La alfombra roja de la F-1 o cómo generar movimiento sin encender los motores
La Fórmula 1 celebró el lanzamiento de su temporada en un desfile más propio de la alta costura que del deporte automotor pero negocios son negocios.
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La Fórmula 1 vivió su Noche de los Oscars, pero sin premios. Su alfombra roja, con abucheos marcados y algunos aplausos frenéticos. Una presentación en la que no se escuchó ruido de motores pero sí música en vivo, a la que le sobró luz, color y marketing y que puso de manifiesto otra herramienta útil para hacer dinero. Todo con la excusa de festonear el arranque de un nuevo Mundial, y a días de celebrar el 75º aniversario de la primera carrera válida para el torneo, el GP de Inglaterra del 13 de mayo de 1950.
Formula One Management (FOM), el brazo comercial de la máxima categoría, organizó una puesta en escena en el domo del conocido 02 Arena -a unos 15 kilómetros de sus oficinas en 2 St. James’ Market, en el centro de Londres- para despertar mentes aletargadas por el receso invernal europeo y, especialmente, interesar a nuevas audiencias. Si el sonido de los pistones se mantiene ausente, el inconfundible rumor de la máquina de generar dividendos no deja de percibirse.
Fue la primera vez en 75 años que los equipos de la máxima categoría hacen una presentación conjunta, fuera de las carreras. Hasta último momento reinó la confusión: nadie estaba realmente seguro de si se trataba de mostrar los autos -lo que parecía desde imposible hasta inapropiado- o de revelar la decoración prevista para 2025, con la presencia de los pilotos, sus buzos y sus cascos. Una reunión muy formalmente organizada pero informal desde el contenido.
El anuncio se hizo en los últimos meses de 2024. Salieron entonces a la venta, según la información que circuló, unos 18.000 tickets de valor nominal entre 50 y 100 libras esterlinas, más cargos burocráticos. A simple vista, no parecía un negocio jugoso: una simple cuenta no arrojaría más que un ingreso global de un millón y medio de libras. Pero la reventa hizo estragos.
El día anterior a la presentación, todavía quedaban algunos tickets por vender con precios entre un 300 y un 500 por ciento por encima de los originales.
Los equipos adquirieron muchos de esos tickets, para regalarlos a invitados. No cualquier convidado, sino -especialmente- influencers y youtubers. Gente que pudiera amplificar brutalmente el contenido de la presentación. Porque de eso se trató la ceremonia.
La cita generó opiniones muy diversas. Desde los que creyeron que había sido un show espectacular hasta los escépticos que comprobaron que, más allá del hype adolescente, casi no hubo novedades. Hasta quienes respiran Fórmula 1 de manera cotidiana se las veían en figurillas el martes para determinar si alguno de los coches que se mostraban eran, efectivamente, los autos de 2025 o coches de otras temporadas con livery actualizado.
En definitiva, ¿de qué se trató la presentación?
¿Autos nuevos? Mmmm, no. McLaren y Williams ya habían mostrado la semana anterior sus coches 2025, el MCL39 y el FW47, respectivamente, en sendas pruebas de chequeo (“shakedowns”) en Silverstone. Ferrari pensaba hacerlo un día después, el miércoles, en su pista de Fiorano. Otros equipos divulgaron renders el mismo día de la ceremonia, acaso porque las máquinas no están todavía completamente listas. Pero no se trataba de los autos.
¿Decoraciones nuevas? Mmmm, difícil. ¿Qué esperábamos? ¿Una Ferrari amarilla o un Mercedes blanco? No, la mayoría de los equipos mostró el mismo aspecto general que sus autos tenían al terminar el 2024, salvo honrosas excepciones: el Racing Bulls blanco (a tono con una librea utilizada por RedBull en un GP de Japón años atrás), una combinación más azul que rosa en el Alpine, y una banda blanca en la Ferrari roja, acaso como homenaje a la 312T de medio siglo atrás que Niki Lauda llevó al título o, más probablemente, para que se vea mejor el círculo azul del logro de su nuevo patrocinador principal. Después, lo habitual: un Sauber verde flúo, un Mercedes plateado, un Red Bull azul y un McLaren naranja. Parecía que se trataba de los sponsors pero…
Lo que realmente estuvo en el centro de la escena en este Tuesday Night Live F1-75 fue -¡atención!- la creación de contenido digital. Cada equipo disponía de siete minutos para contar una historia: la mayoría se inclinó por sacar adelante creaciones visuales que luego pudieran viralizarse, especialmente a través de los influencers invitados. Distintas maneras de promocionar marcas. Hubo apuestas fallidas, como la de Alpine, que puso al compositor Brian Tyler -el mismo que creó el tema musical de la Fórmula 1 con que se amenizan las transmisiones televisivas- a ejecutar su “experiencia audiovisual” (así la llama él) “Are we dreaming” (¿Estamos soñando?), un tanto tediosa.
O jugadas magistrales como la de Ferrari, una marca cargadísima de historia pero que produjo el momento más vibrante de la presentación, cuando Lewis Hamilton avanzó por la pasarela completamente vestido de rojo, junto a su viejo jefe Fred Vasseur y a su nuevo compañero Charles Leclerc.
En el medio, Aston Martin jugó la tan ajada carta de su asociación con James Bond (el agente secreto 007 que en las películas conducía coches de esa marca, pero que en las novelas de Ian Fleming corría un Bentley modelo Blower de 1930), RedBull fraguó un video multitudinario que bien podría haber sido destinado a promocionar la bebida (y que sirvió para disimular la resistida presencia del campeón Max Verstappen), mientras McLaren daba la nota subiendo al podio algunos de sus autos campeones.
La velada fue complementariamente utilitaria: se promocionaron tanto las categorías formativas, Fórmula 2 y Fórmula 3, como el nuevo filme de Brad Pitt sobre la F-1 -el productor Jerry Bruckheimer fue sentado en la mesa principal del evento- o las cubiertas italianas que permiten a la categoría rodar, siempre muy criticadas pero menos abucheadas que la simple mención a la Federación Internacional del Automóvil. La dueña del circo, a diferencia de la FIFA, no puede hacer la diferencia económica con su propio deporte. Piadosamente, su presidente, Mohammed Bin Sulayem, no se hizo presente en el domo.
De haber podido, también Max Verstappen se habría ausentado. El día anterior circuló el rumor de que algunos pilotos preferían rehúsar el convite para asistir a semejante carnestolenda que, francamente, tenía menos que ver con el automovilismo -aunque dispusiera de automóviles en silencio- y sí con el entretenimiento. Max era, de seguro, uno de ellos. Con cara de circunstancia, el campeón evitó saludar en el comienzo de la ceremonia cuando lo presentó el animador Jack Whitehall, y fue silbado en varias oportunidades, especialmente cuando su patrón Christian Horner contó que habían hecho sonar nueve veces consecutivas un tema de los Rolling Stones (“Start me up”) para celebrar su cuarto título mundial.
El video promocional de RedBull incluyó a su flamante compañero, el neocelandés Liam Lawson, pero no al campeón. Era tan largo que, al final, apenas si los pilotos saludaron por compromiso y fueron los únicos que no pronunciaron palabras en la ceremonia. RedBull tiene su base en Inglaterra pero los ingleses no lo consideran propio: la mayor parte de la fanaticada británica deposita su corazón y sus ilusiones en McLaren.
Si la idea de esta mega fiesta era alcanzar nuevas audiencias juveniles, probablemente lo hayan conseguido. De eso se trataba, como lo había subrayado Stefano Domenicali, el CEO de FOM: "Dado que 2025 será una temporada clásica después de todo el drama hasta ahora para 2024, esta es una oportunidad fantástica para que los fanáticos de todas las edades experimenten de cerca el increíble espectáculo de entretenimiento que es la Fórmula 1". Hubo más de un millón de espectadores siguiéndola por Youtube, en el canal oficial de la especialidad, lo que también habrá generado cierto retorno. Las redes acabaron inundadas por el contenido producido. Eso augura más interés y más dividendos en este 76º campeonato. Con tope de gastos e ingresos crecientes, el negocio viene bien y pinta mejor.
Algunos datos al respecto. En 2024, los ingresos operativos de FOM aumentaron un 11 por ciento respecto del año anterior. Uno de los aspectos más lucrativos del negocio, el cobro de derechos para la organización de carreras, viene en alza porque, habiéndose alcanzado el tope (24 Grands Prix al año), la presión por ingresar al calendario, de parte de países como Sudáfrica, Rwanda, Alemania, Francia o Turquía, aumenta la cotización de los derechos en general. Esa es una de las razones por las cuales el Grand Prix de Mónaco llevará, por primera vez desde 1929, un sponsor en su título: las autoridades del Automobile Club del principado, con el longevo Michel Boeri a la cabeza, tuvieron que aceptarlo para hacerle frente al creciente costo del derecho de celebrar tan prestigiosa (y fructífera) fecha.
El aumento de esos derechos se traduce en incrementos de los tickets, el único arma del que disponen los organizadores para hacer una mínima diferencia.
El algoritmo de “precios dinámicos” hizo que entradas para los cuatro días del GP de Inglaterra, en Silverstone, alcanzaran las 600 libras esterlinas, casi 780 dólares. Lewis Hamilton criticó en su momento esa decisión: otro motivo por el cual resultó el piloto más aplaudido en el 02 Arena.
Aunque los resultados operativos de los equipos durante 2024 no han sido publicados aún, es muy probable que algunos hayan logrado la hazaña de Mercedes en 2023: superar los 500 millones de libras de facturación anual. McLaren, campeón de constructores, recibió 140 millones de dólares por semejante halago, una suma 5 millones superior al tope presupuestario impuesto, es decir, a lo máximo que una escuadra puede gastar durante una temporada, exceptuando los tres salarios más importantes. Con el concurso de sponsors, el equipo que dirige el estadounidense Zak Brown (un emprendedor que llegó a la F-1 anudando contratos de publicidad estática para la categoría) puede haber generado durante 2024 ganancias superiores a los 100 millones de dólares.
Todos esos incrementos producen bienestar en los empleados más caros: los pilotos. Con una fortuna estimada ya en más de 200 millones de dólares, Verstappen acaba de cambiar su jet privado: dejó el Dassault Falcon 900EX por un 8X con 12 mil kilómetros de autonomía, que le permite volar desde Niza hasta casi cualquier carrera sin necesidad de escalas. Nuevo, el Dassault 8X cuesta 42 millones de dólares.
Está lejos de ser el piloto más rico de la grilla: lo superan Hamilton y el español Fernando Alonso, El patrimonio neto del nuevo piloto de Ferrari, según la lista de ricos ingleses del Sunday Times, es de 350 millones de libras esterlinas. No hay deportista inglés más rico que Sir Lewis.
Alonso supo diversificar hace rato sus negocios aunque sigue confiando en el principal, que es correr en F-1. Su patrimonio supera los 260 millones de dólares.
Frente a esas cifras, pilotos como Charles Leclerc (120 millones de dólares) o Lando Norris (30 millones de libras) parecen aspirantes, pero lo cierto es que ningún ingeniero o mecánico de F-1 llegará jamás a reunir semejantes cantidades por su tarea. El star-system goza de impecable salud.
Con la hojarasca detrás, ahora viene lo bueno: la semana que viene la Fórmula 1 llevará a cabo sus ensayos previos al Mundial 2025, ya con sus nuevos autos. Será en Bahrein, del miércoles 26 al viernes 28, y por primera vez esas pruebas se televisarán en vivo a la Argentina (Disney+ y Fox Sports).
Y dejarán oírse, al fin, múltiples caballos de fuerza. Para que haya Oscars, es preciso que haya competencia. Definitivamente.