Un dilema mundial
Estados Unidos, una vez más, es la cita de un evento grande del mundo del fútbol. Primeros rasgos de una relación que llegó para quedarse.
Sobre los 38 grados de calor en el furioso verde césped del Soldier Field de Chicago, la cantante Diana Ross entraría en la historia de los mundiales de fútbol. En aquel de 17 de junio de 1994 el público y los medios estadounidenses seguían el minuto a minuto de la persecución policial sobre O.J. Simpson. Mientras, en una de sus ciudades emblema, se inauguraba la Copa del Mundo de fútbol. O soccer.
Aquel primer vínculo en un evento de semejante magnitud con el deporte más popular del planeta no fue una simple casualidad. La mixtura entre disciplina de alto rendimiento y la excelencia en la explotación económica era moneda corriente en el país bandera del capitalismo. Del título de World Championship para un ganador de liga local a las primeras celebrities a nivel mundial, con su boom mayúsculo en la década del ´80 llegaban desde el país de las bandas y las estrellas.
En la previa de aquel Mundial, una encuesta arrojaba que 6 de 10 estadounidense no sabían donde se disputaría la Copa del Mundo de ese año. Todo un síntoma. Pero eso no privó a la organización de ofrecer un estadio repleto para el primer partido (y la mayoría de los encuentros) y una fiesta de inauguración con mucha parafernalia. Si bien no ranqueaba entre las grandes figuras de la época, Diane Ross era una figurita fuerte, con una carrera extensa y varios hits a nivel global. Así, junto a Jon Secada y Daryl Hall serían las estrellas de la previa al partido inaugural.
Claro, de aquellos 60 mil espectadores en la calurosa tarde de Chicago, sólo los alemanes (uno 2.500) y los bolivianos (2 mil) entendían a la perfección el juego. El resto -o la gran mayoría- locales que agitaban las banderitas con sus manos en un movimiento repetitivo acompañado siempre de una sonrisa y con la atención depositada en la lente de la cámara persecutora: si el plano se posaba sobre ellos, inmediatamente se agigantaban la risa y debía ser acompañada por algún grito.
A Daryl Hall le tocó la parte -a priori- más pesada del espectáculo musical: era el encargado de interpretar “Gloryland”, la canción del Mundial que pronto entraría en el olvido y que venía a suceder a la gloriosa y ponderada Un'estate italiana del Mundial ´90. Pero casi sin quererlo, Ross se convirtió en la protagonista del segundo (o primero) penal más recordado de aquella cita. La intención en la coreografía era que la cantante pateara un penal en plena performance, a una distancia de cinco metros de un arquero que se arrojaría con todas sus fuerzas para evitar tapar el penal y un arco que se partiría a la mitad ante la concreción del gol. Pero, a pesar de los varios amagues antes del tiro, Ross falló. Y por mucho. Genia y figura, siguió con su show como si nada. De los presentes, sonrieron sorprendidos los que entendían del juego. El resto, celebró vaya uno a saber qué cosa.
En 2025 Estados Unidos es la sede del primer Mundial de Clubes organizado por la FIFA. En 2026, será anfitrión de su segunda Copa del Mundo de selecciones junto a México y Canadá. Diana Ross tiene 81 años, pero anunció que no tendría problemas en buscar la revancha el año próximo. “Si vuelvo a perder, siempre puedo hacer un anuncio de Pizza Hut", dijo la cantante entre risas en una historia que reúne deporte, celebridades, marcas y poder.
Tras el famoso FIFA Gate, caso de corrupción impulsado por el FBI que finalizó con la detención de dirigentes pesados en el mapamundi del fútbol, Estados Unidos se posicionó como el lugar ideal para todo tipo de campeonato. Incluso, ya en 2016 se celebró la Copa América Centenario, que ganaría Chile. El torneo organizado por CONMEBOL, no se desarrolló en suelo sudamericano y contó con la invitación de cinco seleccionados de CONCACAF: Estados Unidos, México, Costa Rica, Jamaica y Haití.
Del desconocimiento reinante en la cita del ´94 a la actual edición del Mundial de Clubes, no solo pasó mucho tiempo. En Estados Unidos la liga local evolucionó a pasos agigantados desde aquella primera edición en 1996. La expansión se volvió territorial, con franquicias dispersas por todo el país. Y cada vez más empresarios interesados en desembarcar en la misma. Es cierto, hay dos puntos fuertes en el crecimiento del “soccer” en ese país: primero, la inmigración y los hijos con padres de países vinculados tradicionalmente con el fútbol y segundo, el desarrollo a nivel académico desde etapas iniciales, principalmente en la rama femenina; donde la selección nacional supo ser potencia.
Inter Miami y Al-Ahly dieron el puntapié inicial para la primera edición del torneo mundialista con oferta de entradas. Con Lionel Messi como estrella resonante del deporte a nivel global, la apuesta de posicionamiento de la MLS no falló: por tercer año consecutivo la camiseta del 10 fue la más vendida entre las casacas de la liga loca. Ah, en el Top 10 sólo hay un jugador de Estados Unidos. Curioso: los de rosa tienen programado su partido de local en la MLS el 28 de junio, tal vez no confíen en llegar a los octavos que iniciarán el mismo día.
El torneo que abrió el debate y en un principio parecía más un capricho que otra cosa, realza en un formato tradicional de Copa del Mundo de selecciones. Con lugar para todas las federaciones. Es cierto, el todavía no medido “boom” inicial ya lleva a la hipótesis de una expansión de cupos para el 2029. El riesgo de pesos pesados de quedar excluidos de la competición bajaría bastante. Ese riesgo hoy conlleva a un escenario de pérdida económica muy importante a comparación de los equipos que dan el presente. Otra cosa: también se jugaría en Estados Unidos.
El Bayern Münich se despachó con una goleada ante el Auckland City de Nueva Zelanda, con un plantel poblado por jugadores semiprofesionales que comparten sus dotes futbolísticos con habilidades en otro tipo de profesiones. Sí, el mismo equipo que representó en contadas ocasiones a Oceanía en el ahora viejo Mundial de Clubes. Sí, la misma Nueva Zelanda que sacó boleto al Mundial de 2026 y que a tenido actuaciones positivas en sus participaciones anteriores. Para muchos, este tipo de partidos sin equivalencias no deberían existir. Sinceramente no recuerdo películas deportivas que eviten hablar de grandes epopeyas. Allí va parte de la cuestión, del desafío de hacer posible lo imposible. Y, en parte, darle la derecha a un deporte que pregona a viva voz la inclusión.
“Mundial” según la Real Academia Española es 1. adj. Perteneciente o relativo a todo el mundo. 3. m. Dep. Campeonato en que pueden participar todas las naciones del mundo.
“He hecho notoria mi oposición al Mundial de Clubes. No se puede hacer este tipo de competiciones sin tener acuerdo con los principales actores, con las ligas y los sindicatos. De hecho, Fitpro, las ligas europeas y LaLiga hemos puesto una demanda porque infringe las normas de competencia”, expresaba Javier Tebas presidente de La Liga de España. Otro punto del debate radicaba en la fecha y el momento. Hasta una ventana de pases se vio obligada a abrir la FIFA para que la finalización de algunos vínculos no finalizara antes de tiempo y los equipos pudieran incorporar. Aunque lo de Cristiano Ronaldo no se dio. Tampoco lo de Alphonso Davis. El canadiense se está recuperando de su prolongada lesión y eso evito la situación de quedar entre la espada y la pared: jugar el Mundial de Clubes con los bávaros o la Copa Oro con su selección.
El torneo continental de CONCACAF se esta disputando a la par del Mundial. Y sí, adivinaron, también en los Estados Unidos. Y en Canadá. Para evitar conflictos, la parte Oeste del país fue la seleccionada para albergar los encuentros de este campeonato. En parte de ellos, también resaltan las tribunas vacías que no acompañan la tensión competitiva del torneo máximo de selecciones en la región. Igualmente, siempre me detengo en una frase que una vez me dijo un especialista en marketing, derechos y deportes: “Si se le puede poner un cerco perimetral y televisar, es negocio”.
Otro punto tangible del formato que está de estreno es no escapar del mundo actual. En todo caso, diseñarse para ello. Así, el protagonismo resalta con dos verticales a) el evento en sí b) la(s) figura(s), lo individual por sobre lo colectivo. El hit. Todavía resuenan algunas caras de los futbolistas que salen en soledad, separados de sus compañeros, cuál presentación NBA al campo de juego. También el primer plano desde el que inicia la exposición de los jueces en la cabina del VAR. Hablando de ello, ya estrenando tiempo atrás, no deja de ser un acierto la explicación del arbitro principal sobre la decisión tomada tras ver el monitor, más allá del enojo que puede generar una desacertada repetición en la pantalla gigante minutos después.
Ante un público que cada vez presta menos atención, la constante sumatoria de estímulos y la desesperación por la creación de contenidos, el MdC para estar gestado en pos de saciar (o intentar) cumplir con todos los deseos del espectador de turno. Con Miami como punto de partida, la confluencia entre influencers, celebrities, jugadores y ex jugadores se potencia. Además, los dirigentes actuales escapan poco de la vanidad, ya no deambulan entre cafés de estaciones de servicios y se prestan a todo tipo de show que pueda atraen a un Like más. Aunque el pulgar para abajo también juega. "Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí", decía Salvador Dalí.
Obviamente, va menos de una semana de torneo y lejos estamos de hacer un análisis definitivo ni mucho menos. Tomar distancia, aunque hoy parezca imposible, debería y será la tarea de muchos al evaluar decisiones. Por caso, el acostumbramiento a los grandes eventos de fútbol en Estados Unidos, debería ir acompañado de una exigencia por escenarios techados. Es moneda corriente la interrupción o postergación ante alertas meteorológicos de peso. Allí, sin margen de discusión, la situación contractual y de seguros, se aplica con total rigidez.
En un contexto actual donde parece todo tiene que tener una sentencia inmediata, el pulgar parece ir para arriba en el público que se va prendiendo al primer experimento mundialista. Es cierto, todo hay que tomarlo con pinzas; es una constante el temor a quedarse fuera de algo, a validarse en una espacie de código QR de la vida que nos puede marginar sino hacemos o decíamos algo que, en teoría, hacen o dicen muchos. Y también estarán los contra de siempre, que ante la opción A, tomarán la B a viva voz con el objetivo inmediato y desmedido de llamar la atención.
En una imagen dantesca, Donald Trump habla sobre la guerra Israel-Irán en pleno Salón Oval con un fondo particular: parte del plantel y cuerpo técnico de la Juventus de Italia lo escolta. También hay espacio para el pscinazo entre risas del Atlético de Madrid (con Llorente incluido) ahora sí disfrutando del calor de Pasadena. Obvio, no faltan los jugadores invitados a algún partido de baseball, aunque -¿será casual?- la imagen en las tribunas de Cavani y Romero con la pilcha xeneize de estreno tranquilamente se confunda con la de dos fans observando un duelo de la MLB.
¿Y el fútbol? Allí va, cómo en todos los torneos. Por momentos, hoy hasta parece secundario. La excusa perfecta para todo lo demás. Entre partidos atractivos, equipos más y menos enteros, un tono de color que no escapa de la difusa imagen de aquellos campeonatos de pretemporada que comenzaron a jugar los grandes de Europa desde el desembarco full a principio de década pasada en EE.UU., el torneo comienza a sumar adeptos. Y al margen del exageramiento tecladistico del “yo veo todo y me la banco, no puedo vivir sin fútbol”, mientras una mano viaja sin freno al celular, un ojo se escapa para pispear que hay de estreno en Netflix y el otro controla los fideos; el fútbol va. Y no es poco.
La tendencia lógica del potencial del fútbol europeo parece ir rumbo al cumplimiento en los minutos iniciales del Boca-Benfica. Sin embargo, el jugador postergado por el ex entrenador más europeo de todos, mete una positiva jugada individual -con la dosis de suerte siempre querible y necesaria- que queda registrada en la cámara del juez (otro acierto para encontrar perlitas) y de allí llega el gol inicial. Y un par de minutos después, el 2-0. Y esa sensación de incomodidad a la que, en parte lógicamente, no están acostumbrados los equipos europeos. La primera fecha termina con los equipos sudamericanos sin perder en sus partidos y el panorama se extiende positivamente en la segunda: solo Boca cayó ante el Bayern Múnich.
Hay resultados que engalanan la competitividad del torneo. El Al-Hilal le saca un empate al Real Madrid y es sorpresa. Un penal fallado por Valverde le pone suspenso al cierre del partido. En las redes sociales, se celebra el punto obtenido por el más débil. Aquel equipo que viene de convencer a Simone Inzaghi para ser su nuevo entrenador tras obtener cinco títulos con el Inter y llegar a dos finales de Champions League. El mismo equipo que gastó 520 millones de dólares en las últimas dos temporadas. A todo esto, el ex equipo de Inzaghi empata sorpresivamente con Monterrey: la globalización del fútbol actual el gol del equipo de México lo marca un español. Y del conjunto europeo un argentino.
A distancia, dicen, las cosas se ven mejor. Y así resalta más la categoría de Ángel Di María para patear el penal ante Boca, la jugada preparada en el gol del Inter, la pintoresca salida del Mamelodi Sundowns haciendo gala de sus raíces, el golazo de Gloukh para el Salzburgo, otra función de gala del PSG y mucho más. Botafogo y Flamengo dan la sorpresa: PSG y Chelsea caen randidos a sus pies. Es apenas el comienzo, esto sigue: seguiremos viendo. ¿Qué partido voy a ver hoy? ¡Uy, los fideos!