Locura Red Bull: llega Tsunoda, ¿se va Verstappen?
Tras una de las decisiones más insólitas en los últimos tiempos de la Fórmula 1, la corporación Red Bull se muestra confundida, desorientada y, una vez más, cruel, a los ojos de los fanáticos.
Yuki Tsunoda se frota las manos: consiguió la promoción que buscó durante años y que consideraba definitivamente perdida una vez que pudo ensayar en un coche del equipo Red Bull, a fines de 2024.
Liam Lawson sufre el mismo shock que experimentó durante los Grands Prix de Australia y China, sin poder reaccionar, sin respuestas para domar un auto indómito.
Helmut Marko se considera afortunado: sus manipulaciones mantienen la vigencia. Si disfruta poniendo y sacando pilotos a voluntad, no hace esfuerzos por disimularlo.
Christian Horner se pregunta cuándo fue que se jodió la escudería… y no querrá concluir que el desastre se aceleró una vez que salió a la luz el entredicho con su ex asistente Fiona Hewitson, en febrero de 2024.
Sergio Pérez no puede parar de reírse en Guadalajara, reivindicado por los acontecimientos, mientras negocia ya su regreso a la F-1 de 2026 como líder de la nueva escuadra Cadillac.
Adrian Newey detiene por un instante su tarea en el tablero de dibujo que Aston Martin le instaló en su factoría de Silverstone y concluye que la realidad le dio la razón al salir de Red Bull a mediados de 2024.
Max Verstappen no abre la boca porque, acaso, intenta ocultar su creciente descontento con un equipo que le produce autos cada vez más difíciles de conducir, que no siempre le presta atención cuando señala problemas y que le pone un sexto compañero distinto en nueve años de campaña.
Los ejecutivos de Honda sonríen con picardía oriental. Consiguieron doblarle el brazo a Red Bull instalando a su piloto para el venidero Grand Prix de Japón, en su semana, en el circuito de Suzuka, que también les pertenece. Si en las cuentas bancarias del conglomerado hay diez millones de dólares menos o no, es apenas un detalle.
¿Y los fanáticos? ¿Qué dicen los fanáticos? No entienden nada.
No es novedoso que un piloto dure apenas un par de carreras en Fórmula 1. Era habitual en los ’70, cuando el campeonato arrancaba en enero, con carreras en Argentina y Brasil, y el torneo se reanudaba en marzo. Dinero que no aparecía, ensayos que no daban resultado, performances que no conformaban… Renzo Zorzi en 1977, Divina Gálica en 1978 o Stefan Johansson en 1980 son algunos casos. Pero aquella era otra Fórmula 1, más informal.
En los años ’80, con la firma del Pacto de la Concordia, la categoría adquirió otra envergadura, más profesional, y ganó en estabilidad, aunque se consignan todavía ejemplos esporádicos de despidos repentinos, como el de René Arnoux, puesto en la calle inesperadamente por Ferrari después de las dos primeras carreras de 1985. Maranello nunca dio una explicación. Fue un tema de índole privada que no tuvo nada que ver con su rendimiento deportivo.
Pero esta decisión de dejar al neocelandés Liam Lawson sin su butaca en Red Bull, si bien registra antecedentes, es insólita porque hace décadas que la F-1 abandonó esas prácticas. El ambiente del equipo de la latita puede ser tóxico y resulta venenoso tener como vara de medición a Max Verstappen, pero este es un caso extremo, desesperado.
Esa butaca era la que Red Bull le habría dado a Franco Colapinto si el argentino hubiera terminado el 2024 siendo más o igual de rápido que su compañero en Williams, Alex Albon. La presión hizo mella, Colapinto bajó la llama del gas para cerrar el torneo, y Red Bull buscó en otra pecera.
(Curiosamente, Colapinto, Lawson y Tsunoda compitieron entre sí en la Toyota Racing Series de Oceanía durante enero y febrero de 2020. Lawson fue segundo, con cinco triunfos; Colapinto tercero, con una victoria y Tsunoda cuarto, también halago. El campeón fue el ignoto brasileño Igor Fraga, a quien la pandemia le arruinó a sus sponsors; así perdió el tren a la F-1)
La decisión obvia era pescar en el equipo B, Racing Bulls (antes Alpha Tauri, Toro Rosso, Minardi), entre Lawson y el nipón Tsunoda. Herr Doktor Marko, encargado de los pilotos, se inclinaba por el temperamento del neocelandés, picante y arrogante; al japonés ya le había perdido la paciencia: de mecha corta y temperamento volátil –tuvieron que mudarlo de Italia a Inglaterra para educarlo a hierro corto-, parecía más el pasado que el futuro. La prueba de Abu Dhabi con el Red Bull RB20 tenía aroma a calas. Parecía un premio por los servicios prestados. Además, las relaciones entre Red Bull y Honda –los padrinos de Tsunoda- son relativamente tirantes desde que los japoneses decidieron repentinamente, en 2020, que dejaban la F-1, para echarse atrás menos de un año después.
Lawson, en cambio, le hacía bullying a Checo Pérez en la pista cada vez que lo pasaba con su Racing Bulls, de manera que, a los ojos del longevo asesor austríaco, encuadraba como candidato perfecto. Horner no estaba tan seguro, pero todavía sufría las consecuencias del escándalo de febrero. Lawson fue el elegido.
Dos carreras después, el preferido es Tsunoda. Es obvio que hubo un grueso error de cálculo. Si no ahora, entonces fue en diciembre, cuando eligieron.
Red Bull argumenta que no. Que cuando seleccionaron a Lawson presumían que podría manejar el coche que esperaban tener. Pero como este problemático RB21 no cumple las expectativas, entonces Lawson no encaja en la ecuación. Esa es la letra oficial. Más experimentado y ducho, Tsunoda puede trabajar –esta también es letra oficial- en el desarrollo del coche junto a Verstappen, y por eso no pierden más tiempo.
Esta maniobra no es original en Red Bull:
España 2016, 5ª carrera del torneo: Max Verstappen sube a Red Bull, Daniil Kvyat baja a Toro Rosso.
Bélgica 2019, 13ª carrera del torneo: Pierre Gasly y Alex Albon protagonizan el trueque.
Albon resistió todo el 2020 para ser reemplazado por Checo Pérez en 2021. Pero la pobre actuación del mexicano complicó en 2024 la suerte del equipo, que quedó tercero en la Copa de Constructores y así se perdió de ganar unos 20 millones de dólares más. Luego tuvo que pagarle otra millonada a Pérez para rescindirle el contrato. Si Honda pagó –como se rumorea- una buena cifra para sentar a Tsunoda, el rojo de las cuentas ya no es tan furioso. En Fórmula 1 siempre hay que seguir la pista… del dinero.
Scott McLaughlin, un muy buen piloto de IndyCar, de Nueva Zelanda como Lawson, resumió la cuestión en X: “Esta es una opinión que no pediste. Le dieron dos carreras a Liam en pistas que no conocía. Iba a Suzuka, pista que conoce más que al resto porque corrió en el automovilismo japonés. Lo echaron antes. Es un deporte cruel, pero igual creo que no le dieron el mejor trato. Si hubiera ido mal en Suzuka, OK. Pero si lo iban a tirar en lo profundo contra un cuatro veces campeón mundial, para qué le dieron entonces la chance. No tengo nada contra Yuki y creo que sabe acelerar, pero el juego de Red Bull es despiadado e irracional. Espero con ansias la próxima entrega de este sistema roto”.
Es cierto: Lawson nunca había corrido ni en el Albert Park de Australia ni en Shanghai. Auto difícil, circuitos desconocidos. En cambio, compitió tres veces en Suzuka durante 2023, en el campeonato nipón de Super Fórmula, con coches más potentes que los F-2, y logró una pole-position y un segundo lugar. ¿Qué dice el equipo? En China lo vieron moralmente derrotado, sin poder ofrecer un consejo técnico para mejorar el auto; y puede conocer muy bien Suzuka, pero sus resultados allí no fueron extraordinarios. La situación crítica del equipo requería medidas drásticas.
La versión oficial es que “los accionistas” dudan de que Lawson tenga “la confianza y la capacidad” de dar vuelta la situación “mientras el auto es difícil de manejar y no creen que pueda jugar un rol efectivo en arreglarlo”.
¿Qué habría de bueno en ese drástico trueque? Según el criterio oficial, Tsunoda podría ser capaz de calibrar el diagnóstico del RB21, habiendo conducido ya el Racing Bulls VCARB02, un auto bastante decente que llega más fácilmente a su techo de performance y no se conduce tan al filo de la pérdida de control. Un coche con el que Lawson podrá recuperar la confianza en sí mismo, bajo riesgo de verse obligado a una ominosa salida de la F-1.
¿Se enfrenta el japonés a la posibilidad de una catástrofe? ¡Por supuesto! Su campaña en la F-1 estaba estancada y su continuidad no era segura, porque el año que viene Honda dejará de asistir a Red Bull y pasará a proporcionarle motores a Aston Martin. Esta es, acaso, su última oportunidad para brillar. No tiene mucho que perder. Es probable que en Suzuka, la semana que viene, Lawson arranque mejor, pero la apuesta es a mediano plazo. Desde mediados de 2024, Tsunoda era el segundo piloto que más rendía (detrás de Verstappen) entre los contratados por la compañía.
Mientras tanto y por primera vez en mucho tiempo, el campeón mundial no está cómodo con su situación en Red Bull. A punto de ser padre por primera vez, la esfera familiar lo mantiene en un estado de satisfacción que le permite abstraerse de lo que está sucediendo. Pero fue el periodista neerlandés Erik Van Haren quien filtró la noticia el martes, dos días antes de la confirmación, y se presume que el campeón, descontento, fue quien le pasó la información. La noticia estalló antes de que el equipo u Honda pudieran darla a conocer, y eso derivó en críticas generalizadas de los fanáticos. Desde entonces, la prensa holandesa dejó trascender que Verstappen no está muy impresionado con la decisión.
El campeón le dio un “me gusta” a una opinión de un compatriota suyo, el expiloto de F1 Giedo van der Garde: “Sí, hay que rendir. Sí, la presión es tremenda. Pero en mi opinión esto está más cerca del bullying o de un ataque de pánico que de (la evaluación de) los logros de un atleta de alto rendimiento. Le dieron a Liam dos carreras para aplastar su espíritu”.
Quienes están cerca de Verstappen hablan de su desilusión por el nuevo coche, de su sospecha de que, sin Adrian Newey, el equipo no sepa exactamente cómo componerlo. Y de en qué medida se sintió ignorado por el equipo en varios momentos del 2024 mientras refería puntos de vista sobre el comportamiento del coche, que no eran necesariamente tenidos en cuenta. Según Van Haren, en Red Bull “hay pánico”.
Lo cual compone, en los papeles, un escenario trágico para Red Bull. Hace años que Toto Wolff intenta seducir al piloto neerlandés para llevárselo a Mercedes. Y los más audaces sugieren que la mejor oferta podría provenir de Aston Martin, allí dónde ha ido Newey, aceitada por la billetera sin control de Lawrence Stroll.
Si Verstappen siente que su equipo actual ha entrado en una fase de declinación plena, de la cual esta decisión intempestiva no es más que otra prueba; si advierte que no pueden recuperar el liderazgo técnico; si sabe que el motor que se prepara para la reglamentación 2026 no es tope de gama, entonces podría evaluar otro desafío. Como el de Lewis Hamilton con Ferrari. Su contrato actual con Red Bull vence en 2028, pero sin duda posee suficientes cláusulas de rescisión por rendimiento.
Lo cual justifica que nos hagamos la pregunta con la que titulamos esta nota.