En la Libertadores, la alegría es brasileña
Empieza un nuevo sueño y el continente intentará quebrar una hegemonía de seis victorias consecutivas por parte de clubes brasileños, un país que tendrá ocho representantes en la edición 2025.
Este artículo pertenece a un especial sobre el fútbol brasileño. En nuestra primera entrega, analizamos las razones de la debacle de su selección.
El fútbol brasileño está atrapado en una contradicción: mientras su selección se dirige hacia el naufragio, sus clubes gozan del mejor momento en su historia continental. La consagración del Botafogo en la edición 2024, en una final ante Atlético Mineiro que tiñó de Verdeamarela al Estadio Monumental, fue el sexto título consecutivo para un club de su país. Superada la fase clasificatoria, no sería extraño que alguno de sus ocho representantes levante una séptima corona consecutiva.
Pero hubo un tiempo en que los clubes brasileños le temían a la Copa Libertadores. Para algunos, conquistar la competición más importante de Sudamérica era algo casi utópico. Ese escenario, sin embargo, ha cambiado en los últimos años y, en 2025, Brasil llega al torneo ostentando su mayor hegemonía en la historia de la competición: solo River en 2019 y Boca en 2023 pudieron inmiscuirse en las últimas seis definiciones.
La racha de seis títulos consecutivos es algo que nunca había sucedido antes en la Libertadores, en ningún país. Para tener una idea, anteriormente, lo máximo que los brasileños habían logrado habían sido cuatro copas al hilo: Internacional (2010), Santos (2011), Corinthians (2012) y Atlético-MG (2013). Es también el récord de los representantes argentinos, pero conseguido solo por Independiente, tetracampeón entre 1972 y 1975.
Pero, ¿cómo se explica la superioridad brasileña en los últimos años en la lucha por la Gloria Eterna? Las razones, como en cualquier cuestión compleja, son varias, pero una es determinante: el factor económico.
En la última década, desde la realización del Mundial en 2014, Brasil ha experimentado un crecimiento a gran escala en los ingresos de sus principales clubes. El dinero proviene de un aumento sustancial en la recaudación por asistencia de público y productos, impulsado por el surgimiento de los nuevos estadios, los premios en metálico y la llegada de una nueva forma de inversión: las Sociedades Anónimas del Fútbol (SAF). El actual campeón, Botafogo, está gestionado bajo este modelo, que fue exitoso pero también despierta polémica: en la derrota frente a Racing por la Supercopa quedaron expuestos los peligros del modelo y de la multipropiedad -el club pertenece a los mismos dueños del Lyon-.
Campeón en 2019 y 2022 durante la hegemonía verde y amarilla, Flamengo es el mayor exponente de la riqueza brasileña en comparación con los demás clubes del continente. Con un modelo de gestión profesional similar al de las grandes empresas, el club dio un salto en ingresos a partir de 2013 y, en 2024, alcanzó un nivel impresionante. Recaudó cerca de 200 millones de dólares (1.200 millones de reales, la moneda brasileña) y entró en la lista de los 30 clubes más valiosos del mundo, según Deloitte Football Money League. Es el único de Sudamérica en la lista. Ganador de la Libertadores en 2020 y 2021, Palmeiras tuvo ingresos similares, y ambos son favoritos para la edición 2025.
Solo en patrocinios, Flamengo y Palmeiras ya superan los 30 millones de dólares por temporada. A eso se suman los valores recibidos por logros deportivos: la Libertadores, por ejemplo, paga cerca de 20 millones de dólares al campeón desde 2019, año del inicio de la supremacía. Las cifras han ido aumentando y, para 2025, la CONMEBOL anunció que el campeón recibirá hasta 24 millones de dólares (136 millones de reales).
Dentro de Brasil, los premios también son generosos. La Copa de Brasil otorga 17 millones de dólares al campeón, una cifra incomparable con cualquier torneo de otro país sudamericano. Vélez Sarsfield, campeón argentino de la Liga Profesional, recibió 500 mil dólares por el título de 2024.
La abundancia de recursos elevó la estructura de los clubes brasileños y permitió inversiones equivalentes al momento de realizar fichajes. Solo Palmeiras gastó 75 millones de dólares en refuerzos para la temporada 2025, destacando el fichaje del delantero Vitor Roque, que pertenecía al Barcelona y llegó a Brasil en una operación de unos 25 millones de dólares. Ese monto supera los ingresos anuales de la mayoría de los clubes que compiten en la Libertadores.
"¿Fuera de Brasil, dónde ves a un club pagar 25 millones de dólares para sacar a un jugador del Barcelona? Los mejores están aquí. Las mejores estructuras están aquí. Eso, en el fútbol actual, que es global, marca una diferencia brutal. La respuesta es bastante simple", analiza el exvolante Felipe Melo, campeón de la Libertadores en 2020 y 2021 con Palmeiras, y en 2023 con Fluminense.
El Fluminense de Felipe Melo, por cierto, fue una especie de "patito feo" entre los campeones con grandes presupuestos. En 2023, el club recaudó prácticamente la mitad (unos 100 millones de dólares) de lo que hoy facturan Flamengo y Palmeiras, incluso considerando el impulso por su campaña victoriosa en la propia Libertadores. Con un equipo que combinaba jugadores experimentados como el arquero Fábio, Melo, Marcelo y Germán Cano, y jóvenes talentosos como André, Martinelli y John Kennedy, el Flu encontró en el trabajo de autor del técnico Fernando Diniz la forma de superar a los rivales sudamericanos y alcanzó la Gloria Eterna por primera vez al vencer a Boca Juniors en el Maracaná.
Es necesario destacar que el aumento financiero en Brasil también está relacionado con gestiones más profesionales y saludables. Esto se reforzó con la llegada de las SAF, algo que, al contrario de Argentina, se puso de moda en el país. La ley que permitió la entrada de sociedades anónimas en el fútbol brasileño fue aprobada en 2021 y, hoy, Brasil cuenta con 63 clubes gestionados bajo este modelo. Uno de ellos, como ya se dijo, es Botafogo, actual campeón de la Libertadores.
Hasta fines de 2021, cuando se aprobó la SAF de Botafogo y el club pasó al control del grupo del empresario estadounidense John Textor, el club carioca estaba en estado crítico. Botafogo jugaba la Serie B del Campeonato Brasileño y estaba hundido en deudas superiores a los 150 millones de dólares, mientras que recaudaba menos de 20 millones. La situación, en ese momento, era considerada insostenible.
Aquí, cabe recordar que la discusión sobre si ceder el control administrativo del club a una empresa es la mejor alternativa no solo es válida, sino necesaria. Otros clubes en Brasil han tenido dificultades para obtener resultados incluso tras adoptar el modelo SAF. Subcampeón de la Sudamericana en 2024, Cruzeiro está en esa línea, aunque existe consenso entre los analistas de que el club ha mejorado en los últimos años tras tocar fondo con el primer descenso de su historia, en 2019.
Entre los títulos desde 2019, llama la atención otro fenómeno que invadió el fútbol brasileño en los últimos años: la presencia de técnicos extranjeros, también fruto de una mayor inversión. De los seis títulos, cuatro fueron ganados por entrenadores portugueses: Jorge Jesus con Flamengo (2019), Abel Ferreira con Palmeiras (2020 y 2021) y Artur Jorge con Botafogo (2024). Curiosamente, los brasileños que alcanzaron la Gloria Eterna (Dorival Júnior con Flamengo en 2022 y Fernando Diniz con Fluminense en 2023) fracasaron como técnicos de la selección brasileña, que atraviesa una crisis, en contraste con el buen momento de los clubes.
“El fútbol de clubes brasileño ha mejorado a gran escala en los últimos siete años, en los que se han generalizado los entrenadores europeos, sobre todo portugueses, y los directivos más profesionales y comprometidos con la salud financiera. El dominio es económico, pero sólo es posible por cuestiones organizativas. Finalmente llegaron las SAF, y por mucho que se discuta sobre sus modelos e impactos, también disparan los presupuestos”, reflexiona Alexandre Lozetti, comentarista del grupo Globo.
El contraste, asegura Lozetti, es claro con respecto a la Selección: “La CBF sigue siendo como tantos clubes en Brasil y el continente: prioriza el poder político de sus dirigentes y está tomada por incapaces. Esto impide que la selección brasileña, a pesar de su talento, sea fruto de un proyecto futbolístico más amplio. Se ha convertido en el resultado de una serie de crisis: en la formación de jugadores, en la búsqueda de una identidad nacional y en su propia gestión”.
Para 2025, una vez más, los clubes brasileños llegan reforzados con grandes jugadores y con una combinación de entrenadores extranjeros y locales. De los 7 participantes, dos tienen técnicos portugueses (Abel Ferreira en Palmeiras y Renato Paiva en Botafogo), dos cuentan con argentinos (Juan Pablo Vojvoda en Fortaleza y Luis Zubeldía en São Paulo) y tres están dirigidos por brasileños (Roger Machado en Internacional, Rogério Ceni en Bahia y Filipe Luís en Flamengo). Estos entrenadores contarán con futbolistas renombrados como Enner Valencia (Internacional), Óscar y Lucas Moura (São Paulo), De Arrascaeta, De La Cruz y Bruno Henrique (Flamengo), Raphael Veiga y Vitor Roque (Palmeiras) e Igor Jesus (Botafogo), entre muchos otros.
¿Será este poderío suficiente para que Brasil alcance finalmente a los clubes argentinos en cantidad de títulos de Libertadores? Hoy, son 25 trofeos albicelestes contra 24 verdeamarelos, una diferencia que antes fue mucho más grande. Señales de los tiempos que corren.
Creo que se sobreestima el impacto de las SAF en los resultados de los equipos brasileros en competiciones continentales. Gremio ganó en 2017, en 2018 fueron dos de los 4 semifinalistas, igual que en 2019, que ganó Flamengo y luego dos de Palmeiras, hasta la implementación de las SAF. Creo que hay una hegemonía que se inicia por una combinación de crecimiento económico y un aumento de los cupos en las competiciones internacionales. Y si River o Boca pueden competir, en las segundas líneas se ve más esa diferencia económica, que lleva a mayor cantidad de clasificados a instancias finales.
También se lo utiliza como muestra de los malos resultados de la selección, como si tuviera relación directa o el descalabro empezara ahí. En la CBF después de Teixeira no hubo ni una hegemonía política ni una continuidad de trabajo que conduzca un destino común o una línea de trabajo. Querer cargarle eso a las SAF es sesgo también.