Todo puede cambiar en un instante
Fuera del radar, supo ser Top 5 con 20 años y fue la jugadora con más triunfos en Grand Slam en una temporada. Su aura se apagó de repente, un día puntual, en un confuso episodio.
"Ya sabrán cuándo es el momento. Para mí, es ahora. Terminando donde todo empezó: Montreal". La firma es de Eugenie Bouchard a los 31 años en un posteo de Instagram. La canadiense le pondrá fin a una carrera tenística que la tuvo mucho más fuera de las canchas y en las noticias que pegándole a la pelotita. No obstante, deja un legado en su país: fue la principal fuente de contagio y motivación para toda una generación siendo la primera de su nación en disputar la final de Wimbledon, en 2014, en una temporada que la tuvo como la jugadora con más victorias (19) en torneos de Grand Slam -también hizo semis en Australia y Roland Garros- y la vio trepar hasta el N°5 del mundo, llegando a disputar el Masters de fin de año. Era el principio de lo que pintaba como una gran carrera con apenas 20 años. Pero unos meses después la historia cambiaría rotundamente.
Todo cambió específicamente en el US Open 2015. Y de manera impensada e inesperada. Porque Genie volvía a recuperar buenas sensaciones por esos días. Hilvanaba tres victorias consecutivas por primera vez en siete meses -desde el Australian Open- y borraba rápidamente de su mente las prontas eliminaciones en sus debuts en París y Wimbledon (así como en otros siete torneos en el año). Había pasado del N°6 al N°25, pero los triunfos ante Alison Riske, Polona Hercog y, sobre todo, Dominika Cibulkova le devolvían la sonrisa. Y la diversión seguía un rato después, porque tras el durísimo éxito en tres sets ante la eslovaca, Bouchard saltaría a la cancha para jugar dobles mixtos junto a Nick Kyrgios, en una dupla súper marketinera. Y también ganaría.
Ya era tarde en el US Open ese viernes 4 de septiembre, pasadas las 22hs. Sólo quedaba acción en las canchas centrales y había poca gente en el predio por fuera de los grandes escenarios, pero el torneo -y el día- seguía para Bouchard. El sábado debía jugar dobles femenino junto a Elena Vesnina y, claro, el domingo volver a las pistas para el choque de octavos de final en singles ante Roberta Vinci y el segundo partido de mixtos codo a codo con el gran Nick, con el que jugaba en composé con ropa de Nike ideada especialmente para la ocasión. Entonces, lo primero fue la recuperación. Y Bouchard se dirigió al vestuario para un baño de hielo. Ahí, el desenlace. Lo peor. Lo inesperado. Su punto final.
En un confuso episodio, Eugenie Bouchard terminó en el piso. Se patinó, cayó de espaldas y se golpeó la nuca. “Tras unos instantes perpleja por el shock, grité: '¡Dios mío, me quema!'", declararía la canadiense ¡3 años después! en el juicio que le terminaría ganando a la Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA), que fue declarada responsable del 75 % de sus daños y perjuicios. El resbalón se determinó que fue producto de líquidos de limpieza que el personal había comenzado a utilizar pensando que ya no quedaban jugadoras en el club; eso fue también lo que le generó el ardor en el cuerpo a Genie.
El juicio tuvo idas y vueltas. Y varios recovecos, incluso acusaciones de ocultamiento de pruebas y de imágenes de video de las cámaras de seguridad. A Bouchard le dictaminaron que tuvo un 25% de culpa por su falta de precaución al momento de ingresar al vestuario. Marcaron que debía haber ingresado con la compañía de algún entrenador o fisio y le rechazaron el intento de excusa de oscuridad de la sala, dado que ésta cuenta con "iluminación crepuscular" que lo mantiene parcialmente iluminado. Desde la USTA también afirmaron que las condiciones del lugar eran "abiertas y evidentes" y sostuvieron que Bouchard rechazó atención médica tras la caída ignorando los "protocolos, procedimientos y expectativas" habituales de los tenistas dentro del predio.
De la montaña rusa que vivió en 2014 Bouchard, que incluyó -en su mejor momento- la ruptura con su entrenador Nick Saviano después de ocho años de trabajo conjunto, a esta caída en pique unos meses después, sin escalas. “No hay un plan de acción para afrontar un cambio tan grande en la vida como el que experimenté”, remarcó Bouchard, el año pasado, una década después, en New York Times. “No hay forma de prepararse realmente para eso. Ni yo ni la gente que me rodea. No tendría que haber dejado a mi entrenador. Mirando hacia atrás, habría querido mantenerlo para tener estabilidad, porque ya estaba pasando por mucho. ¿Para qué cambiar a una persona importante en mi equipo? También creo que fue un gran coach y me habría ayudado a seguir mejorando”.
Lo cierto es que el golpe existió. Y la demanda estuvo caratulada como "conmoción cerebral y grave lesión en la cabeza". De hecho, Bouchard se bajó de los siguientes torneos en Tokio y Wuhan por no estar en condiciones y tuvo que retirarse en su intento de regreso en Wuhan, cuando caía ante Andrea Petkovic por 6-2 y 1-1. Lo hizo tras atención médica, con ojos llorosos. "Me dijo que se sentía mareada y que los efectos del golpe (de Nueva York) tienden a volver cuando se encuentra físicamente muy activa", destacaba la alemana tras el partido.
En 2016 la historia parecía superada. El descanso y una pretemporada limitada por recomendación médica le había dado buenas vibras y en su regreso a las canchas en enero, en la gira australiana, no presentó inconvenientes. E incluso alcanzó la final en el WTA de Hobart, con tres victorias ante jugadoras de mejor ranking que ella. "Por ahora no hay síntomas, pero estamos monitoreando todo constantemente", le contó Bouchard a ESPN.com, en diálogo con Mark Hodgkinson. "Tengo que saber encarar esto con mucha paciencia. Ya estar de regreso en los torneos es un motivo de alegría. Para mí, eso es lo más importante de todo. Pero hoy me tomo las cosas día a día, semana a semana". No obstante, dos meses después, en una nueva final volvieron los fantasmas. "He sentido síntomas similares a la conmoción y me fui quedando sin energía. Los médicos me dijeron en el segundo set que no continuara, pero era imposible que me retirara estando en una final", destacó tras la caída ante Elina Svitolina por 6-7 (5), 6-4 y 7-5 en la definición de Kuala Lumpur.
Dos finales en tres meses no estaban nada mal después de lo vivido. Aunque no logró despegar. Genie alternó buenas y malas en la cancha, con un puñado de éxitos, incluso ante la por entonces N°2 Angelique Kerber en el WTA 1000 de Roma, pero no era lo mismo. No se la notaba cómoda semana a semana. Las dudas de las recaídas siempre estaban presentes ante la primera mueca, ante algún partido exigente o frente a una sorpresiva derrota. Pasar de estar tan arriba a vivir en una meseta cerca del Top 40 con resultados lejanos a los festejados dos años atrás también le empezó a jugar en contra. Las miradas de reojo y juicios de valor comenzaron a llover casi al unísono después de que ella mostrara varias facetas de su vida social a través de las redes sociales, con campañas publicitarias o presencias en eventos.
"Recibía muchísimas críticas por hacer cualquier cosa que no fuera el tenis. Era una carga que llevaba sobre los hombros y era muy duro. Podía entrenar seis horas al día antes de publicar en redes sociales sobre mi experiencia en el cine y recibía críticas. Era como si las redes sociales no representaran mi día a día con exactitud. Me sentía como si me hubieran metido en una caja, como si no pudiera hacer nada más que jugar al tenis. Pensaba: el tenis me ha dado la oportunidad de explorar el mundo de la moda, la televisión y todas esas cosas. ¿Por qué iba a decir que no? Estamos hablando de mi vida en su totalidad", explicaba Bouchard en NY Times.
"Es fantástico que el mundo haya cambiado en los últimos 10 años y que ahora no solo sea aceptable hacer cosas fuera de la cancha, sino que incluso se incentive. Ahora está más aprobado. No es que fuera la única ni la pionera en hacer estas cosas, pero siento que lo normalicé un poco. Además, no me lo habría tomado tan a pecho ni habría dejado que el odio se me metiera en la cabeza. El lavado de cerebro funciona, y si empiezas a escuchar cosas negativas sobre ti una y otra vez es difícil no creerlo. Ojalá hubiera podido dejar de pensar en eso y no dejar que afectara mi confianza, porque afectó totalmente mi percepción de mí mismo. Incluso afectó mi forma de jugar”, se sinceró Genie.
Pero no sólo fue en las redes. Las críticas escalaron incluso mucho más que publicaciones periodísticas u opiniones deportivas. Esta versión marketinera y de exposición constante fue tomada inexplicablemente por la USTA para defenderse en el juicio. Ante la aparentemente poco efectiva declaración de la entrenadora Kristy Stahr, en representación del US Open, diciendo que "simplemente dimos por hecho que se había marchado", los representantes legales del torneo estadounidense echaron mano a esa polémica referencia que los terminó dejando en offside. "Bouchard no parece tener un sufrimiento continuo" al participar del calendario de trajes de baño de Sports Illustrated o en citas con desconocidos a través de redes sociales. Condena social. El juicio se terminó de inclinar para un lado.
¿De qué hablaba la USTA sobre las citas con desconocidos? Corría el 2017 y los Falcons superaban cómodamente a los Patriots por 25 puntos en el Super Bowl. Genie, activa en sus redes, publicó en Twitter "Sabía que Atlanta ganaría, por cierto". Ni lerdo ni perezoso, un seguidor le retrucó al instante: "Si los Patriots ganan, ¿tenemos una cita?". La respuesta de Bouchard no se hizo esperar y, pensando que la historia estaba firmada, soltó un "Desde luego". Lo cierto es que en la segunda mitad los Patriots dieron vuelta el encuentro. Y fue la propia tenista la que tomó la iniciativa respondiéndole: "Entonces… ¿dónde vives?". Y agregó: "Lección aprendida: nunca apostar en contra de Tom Brady". Poco después Bouchard y John Goehrke, su seguidor, sorprendieron a todos en la primera final de un partido de la NBA en Brooklyn entre los Nets y los Bucks documentando su cita. Y poco después fueron invitados, como correspondía, al SuperBowl de 2018 entre Patriots y Eagles.
Estas cosas, vale decir, Bouchard las tomaba como naturales. Antes, durante y después del accidente que marcó su carrera. Para ella el tenis era su vida, pero no era lo único. Por ejemplo, en 2021, también en Nueva York, Genie consultó en su Instagram sobre cuál era la mejor pizza de la ciudad. La mayoría le recomendó Joe's Pizza. Y ella respondió, sin rodeos, "vamos". ¿Qué pasó? La canadiense se hizo presente en el local al que, conociéndola, ya había acudido un grupo de fanáticos. La buena de Genie invitó pizza para todos y se quedó un rato largo con ellos.
Muy lindo lo de afuera pero su tenis seguía sin aparecer. En 2017 apenas un cuartos de final en Madrid; y 2018 la encontró fuera del Top 100 por primera vez en cinco años, e incluso acariciando el 200 del mundo. El fuego se iba apagando. Ese año, post resolución del juicio, tuvo un fugaz regreso al lote de las cien mejores del mundo, pero volvería a caer y ya no podría remontar. Una complicada lesión en un hombro -que demandó cirugía- en 2021 le cerró aún más puertas. Se fueron yendo también los auspiciantes y los patrocinadores, y todo se desmoronó.
Su vida ligada al tenis fue desapareciendo, al punto de mudarse de deporte y sumergirse en el auge estadounidense del picketball. Del título en Wimbledon Junior 2012, a aquella aparición rutilante en el circuito en 2013 y su explosión repentina en 2014 al suceso del 2015. Todo sin escalas. Todo en apenas cuatro años. Intensos. Muy intensos. Demasiado. Fueron mucho para sus 20 años. En unas semanas cerrará su círculo en Montreal, donde todo comenzó. Y a menos de 600km de Nueva York, donde todo cambió para siempre.