Volver a las bases: la receta de un San Lorenzo que sueña
Después de un mercado de pases tumultuoso, Miguel Ángel Russo rediseñó a un equipo que es una de las revelaciones del campeonato. Los condimentos de una receta exitosa.
El segundo ciclo de Miguel Angel Russo en San Lorenzo no arrancó de la mejor manera. Miguel tomó las riendas del equipo después de la renuncia de Leandro Romagnoli, uno de los máximos ídolos del club. Más allá de los triunfos iniciales ante Barracas Central y Central Córdoba de Santiago del Estero, no pudo darle regularidad y mucho menos funcionamiento a un equipo que deambuló por la parte baja de la tabla durante todo el 2024.
Los diez partidos que lo tuvieron en el banco durante la recta final de la última temporada le permitieron evaluar el panorama y le sirvieron más para sacar conclusiones a futuro qué para sembrar resultados en aquel presente.
En el último partido del año, disputado el 13 de diciembre en casa ante Tigre, la gente explotó: San Lorenzo cayó en el Nuevo Gasómetro ante el conjunto de Victoria pero, más allá del resultado, la pálida imagen futbolística causó muchísima preocupación en las tribunas. El caos era estructural: además de la derrota, horas antes del encuentro se habían anunciado las partidas de Santiago Nahuel Sosa y Agustín Hausch, dos de los prospectos con mayor proyección de las inferiores azulgranas. Ante la amenaza de perder más jugadores por incumplimientos en el pago, la dirigencia decidió ‘reventar pibes’ para pagar sueldos atrasados: los chicos fueron adquiridos por Defensa y Justicia.
El receso veraniego también fue anárquico, con cuestionamientos internos dentro de la Comisión Directiva en un clima feroz que relegaba a un mercado de pases que parecía imprescindible para cambiarle la cara al Ciclón. Sin plata y con mil problemas, hasta la continuidad del entrenador se puso en duda. Russo, quien había asumido el 17 de octubre, no había podido encauzar el rumbo y era cuestionado apenas 60 días después de su contratación.
Miguel era consciente de que el panorama para 2025 era mucho más pesimista de lo que había pensado en aquel 16 de octubre en el que aceptó la oferta para afrontar su segunda etapa en Boedo. Más allá de las dificultades intrínsecas que el club le planteaba, el fixture del Apertura aumentaba la complejidad del escenario: San Lorenzo debutaría ante el subcampeón Talleres de Córdoba, visitaría a Gimnasia en el Bosque Platense, recibiría al EuroRiver que había invertido 25 millones de dólares en refuerzos y visitaría al José Amalfitani para enfrentar al último campeón del fútbol nacional.
Ante la falta de dinero en efectivo, el desafío era mayúsculo: había que agudizar el ingenio para reforzar un plantel que había sufrido muchas bajas y que necesitaba imperiosamente apuntalar la formación en cantidad y calidad.
Las obligaciones comerciales contraídas por la comisión anterior obligaron a San Lorenzo a viajar a Uruguay para disputar tres amistosos correspondientes a la Serie del Río de la Plata. La travesía rioplatense representaba una molestia: como entrenador, cuando sos consciente de que no vas a poder tener a los jugadores que querés ni incorporar a los refuerzos que soñás, tenés que apelar a encontrar el funcionamiento colectivo a través del trabajo en conjunto por sobre las individualidades. Armar un equipo, en definitiva, que disimule la ausencia de nombres propios.
Y ahí fue cuando Russo consumó su primer acierto: antes del viaje a Uruguay, exigió trabajar una semana -con concentración incluida- en Cardales para trabajar a diario con múltiples turnos. El objetivo era no sólo preparar la temporada, sino también aceitar todos los detalles de cara al complejo arranque de campeonato que asomaba rápidamente en su horizonte.
Entonces, sin una chequera abultada ni refuerzos multimillonarios, Russo trabajó hasta conseguir un elemento indispensable en el fútbol mundial pero que no siempre, ni siquiera cuando podés desembolsar cifras siderales en el mercado de pases, se consigue. El cuerpo técnico trazó el plan y enfocó su mirada en el funcionamiento, aunque no siempre lo planificado va en sintonía con lo que sucede: siempre puede aparecer un problema, una lesión o un bajón de rendimiento, para estropear tu idea.
¿En qué consistía su plan? En principio, el objetivo consistía en afrontar los tres amistosos con un mismo once para afianzar sus sociedades y mecanizar los movimientos. Con problemas en el arco, Russo pretendía recuperar a Facundo Altamirano, quien volvía a ser considerado como una alternativa bajo los tres palos tras haber sido profundamente cuestionado en una campaña en la que terminó perdiendo su puesto a manos del Chila Gómez. Sus bajos rendimientos lo habían relegado, pero Altamirano había demostrado que tenía el potencial para defender los tres palos azulgranas. Sin embargo, un choque con Diego Herazo -hoy jugador de Nacional de Uruguay pero todavía propiedad de San Lorenzo- le provocó la fractura de húmero de su brazo izquierdo, una lesión por la que debió ser intervenido quirúrgicamente.
Sin Altamirano, Russo se vio obligado a cambiar su once ideal. Era el turno para su suplente de responder ante la urgencia. El suplente era Orlando Gill, un juvenil paraguayo que había llegado al club en enero de 2024 de la mano del empresario Mariano Zelaya en una transferencia con mucha suspicacia porque su llegada estuvo íntimamente relacionada con el arribo de Jhohan Romaña: para contratar al zaguero colombiano, San Lorenzo debía incorporar a Gill.
Sin la posibilidad de sumar minutos durante los primeros seis meses de 2024 por la abundancia de extranjeros y la falta de cupos, en el segundo semestre se transformó en el arquero titular e indiscutido de la reserva subcampeona que comandó el entrenador Damián Ayude. Gill había debutado en aquella última noche de diciembre frente a Tigre y, pese a las buenas sensaciones iniciales, era una incertidumbre cómo podía responder ante la obligación de ser titular en uno de los arcos más grandes del país. El paraguayo necesitó un par de meses para demostrar su valor: mantuvo ocho vallas invictas en 2025.
En esos tres amistosos ante Nacional, Peñarol e Independiente del Valle, San Lorenzo mostró un cambio sustancial con respecto al equipo que había cerrado su frustrante 2024: se lo veía notablemente mejorado desde lo físico pero también muchísimo más ordenado y más compacto como para desligar de funciones defensivas a Iker Muniain, con el objetivo de garantizarle al vasco que su función consistiera únicamente en jugar y hacer jugar a sus compañeros.
San Lorenzo se impuso en los tres amistosos: en realidad, venció a los dos uruguayos y derrotó por penales a los ecuatorianos. Los resultados, pero principalmente sus rendimientos, transformaron el semblante de un pueblo azulgrana que se esperanzaba con la renovada imagen, con el lavado de cara, de un Ciclón que había demostrado su mejoría gracias a un plan concreto.
Pero siempre hay un pero. Cuando todo estaba preparado para el debut, con un equipo renovado que había generado nuevas expectativas en su hinchada, otra lesión debilitaba a su once. 72 horas antes del debut frente a Talleres, la noticia conmocionó a Boedo: “Se desgarró Muniain”. La desesperanza fue automática: San Lorenzo perdía a su único distinto, al director de la orquesta, al generador de juego que funcionaba como epicentro de un sistema que orbitaba a su alrededor. El Ciclón no había tenido tiempo ni de disfrutar su ilusión.
La ausencia de Muniain abrió un interrogante con pocas soluciones. Iker no es un jugador más: es el capitán del equipo, el líder futbolístico, el abanderado azulgrana, la figura en la que los hinchas y los dirigentes pero principalmente el cuerpo técnico y sus propios compañeros descansan. Entonces, como siempre durante los últimos meses, San Lorenzo recurrió a la experiencia e inteligencia de Russo para absorber el problema, transmitir seguridad, e idear una solución.
Sin la posibilidad de sumar a un reemplazante y sin un sucesor natural dentro del plantel, Miguel se apoyó nuevamente en un precepto básico del fútbol: el funcionamiento por sobre las individualidades como mantra. Fue entonces cuando Malcolm Braida abandonó su posición como marcador de punta para transformarse en un volante/delantero y eligió a Elías Baez para ocupar el hueco de Braida.
Con ese simple ajuste, San Lorenzo pasó de ser aquel equipo desprolijo y sin ideas de casi todo 2024 a uno ordenado, con conceptos claros tanto en el ataque como en los retrocesos, donde cada jugador es consciente de sus responsabilidades y de cómo debe cumplir cada tarea para que el colectivo se alimente de los rendimientos individuales que maquillen la baja creativa de Muniain y la falta de jerarquía.
Y Russo encontró la fórmula entre el alto nivel colectivo y los rendimientos individuales de Gill, Romaña y Braida. También fue fundamental la consolidación de los juveniles Ezequiel Herrera, Daniel Herrera y el propio Baez en conjunto con las recuperaciones de Matías Reali, Alexis Cuello y Andrés Vombergar, máximo artillero del campeonato junto a Gabriel Ávalos. La fórmula fue exitosa: de aquel equipo que perdía con todos, un conjunto débil al que le hacían un gol y era incapaz de reaccionar porque se rendía fácilmente ante la adversidad, San Lorenzo se convirtió en un equipo más combativo y con personalidad para sacar pecho ante la adversidad, como hiciera ante Platense en la noche del 13 de febrero o ante Racing en el último clásico.
San Lorenzo es uno de los líderes de la Zona B del Apertura, con 17 puntos junto a Independiente y Rosario Central. Después de haber escrito una impresionante remontada ante la Academia, donde festejó el resultado pero también el funcionamiento en una de las mejores noches en los últimos años del Ciclón, enfrentará al otro grande de Avellaneda en otra prueba importante para su carácter y con el retorno de Muniain. Si bien los puntos obtenidos y la ubicación en la tabla son importantes en un torneo que se divide en zonas, el objetivo primordial es terminar entre los ocho mejores para clasificar a los octavos de final. Y en un campeonato que se resolverá en cruces a eliminación directa, resulta más importante llegar bien al final que ser regular. Momentos, como le gusta decir a Miguel.
San Lorenzo y Russo volvieron a las bases: el Ciclón es un equipo duro, cerrado, mordedor e inteligente, que no da ninguna pelota por perdida y que exprime al máximo cada error del rival: cuando el adversario se equivoca, suele sacar del medio. Esta versión 2025 tiene muchísimos puntos en común con el equipo del Gallego Rubén Insúa, que no gustaba ni brillaba pero le daba dolores de cabeza a cada rival y muchas alegrías a su gente. Aquella formación se quedó sin nafta en el tramo final y con las manos vacías, pero este San Lorenzo tiene el mismo espíritu y ADN que hace que los cuervos, esos locos incondicionales que copan todos los estadios donde juega el Ciclón -cuando el fútbol argentino lo permite-, vuelvan a soñar con conquistar el título que se le viene negando desde febrero de 2016.
exclente vamos bien pero russo debe pegarle con los cambios a veces lo hace y otras no (nunca as cerrutti y cuello de titular)
Clarito como siempre Mariano. El tema va a ser hasta cuando aguanta un plantel corto. Espero sin más caprichos del dt ( Cerutti) y que se pueda descontaminar el club de inoperantes y corruptos además de los que están detrás del negocio, que parece en San Lorenzo hay muchos más que en otros clubes. Abrazo grande Mariano y hoy si amerita...vamos San Lorenzo LPMQLP