Retratos de una obsesión
La Copa Libertadores no siempre fue la máxima cita para los equipos del continente. Con múltiples testimonios, repasamos su evolución y dimensionamos la magnitud actual.
Caer duramente sobre una decisión dirigencial tomada más de sesenta años atrás sería, cuanto menos, injusto. Los 50 mil pesos de aquella época equivalen hoy a una propina si se los compara con los más de 20 millones de dólares que recibirá el campeón de la Copa Libertadores 2025.
En aquella primera edición, la oferta económica pareció suficiente para la dirigencia de San Lorenzo, que aceptó la propuesta de sus pares de Peñarol para ceder la localía del partido desempate, luego de igualar las semifinales iniciales en Montevideo y Buenos Aires.
“Nos avisaron y ya estaba todo cocinado; si me enteraba antes, no lo hubiera permitido”, recordaba el Nene Sanfilippo, capitán de aquel equipo, en una entrevista con La Nación en 2014. Fue en vísperas del tan ansiado título de campeón continental que el Ciclón seguía persiguiendo.
Esa anécdota refleja el interés que despertaba la competición internacional en sus comienzos. También muestra cómo fueron cambiando los formatos y los premios deportivos para el campeón. En un fútbol cada vez más industrializado, el verdadero golpe de efecto de la Copa Libertadores llegó en el siglo XXI.
En el año 2000 se produjo un cambio clave en el formato: el torneo pasó de tener 21 a 32 equipos. Más allá de aportar equidad con un sistema más sencillo —fase de grupos y luego playoffs—, la expansión empezó a ofrecer beneficios y recompensas no solo a los campeones de las ligas nacionales del año anterior.
Luego llegarían las fases previas, que agrandaron la cantidad de partidos y, con eso, la torta de dinero a repartir. Equipos que antes veían muy lejana la posibilidad de disputar el máximo torneo del continente comenzaron a tener chances reales de ser parte de la gran fiesta. Pero esta “globalización” continental también favoreció a las dos grandes potencias, que aumentaron la cantidad de cupos para sus equipos.
Con un cuarto de siglo en curso, las primeras 25 ediciones ofrecieron solo cuatro campeones por fuera del fútbol brasileño y argentino. Olimpia de Paraguay, Once Caldas de Colombia, Liga de Quito de Ecuador y Atlético Nacional de Colombia son los “colados” en una fiesta que parece terminar siempre con el brindis verdeamarelo: las últimas seis ediciones quedaron en manos de equipos brasileños, con cuatro finales disputadas entre compatriotas.
Números al margen, la expansión de la Copa Libertadores también se dio en otros estamentos: el tono pasional y obsesivo por ganarla, y la generación de un lenguaje propio y único, son aspectos clave en la historia reciente del torneo. Desde la famosa “bendita” hasta los pintorescos destellos que mezclan historias y fábulas del pasado con situaciones irrisorias del presente.
¿Fue ganando peso el torneo continental por sobre los títulos domésticos frente a los clásicos rivales de siempre? ¿La expansión terminó favoreciendo la repetición de consagraciones de las dos grandes potencias del continente? ¿Se podrá cortar la hegemonía brasileña en 2025? ¿Hay lugar para alguna sorpresa? En Insiders invitamos al debate a varios campeones y nuevos protagonistas de esta edición en curso.
Arnulfo Valentierra fue una de las grandes figuras en la histórica conquista continental de Once Caldas en 2004 y no duda: “La brecha con los equipos de Brasil y Argentina es muy amplia. Ellos se arman para ganar la Libertadores y nosotros para ganar torneos locales”. Orlando Berrío, clave en la consagración de Atlético Nacional en 2016, va en línea con su compatriota cuando asegura: “No es fácil para un equipo colombiano ser campeón. El nivel del fútbol de Brasil y Argentina siempre fue superior. La competitividad de sus torneos locales, aquí no la tenemos. Eso te ayuda a estar mejor preparado para los torneos internacionales”.
Entre las siete ediciones que se jugaron entre 1988 y 1994, cinco países distintos lograron coronar a sus equipos. Solo aquel inolvidable São Paulo pudo repetir el título en ese período. Uruguay —con apenas una final en todo el siglo XXI—, Colombia, Paraguay, Chile, Brasil y Argentina se repartieron las consagraciones en esos años. Un escenario impensado si se lo compara con la actualidad, donde los brasileños dominan con cierta comodidad.
En 1994, Vélez sorprendió al obtener el título con un equipazo que luego levantaría la Copa Intercontinental frente al mismísimo Milan. Héctor Almandoz, integrante de aquel exitoso ciclo y hoy entrenador de Curicó Unido en Chile, lo recuerda así: “En ese momento teníamos unas ganas terribles, era un sueño para nosotros. Éramos, en su mayoría, jugadores surgidos de las inferiores del club. Jugamos con mucha confianza, diría que con mucha ilusión, y eso fue creciendo con el correr de los partidos”.
Patricio Urrutia, gloria de Liga de Quito y campeón de la Libertadores en 2008, tampoco duda del potencial de los equipos brasileños. Destaca la calidad de las figuras que integran sus planteles y regala una linda anécdota que enaltece aún más aquella gesta. “El Patón Bauza nos juntó después de la consagración, nos miró a todos y nos dijo: ‘Con los años, ustedes —y los demás— van a valorar mucho más lo que acabamos de conseguir’”, recuerda en diálogo con Insiders.
“La bendita”, “Lali”, “Noche de copas” y otras frases de estos tiempos pululan por las redes sociales y en los diálogos frecuentes entre fanáticos que ven en el torneo continental una verdadera obsesión. Para muchos, incluso, una obligación. ¿Y en Brasil, cómo se vive la Libertadores?
Rolando Schiavi es palabra autorizada. Campeón con Boca y Estudiantes de La Plata, también jugó otra final en 2007 con Gremio. “En Brasil se le da mucha importancia a la Libertadores. Es el lugar donde muchos equipos quieren estar. En 2007, con Gremio, la gente estaba enloquecida. Fue una experiencia muy linda”, cuenta.
En la primera década del siglo, Brasil acumuló ocho subcampeonatos y apenas tres títulos. En 2002, Olimpia levantó su tercera Copa Libertadores frente a São Caetano, con un notable y decisivo Ricardo “Mono” Tavarelli bajo los tres palos. “Los motivos para ganar aquella edición fueron el hambre de gloria y la convicción de que podíamos lograrlo. Muchas veces, la brecha está en creer en tus sueños y tener la fuerza para conseguirlos”, recuerda el arquero, que no duda del potencial del fútbol paraguayo de cara a esta edición: “Paraguay tiene historia en la Libertadores, y la historia tiene memoria”.
Las versiones más recientes del torneo suelen regalarnos equipos debutantes, y esta no será la excepción. El Club Deportivo San Antonio Bulo Bulo, de Bolivia, vive un momento glorioso: participar por primera vez en la Primera División, ganar un torneo local y clasificar a la Copa desataron la locura de sus hinchas en Entre Ríos, Cochabamba.
“El desafío para nosotros es enorme, pero también una oportunidad. Así lo están interpretando los jugadores. Vamos a tratar de hacernos fuertes de local y ser efectivos, que los rivales sientan la presión”, explica el entrenador Joaquín Monasterio, mientras prepara al equipo para su debut ante Olimpia. Les tocó un grupo durísimo, con otros dos campeones: Peñarol y Vélez. “Aspiramos a pasar de ronda o, al menos, terminar terceros. Pasar a la Sudamericana no sería algo negativo”, señala el DT.
Desde 2019, la Conmebol Libertadores se define con una nueva modalidad: final a partido único y en sede asignada con antelación. De este modo, la famosa presión de la localía juega hasta las semifinales, y no más allá. ¿Qué significa consagrarse en esta competición para jugadores e hinchas?
Los protagonistas consultados por Insiders coinciden en un recuerdo imborrable: la efervescencia que se vive en las ciudades durante los días previos a una final. “Yo estaba muy feliz por la gran alegría que tenía la gente. En Manizales y en toda Colombia. Costaba dormir por la ansiedad de jugar ese partido”, cuenta Arnulfo Valentierra, quien cerró su carrera como un mediocampista con mucho gol: anotó más de 150 en toda su trayectoria.
Para Rolando Schiavi, cada consagración tuvo su tono particular: “Con Boca fue especial porque soy hincha y la jugué desde el principio. Ganarla no tiene precio. Con Estudiantes fue distinto: me sentí parte, estuve en cuatro partidos, pero me alegré mucho más por los chicos que la pudieron ganar y venían haciendo un esfuerzo notable”.
La ampliación de cupos le dio mayor constancia a las participaciones de los grandes equipos de cada país. Así, la presión fue en aumento a medida que llegaron las consagraciones. Por ejemplo, Boca estuvo ausente de la Copa durante cinco ediciones consecutivas tras la humillante actuación de 1994 —con goleada histórica en contra por 1-6 frente a Palmeiras— hasta su regreso triunfal en el año 2000, cuando logró su tercera estrella.
En la otra vereda, hay una anécdota que pinta de cuerpo entero aquella época. A principios de 1986, la emblemática revista El Gráfico realizó en el estadio Monumental una de sus tradicionales producciones fotográficas. Allí, varios jugadores del plantel de River y el entrenador posaron con la Copa Libertadores… que en ese momento estaba en poder de Argentinos Juniors. Sí, en la previa del torneo.
Advertidos de la situación, dirigentes de River se presentaron en el estadio exigiendo a los fotógrafos la entrega de los rollos para que la foto no saliera a la luz. Los editores se negaron a entregarlos, pero prometieron no publicar el material. Meses después, River consiguió su primera Libertadores y la imagen vio la luz bajo el título: “Esta foto esperó ocho meses”.
“Era uno de los objetivos importantes que teníamos en cada año -reconstruye Leonardo Astrada sobre la gesta riverplatense-. Siempre fue el de mayor importancia porque es el torneo más importante de Sudamérica. Recuerdo el recibimiento imponente de la gente. Teníamos una confianza ciega que era nuestro momento porque de local éramos muy fuertes y no se nos podía escapar. Los equipos argentinos siempre son candidatos, por lo que significa enfrentarnos, aunque en los últimos años tuvieron los logros los equipos brasileños”.
Situaciones impensadas para los tiempos que corren, donde abunda el dramatismo exacerbado ante cada frustración futbolística del equipo de turno. De los 47 participantes de la Libertadores 2025, solo uno terminará el año levantando el trofeo con plena alegría. Sin embargo —lo sabemos—, la picadora de carne hará lo suyo con todos los que no cumplan con los exigentes objetivos. A fin de cuentas, lo que se busca es eso: La Gloria Eterna.