos. Antes elegía trabajar con amigos, ahora elijo los colaboradores por capacidad”.
El Viejo Lobo, otro de sus apodos, no reniega de la ciencia aplicada al fútbol. Asegura que todos los días se puede aprender algo nuevo. “El hecho de tener la Escuela de Técnicos desde hace seis años me sirve. Todas las semanas traigo un invitado especial y aprendo. Le ponen ahora ‘presión alta’ a lo que Rinus Michels o Johan Cruyff hacían hace cincuenta años en Holanda. Hay que escuchar lo viejo y lo nuevo. Yo fui siempre muy respetuoso de todos los técnicos. Miro todo. Yo nunca vi una película. Me duermo. No leo un libro. Miro fútbol todo el día y aprendo. Nadie es el dueño de la verdad. Yo tuve un ídolo mucho tiempo, lo admiré... No quiero decir el nombre… Lo admiré mucho. Y a lo último no me gustaba porque se había vuelto soberbio… Cuando uno cree que ya se las sabe todas, que no tiene más que aprender, se muere por soberbia”.

Y Daniele está convencido de que no se las sabe todas. Por eso valora el trabajo de activos modernos como los video analistas, que le permiten mantenerse actualizado y enriquecer su función: “Mirá, te voy a contar un cuentito: Vas con una chica al cine por primera vez y le decís: vas a ver, se queda con el rubio… en un rato, vas a ver que se pelea… después se pone el vestido blanco… después no se sube al BMW, se sube al Mercedes… Entonces cuando sale, la chica dice ‘qué tipo inteligente, sabía todo lo que iba a pasar’. ¡Nooooo! ¡Qué inteligente! Esta película ya la vi tres veces. En el fútbol es lo mismo. Gracias al trabajo del video analista, vos detectas mejor una jugada, es una película que ya la viste, obtenés mejor información, ya viste lo que pasó, lees mejor el juego. Chielini, el defensor italiano, tenía un video analista que tres partidos antes ya les decía como eran los delanteros que iba a enfrentar, el perfil, cómo encaraban, con qué pierna le pegaban. No gana partidos, pero sirve un montón. Los partidos lo ganan los técnicos y los jugadores. Ayuda más que antes y te brinda mucha información”.
Su pizarra tampoco se quedó atrapada en esquemas clásicos: “En Colegiales arranqué con un 4-3-3 -rememora mientras dibuja de memoria el once inicial sobre un cuaderno en su zapatería de Puente Saavedra, en la frontera entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la Provincia-. Ahora en Dálmine no me gusta decir 4-4-2, me gusta decir que entramos con cuatro en el fondo y después el módulo se va modificando. Si el contrario juega sin wing izquierdo, el cuatro mío pasa a ser un volante. Prefiero remontarme a lo que decían Michels, Cruyff y Pep Guardiola, presionar sobre el hombre rival más adelantado. Lo hablaba el otro día con Ruso Zielinski en la playa. Me reconocía que lo del cuatro con salida de se lo dije hace 15 años. Yo le hablaba de Cafú, de Zanetti, de Clausen, del Negro Ibarra”.
Daniele demuestra la misma pasión de aquel primer día como entrenador, una curiosidad absoluta por todos los rincones del fútbol mundial: “Imaginate que juegan Cavani y Suárez. Me quedan los dos centrales con los dos puntas y quedan los dos marcadores de punta parados. Tengo que armar una línea con tres centrales y soltar a los marcadores de punta. Si los atacantes son dos zurdos, el cuatro y el dos los toman, el seis queda de líbero y al tres lo suelto a la mitad de la cancha. Si son derechos, es al revés. Marcan el tres y el seis, el dos queda libre y el cuatro pasa al medio. Ofensivamente, yo prefiero que mi atacante derecho vaya arriba del marcador derecho y mi zurdo vaya arriba del otro zurdo. Para atacar sobre la pierna inhábil. Messi, zurdo, juega por derecha, engancha y le queda el arco más ancho para el tiro. Di María, lo mismo. Por el sector opuesto, Neymar, diestro, jugando por izquierda, y desequilibra”.
Daniele es también un analista prácticamente inédito: pocos como él pueden definir con la precisión de cuarenta años en el fútbol a los cambios intrínsecos del juego: “La parte física, la preparación, y la información que uno le puede dar al jugador. Gracias a lo que miramos nos damos cuenta de muchas cosas. Mirá el Chelsea, mirá el City, atacan con nueve y defienden con nueve. Corren todos. Analizá a Guardiola, a Bielsa, a Mourinho, al Cholo Simeone. Ellos te van a decir que si tenés un jugador que no corre, tenés un problema. Si tenés dos, perdés el partido ¿Por qué lo criticaban a Scaloni cuando teniéndolo al Toro (Lautaro Martínez) lo ponía a Julián (Álvarez). Porque Julián tenía más recuperación, hasta que el Toro se dio cuenta que también tenía que colaborar en la marca. No podés tener dos puntas que no corran. Messi colabora, el otro tiene que correr”.
Pero pese a la transformación continúa e imparable del fútbol, todavía funcionan los trucos del amateurismo. El día de la asunción en Dálmine, con el equipo en zona de descenso, volvió al pasado para cambiar el futuro: “Arranqué con que yo nunca me comí un descenso, eso es verdad. Pero lo peor fue después del primer partido. Perdimos 3-0 de local con Acassuso. Y ahí volví a una vieja receta: compré un gancho y medio de chorizos, y les dije que ahora había que ser más fuertes que nunca, que éramos nosotros solo, que en las buenas iban a venir doscientos mil más. Y que tácticamente íbamos a jugar exactamente igual, solo cambié a dos mediocampistas e invertí a los laterales que estaban jugando con pierna cambiada. Le ganamos 2-0 a Comunicaciones allá. Al final, de los últimos 18 puntos sacamos 14 y nos salvamos”. Los buenos resultados garantizaron su continuidad.
Pasaron cuarenta años. Independiente no volvió a ganar la Libertadores y Platini es ahora una figura denostada, tras haber acusado de corrupción y detenido en su Francia natal. A pesar de que el mundo y Argentina cada vez son menos justos y solidarios para con las clases trabajadoras, el Gato Daniele sigue laburando. En las mañanas sofocantes de verano y en las impiadosas tardes de lluvia. Con 73 años, el buzo violeta de Villa Dálmine es su vestimenta habitual. El Gato construyó minuciosamente su nuevo plantel, un desafío con reto con presupuesto limitado. En las dos primeras fechas del campeonato igualó sin goles, primero ante Midland y después en su visita a Sportivo Italiano. El objetivo, asegura, es pelear bien arriba.