La era de la confirmación
Después de la partida de Jürgen Klopp, Liverpool parecía destinado a volver a recorrer caminos sinuosos pero Arne Slot y su plantel demostraron que Anfield seguirá festejando.
Hablemos de distancias: 4.418 son los días que pasan entre una escena y la otra; 12 años, 1 mes y 4 días después vuelven a estar cerca; 1.046 kilómetros separan el Euroborg de Groningen del popular Anfield Road. Y allí están ellos, los mismos de la primera foto que se vuelve viral y tranquilamente podría haber pasado al olvido si la historia no tuviese guardado un reencuentro tan exitoso.
A fines de 2017, Liverpool pagó 75 millones de libras esterlinas para fichar al neerlandés Virgil van Dijk, en una operación que sacudió el mercado: nunca antes se había pagado tanto por un defensor. La apuesta era fuerte. Muy fuerte. Con un par de títulos en su paso por el Celtic de Escocia y un rendimiento sólido en la liga local, Van Dijk ya comenzaba a sumar minutos en la selección de Países Bajos. Su proyección era evidente: liderazgo, regularidad y un notable caudal de minutos acumulados en sus primeras temporadas como profesional.
En abril de 2024, Liverpool anunció un acuerdo para contratar a Arne Slot como nuevo entrenador, en reemplazo de Jürgen Klopp, quien dejaba el cargo tras un ciclo revolucionario y exitoso. Slot llegaba desde el Feyenoord con un currículum que incluía un título de Eredivisie, una copa nacional y una final de Conference League. Una nueva apuesta fuerte, esta vez para suceder al técnico más influyente del club en las últimas décadas.
El 3 de febrero de 2013, Virgil van Dijk vestía la camiseta del Groningen en la liga neerlandesa. Fue titular en la victoria por 1-0 como local ante el PEC Zwolle, una de las actuaciones que consolidaron al equipo en la parte alta de la tabla: terminaría séptimo y clasificaría a los playoffs por un lugar en competencias europeas. Del otro lado, el Zwolle cerraría una campaña digna, con la permanencia asegurada y un 11° puesto final, a seis puntos del descenso. A los 69 minutos de aquel partido ingresó, con la camiseta número 10, Arne Slot. Transitaba su última temporada como futbolista profesional. Se le achacaba lentitud y falta de forma, pero el talento le alcanzaba para marcar diferencias en tramos decisivos del juego.
El 27 de abril de 2025, aquel viejo cruce en la liga neerlandesa se transformó en un abrazo cargado de risas y alegría sobre el césped vibrante de Anfield. Liverpool acababa de consagrarse campeón tras una campaña brillante en la Premier League. Virgil van Dijk, capitán y líder indiscutido, coronaba el título como emblema de un equipo repleto de talento. Y Arne Slot, su antiguo rival, disipaba cualquier duda sobre su capacidad de conducción: tomó el relevo de un Klopp venerado y, por momentos, logró incluso elevar la vara competitiva del equipo.
El presente, en Liverpool, siempre dialoga con el pasado. Y no sólo por esas fotos virales que reaparecen con el éxito. Volviendo a hablar de distancias: al cierre de la temporada 1989/90, el club sumaba 18 títulos de liga y era el máximo ganador de Inglaterra. Manchester United, en cambio, apenas tenía siete. Sin embargo, con la creación del formato Premier League, el cuadro de Anfield entró en una larga sequía que solo se quebró en la temporada 2019/20, con Jürgen Klopp al mando.
En el medio, Liverpool disputó cuatro finales de Champions League y levantó el trofeo en una de ellas, alimentando la leyenda de un gigante dormido. Pero la obsesión seguía intacta: ganar la Premier era un anhelo que se respiraba en cada calle de la ciudad Beatle.
Emiliano Insúa tomó una decisión determinante, riesgosa y ambiciosa: aceptó una cesión al Liverpool sin haber debutado en la Primera de Boca Juniors. Por entonces, no era habitual que un juvenil argentino saltara directamente a las academias de Europa sin rodaje local. En diálogo con Insiders, recuerda: “Sabía del club, de su grandeza, pero no era consciente de todo. Acá podía ver algunos partidos, no se televisaba todo, y cuando llegué empecé a entender dónde estaba parado”.
Insúa firmó en 2007, apenas dos años después de que Liverpool ganara la Champions League. Pero en la Premier, el dominio era absoluto del Manchester United de Alex Ferguson. “Arrasaban”, resume. Debutó el 20 de abril de ese año ante el Portsmouth, el primero de sus 62 partidos con los Reds. “Estuve tres años y medio con Rafa Benítez. Cada temporada sentía que crecía, y llegar a otra final de Champions fue un empujón importante. Pero los problemas económicos del club empezaron a pesar, y se hizo difícil competir de igual a igual”, rememora.
Los primeros inconvenientes financieros de Liverpool fuera del campo abrieron la puerta a un grupo inversor con participación activa de Foster Gillett, empresario estadounidense que, años más tarde, sería vinculado con Estudiantes de La Plata. Sin embargo, el sueño de conquistar la Premier League seguía siendo una utopía.
Las deudas crecieron, el club fue auditado y los propietarios enfrentaron acusaciones judiciales por su mala gestión. Finalmente, en 2010, el Fenway Sports Group adquirió el Liverpool por 300 millones de libras esterlinas. Así comenzó una lenta pero firme reconstrucción. Volver a la cima no sería sencillo.
“Soy The Normal One”, dijo Jürgen Klopp en su primera conferencia de prensa como entrenador del Liverpool, en octubre de 2015. También afirmó: “Este es un club especial y estoy aquí para ayudar”. Y cumplió. Su llegada marcó el inicio de un nuevo ciclo que devolvería al equipo a lo más alto del fútbol inglés.
“Cuando los clubes eligen buenos entrenadores, pueden dar un salto. Estoy convencido de eso. Y el Liverpool lo hizo, además de incorporar jugadores inteligentes y comprometidos”, analiza Emiliano Insúa. “Siempre que les va bien me pone contento. Le tomé mucho cariño al club y a los equipos en los que jugué”, agrega el exdefensor, que pasó por siete países durante su carrera.
El método Klopp empezó a dar frutos con rapidez. El éxito en el campo se reflejó en la transformación gradual del plantel: un equipo que compraba lo justo y necesario, sin excesos, pero con sentido. Sin superpoblar posiciones, pero fortaleciendo un núcleo que se sentía cómodo con el entorno: la institución, el entrenador, la ciudad, los objetivos y, por supuesto, los hinchas.
Potenciar jugadores fue una marca registrada del ciclo Klopp. Joel Matip y James Milner llegaron libres; Mohamed Salah relanzó su carrera hasta convertirse en una estrella global. La lista podría continuar largo rato: la incorporación del argentino Alexis Mac Allister, el impacto inmediato del colombiano Luis Díaz o los 60 millones de libras bien invertidos en el húngaro Dominik Szoboszlai son ejemplos recientes del camino elegido por un club con organización, paciencia y buen ojo para encontrar talento moldeable.
La histórica goleada 5-1 ante el Tottenham selló el título número 20 en la máxima categoría, alcanzando al Manchester United en lo más alto del palmarés. Y, como no podía ser de otra forma, Anfield fue una fiesta de principio a fin. Los hinchas que nunca soltaron la mano en los años más grises colmaron las tribunas y volvieron a cantar con el alma. “Sabía que tenía la hinchada más fiel de Inglaterra, pero el primer día que me llevaron al estadio y vi en vivo el You'll Never Walk Alone, no lo podía creer. Se me erizaba la piel”, recuerda Insúa.
La localía sigue siendo un factor decisivo: el Liverpool apenas perdió dos de sus últimos 48 partidos en Anfield, ambos por 1-0. “En mi época también se perdía poco en casa. Jugar en ese estadio es un plus”, asegura el exlateral izquierdo, quien se adaptó rápido al retiro: hoy reparte su tiempo entre la representación de futbolistas junto a uno de sus hermanos, una constructora y una empresa de motos que dirige con otros tres.
El otro de los seis hermanos, Emanuel Insúa, todavía sigue jugando en el Racing Ferrol de España, pero cuando decida colgar los botines, se sumará a las actividades familiares. “La verdad, el retiro fue una decisión 100% mía; nunca iba a dejar que el fútbol me retirara. Siempre fui una persona de emprender, de hacer cosas. Al final ya estaba cansado, lo venía trabajando con el psicólogo y decidí retirarme bien”, cuenta Emiliano, haciendo una pausa entre reuniones y compromisos empresariales.
La llegada de Arne Slot esta temporada no alteró la lógica de funcionamiento en Liverpool: la única incorporación de peso fue la del italiano Federico Chiesa. El resto lo hizo una plantilla que mantuvo la intensidad, la calidad y la convicción. El título llegó a cuatro fechas del final, con apenas dos derrotas sufridas y más de 80 goles convertidos.
Los números, como en los grandes ciclos, hablan por sí solos. Aquella millonaria apuesta por Van Dijk —que parecía desmedida— fue más que justificada: el defensor apenas fue superado en 18 regates en 116 partidos disputados en Anfield. Mohamed Salah, por su parte, firmó otra temporada de élite: 28 goles y 18 asistencias, participación directa en 46 conquistas, un nuevo récord para la Premier League.
Mucha agua corrió bajo el puente desde aquel encuentro olvidado entre Groningen y PEC Zwolle en 2013, cuando Slot ingresó en el segundo tiempo y Van Dijk jugaba sus primeros partidos serios. Doce años después, los dos neerlandeses de aquella foto —entrenador y capitán— dieron la talla. Es más: subieron un escalón. El Liverpool, también.