El viaje de LeBron: de Akron a la inmortalidad
James sigue haciendo historia en la NBA. Con cuarenta años y 22 temporadas, el Rey no se baja del trono: se convirtió en el único en alcanzar los 50.000 puntos y sueña con un anillo más.
El 12 de diciembre de 2002, ESPN transmitió a nivel nacional un partido entre dos colegios secundarios, un menú atípico en su programación habitual: Oak Hill Academy, el equipo número uno del país, visitaba a St. Vincent-St. Mary.
LeBron James tenía 17 años y ya era King James, uno de los mayores prospectos en la historia del básquet estadounidense. El hype en torno a su figura era desmedido. Las tribunas de St. Vincent-St. Mary resultaban insuficientes: los Irish ejercían su localía en la Universidad de Akron, un gimnasio con capacidad para casi 6.000 peregrinos que se llenaba en cada duelo para ser testigo de un talento generacional. Esa noche no fue la excepción, y LeBron montó un monólogo de 31 puntos en la victoria por 65-45 de St.Vincent-St. Mary.
El show de James ya se había convertido en rutina, aunque fue la primera vez en su carrera que todo Estados Unidos lo vio en vivo y en directo. En la previa, a modo de presentación en sociedad, ESPN preparó un video en el que compaginó imágenes de los mitos de la liga—Wilt Chamberlain, Oscar Robertson, Kareem Abdul-Jabbar, Magic Johnson, Larry Bird, Michael Jordan, Shaquille O’Neal y Kobe Bryant—y cerró con una pregunta: "Además del talento, el denominador común de todas estas leyendas es simple: son conocidos por su primer nombre. Ahora, mientras miramos al futuro, un joven llamado LeBron quiere esa misma distinción. ¿Puede LeBron James dar su primer paso hacia su estatus legendario?".
Casi 25 años, cuatro anillos, diez finales, cuatro trofeos de MVP, cuatro premios al jugador más valioso de las Finales y una infinidad de récords después, la pregunta se responde sola. LeBron es una marca global, un nombre en sí mismo además de un referente social, que sobrevivió a las expectativas desmesuradas y superó con creces la proyección trazada en aquel video de ESPN: hace rato que pertenece a la mitología NBA.
The Decision
LeBron es uno de los 45 jugadores en la historia que saltaron directamente desde el secundario a la NBA, un camino que también recorrieron Kobe Bryant, Tracy McGrady y Kevin Garnett. Las universidades más poderosas de Estados Unidos—Ohio State, Duke, Florida, Michigan State y North Carolina—ni siquiera invirtieron tiempo en ojearlo seriamente: era imposible que un prospecto de su magnitud, tres veces campeón estatal y una vez campeón nacional, no fuera drafteado por una franquicia de la NBA.
Antes de su egreso, James ya había entrenado con los Cleveland Cavaliers—el coach John Lucas fue sancionado por incluir en una práctica a un menor de edad—y había participado en los campamentos organizados por Michael Jordan en Santa Bárbara, como parte de la pretemporada para su regreso a la NBA con la camiseta de los Washington Wizards. En febrero de 2002, fue tapa de la prestigiosa Sports Illustrated bajo el título “The Chosen One”.
Después de un evento organizado por Adidas, en el que scouts de todo el país se reunieron en Nueva Jersey en junio de 2002 para evaluar a las futuras estrellas, su fundador, Sonny Vaccaro, se rindió a los pies de LeBron:: “En 37 años de ver jugadores de básquet secundario y organizar juegos de las estrellas, es el mejor que he visto a su edad. Es lo más cercano a un clon de Magic Johnson que he visto”.
No fue el único que vio su similitud con Magic. Tom Konchalski, una leyenda del scouting que en mayo había anunciado su retiro tras 43 años como ojeador, ofreció una radiografía de LeBron cuando ni siquiera había pisado la NBA: “Me recuerda mucho a Magic. Puede adelantarse dos pases al juego y transformar a un equipo promedio en un gran equipo. No es tan buen tirador como Kobe, pero es mucho mejor pasador. Tiene una gran sensibilidad. Lo han comparado con Tracy McGrady y Vince Carter, pero creo que tiene una mejor percepción del juego. Pase lo que pase, no hay forma de que vaya a la universidad”.
Todavía en St. Vincent-St. Mary, después de una derrota frente a Amityville, LeBron descifró la genética de su juego: “Incluso si el entrenador me pidiera que fuera más egoísta y tratara de asumir mayor dominio sobre el juego, no podría hacerlo. Ese no es mi juego. Me gusta pasar la pelota. Tal vez en el futuro aparezca alguna situación en la que deba ser más egoísta, pero ahora no es el momento”.
Cleveland, que compartía el peor récord de la liga con los Denver Nuggets (17-65), ganó la lotería del Draft 2003: el desenlace se escribió automáticamente. Gordon Gund, dueño de los Cavaliers, bromeó inicialmente sobre la incertidumbre de su elección en una de las camadas más prolíficas de la historia, pero minutos más tarde presentó una camiseta de los Cavs con el 23 de James estampado en la espalda.
Dos meses después, el GM Jim Paxson escogió con la primera selección al incipiente héroe de la ciudad, hasta entonces el mayor triunfo en la historia de la franquicia. “Me quedo en Cleveland, estoy muy emocionado”, aseguró LeBron—flamante emblema de Nike—después de haber firmado una planilla estadística de 30.4 puntos, 9.7 rebotes, 4.9 asistencias y 2.9 robos en su último año.
Los veteranos de Cleveland no le hicieron fácil la vida al novato, que en su presentación prometió revolucionar a la peor franquicia de la liga: “No voy a garantizar un campeonato. Pero puedo garantizar que vamos a ser mejores cada día y que lo haremos mucho mejor que el año pasado”.
Escépticos o celosos, los líderes de la franquicia dejaron en evidencia su desconfianza en un video grabado después de su insólita victoria frente a los Toronto Raptors en la última jornada de la temporada regular 2002-03. Ese resultado, combinado con la derrota de Denver ante Houston, igualó el récord de ambos equipos y les otorgó las mismas probabilidades de ganar la lotería del Draft: 22.5% cada uno.
El destino le hizo un guiño a Cleveland, mientras que Denver se quedó con el tercer pick y seleccionó a Carmelo Anthony. Sin embargo, lo cierto es que Cleveland puso en riesgo su futuro, y ningún jugador en el vestuario parecía demasiado preocupado por la posibilidad de perder a LeBron.
En su primer año en la liga, y lejos del hype que rodeaba a James, Carlos Boozer promedió 10 puntos y 7.5 rebotes en 81 partidos: “Tenemos mejores jugadores que él en su posición en nuestro equipo”. Darius Miles, tercera selección del Draft de 2000 que había completado un discreto primer año después de dos decepcionantes campañas con los Los Angeles Clippers, también fue contundente: “No creo que puedas traer a un jugador del secundario y pensar que va a dar la vuelta a tu equipo”.
Los primeros herejes de LeBron fueron sus propios compañeros, pero no tardó demasiado para convertirlos en sus apóstoles: fue galardonado como novato del año con 78 de los 118 votos de primer lugar por encima de Carmelo Anthony y Dwyane Wade. Aunque se quedó a un paso de Playoffs, promedió 20.9 puntos, 5.9 asistencias, 5.5 rebotes y 1.6 robos en una producción histórica -solo Jordan y Oscar Robertson alcanzaron cifras similares como novatos- que le permitió a Cleveland aumentar en 18 victorias su récord. Su impacto también fue en la taquilla: el Rocket Mortgage FieldHouse -por entonces Gund Arena- incrementó su aforo de 11,497 a 18,288 hinchas.
Para Paul Silas, entrenador de aquellos Cavs, esa campaña es una de las mejores en la carrera de LeBron: “Sus egos no se lo permitían. Yo seguía diciéndoles: ‘Tienen la chance de ayuar a una de las mayores estrellas del juego’. Pero ellos no estaban dispuestos a aceptarlo. Si eso le molestó a LeBron, nunca lo dijo. Ganamos 35 partidos durante ese año gracias a él. Ha tenido algunas temporadas destacadas desde entonces, pero la primera puede haber sido la más impresionante por cómo sobresalió a pesar de los celos de su propio equipo”.
Julius Erving, quien le entregó el trofeo al Rookie de la temporada, anticipó en la ceremonia: “No pienso más que cosas extraordinarias sobre este joven extraordinario. Silenció a las críticas rápidamente. Este premio es el primer paso rumbo al Salón de la Fama”.
Rod Thorn, GM de Chicago que eligió a Jordan y por entonces dirigía las operaciones de los Nets, se sumó a la comparación después de su primer año: “Había un aura gigante alrededor de Michael durante su año como rookie, pero nunca vi nada como lo que se generó en torno a LeBron. ¿Y saben qué? Tal como Michael, mejoró y mejoró desde el primer partido que jugó”. Su primera noche fue frente a Sacramento en una derrota por 14 puntos en la que aportó 25 unidades, 9 asistencias, 6 rebotes y 4 robos. Thorn lo sufrió en carne propia cuando LeBron despachó a los Nets con 41 puntos y 13 asistencias.
Imparable físicamente, un hombre entre niños, LeBron no necesitó desarrollar su faceta como lanzador durante el secundario. Como consecuencia, aterrizó en la liga sin un tiro confiable y lo expuso inmediatamente: registró los peores porcentajes de su carrera de tres puntos (29%), desde el midrange (33.2%) y de cancha (41.7%). La mayor parte de sus tiros eran en las cercanías del aro gracias a su capacidad atlética o eventualmente desde media distancia. Las defensas rivales le cerraban los pasillos internos y le dejaban espacios para su deficitario jumper.
Con el trofeo al novato del año en sus manos, LeBron detalló los puntos débiles de su juego: “Mi tiro. Desde el principio de la pretemporada hasta ahora, he mejorado como tirador. Voy a seguir trabajando con los entrenadores para mejorar mi tiro. También mi movimiento lateral, porque quiero convertirme en uno de los mejores defensores de la liga también. Voy a trabajar en muchos aspectos de mi juego, si mejoro y mis compañeros me ven y yo los veo, seremos un mejor equipo”.
En 2004-05 aumentó exponencialmente sus cifras, desarrolló un tiro de tres puntos promedio (35.1% en 308 intentos) y se sumó por primera vez a la constelación de estrellas del All-Star pero Cleveland, que había perdido a Carlos Boozer en la pretemporada, tampoco alcanzó la tierra prometida.
Cleveland marchaba en quinto lugar del Este a 18 partidos del final cuando la gerencia decidió despedir a Silas y promover a Brendan Malone como interino. La merma en el rendimiento del equipo había sido considerable después del All-Star y Jim Paxson justificó su decisión en el colapso irrefutable de todo aquel que no se llamara LeBron James: “Llevamos 64 partidos y no tenemos una rotación consistente, una rotación afianzada, ese tipo de cosas. No veíamos que eso pudiera cambiar”.
Aunque el experimento terminó en fracaso, George Karl –por entonces entrenador de Denver Nuggets tras haber sufrido al frente de Seattle SuperSonics durante la época de Jordan– se rindió ante LeBron: “Es extraño decir que un chico de 20 años es un gran jugador, pero es un gran jugador y puede ser el mejor de todos los tiempos. Es la excepción a prácticamente cada regla. Su madurez es lo que más me sorprende. Su sentido del básquet es lo que lo llevó a estar donde está”.
En 2005-06 estableció su mayor campaña anotadora con 31.4 puntos por partido. Su liderazgo, que lo llevó a terminar segundo en la carrera por el MVP por detrás de Steve Nash, le permitió a Cleveland alcanzar los cincuenta triunfos y volver a Playoffs por primera vez desde 1998. Bajo las órdenes de Mike Brown, con un plantel sin demasiados argumentos para ganarse un boleto rumbo a la postemporada que dependía en exceso de LeBron, James firmó una gran primera ronda frente a Washington Wizards y cayó en semifinales de conferencia frente a Detroit Pistons, subcampeones el año anterior.
LeBron ya era una súper estrella consolidada en el firmamento NBA pero sufría la falta de una gerencia capaz de diseñar una nómina campeona a su alrededor. Aunque su influencia era indiscutible, aún no había conseguido un triunfo emblemático. Sumido en ese escenario, Cleveland era un circo con un único atractivo: la presencia de James potenció a un plantel mediocre que repitió cincuenta triunfos durante la temporada regular y alcanzó las finales de la NBA.
En su camino hacia la definición en busca de su primer anillo, LeBron consumó una de las actuaciones más impactantes en la historia del básquet norteamericano. Con las finales del Este empatadas en dos partidos frente Detroit, frente a Rip Hamilton, Chauncey Billups y Ben Wallace, anotó 48 puntos, capturó 9 rebotes y repartió 7 asistencias en un quinto partido que se definió en doble tiempo suplementario. LeBron marcó 29 de los 30 últimos puntos frente a la sexta mejor defensa de la liga, Cleveland se impuso por 109-107 en el inexpugnable The Palace of Auburn Hills y eliminó a Detroit en el sexto juego.
Jordanezco, definió Steve Kerr, tricampeón con Michael Jordan en Chicago Bulls, durante la transmisión del juego. Años después, el propio LeBron señaló esa noche como un momento icónico y decisivo en su carrera: “Ese 31 de mayo de 2007 fue una noche que espero que todos recuerden como la noche en la que llegué a la liga”.
Las Finales no fueron una batalla justa para LeBron. San Antonio ya era una de las dinastías modernas de la liga y buscaba su tercer título en seis años con uno de los mejores tridentes de la historia y un entrenador ya convertido en mito. Cleveland era un unipersonal de LeBron. El resultado fue lógico: Tim Duncan, Tony Parker y Manu Ginóbili barrieron a Cleveland. Poco pudo hacer James, quien promedió 22 puntos, 7 rebotes y 6.8 asistencias con una raquítica eficacia del 35.6% de cancha.
La decepcionante caída fue la piedra basal para que LeBron decidiera marcharse de Cleveland tres temporadas después. La gerencia nunca estuvo a la altura de LeBron, capaz de conducir a un equipo con Larry Hughes, Zydrunas Ilgauskas y Drew Gooden como actores secundarios hasta las Finales. Esos Cavs de 2006-07 son considerados uno de los peores finalistas de la historia. Desde esa primera final, en el plano contrafáctico siempre se repetirá una misma pregunta: ¿Qué hubiera pasado si LeBron hubiera sido elegido por una organización capaz de rodear a su prodigio?
Más de una década después, LeBron también marcó esa caída como un punto de inflexión en su juego: “Quiero ser capaz de no tener debilidades en mi juego e impedir que una defensa dicte lo que hago. Los Spurs fueron parte de la razón por la que mi tiro es mucho mejor. En mi primera aparición en las Finales en 2007, ellos colapsaron la pintura y yo no pude lanzar, no me sentía cómodo como tirador en ese momento de mi carrera. Así que le agradezco mucho a su esquema”. Durante las Finales, el 45.5% de los tiros de LeBron fue dentro de la pintura con un acierto del 58.5% pero San Antonio lo forzó a salir de la zona con un anémico 14.3% (7-49) fuera de la pintura.
LeBron fue el máximo anotador de la liga en 2007-08 con 30 puntos por partido, una respuesta a todos aquellos críticos que lo ubicaban por detrás de Kobe Bryant como el jugador más valioso del campeonato. También se convirtió en el máximo anotador histórico de los Cavs y el más joven en superar la barrera de los 10.000 puntos.
Sin embargo, la brecha entre LeBron y sus compañeros era cada vez mayor, aún pese a la reestructuración del plantel en febrero, una situación que Boston Celtics aprovechó para eliminar a los Cavs en semifinales de conferencia. Tom Thibodeau, uno de los expertos defensivos de la liga, era asistente en Boston por aquel entonces y diseñó una innovadora fórmula, la última revolución defensiva, para frenar al implacable LeBron.
El sistema del actual coach de New York Knicks partió de una certeza: LeBron era capaz de destruir cualquier sistema defensivo convencional. Era imparable en el uno contra uno porque representaba un desajuste permanente: los defensores capaces de hacerle frente a su velocidad eran superados por su tamaño y aquellos que podían lidiar con su altura eran demasiado lentos.
Para solucionar el problema James, Thibodeau diseñó un sistema de apoyos permanentes sobre el lado fuerte para arrojarle diferentes cuerpos a LeBron mientras ejecutaba una defensa en zona del lado débil. Boston eliminó a Cleveland en el séptimo partido, un duelo que se resolvió en un uno contra uno épico entre Paul Pierce y LeBron en el que marcaron 41 y 45 puntos respectivamente.
En 2008-09 conquistó su primer trofeo al jugador más valioso de la liga, finalizó segundo en la votación al mejor defensor de la temporada regular por detrás de Dwight Howard y lideró a su equipo en puntos, rebotes, asistencias, robos y tapas. Con la adquisición de Mo Williams desde Milwaukee Bucks, los Cavs completaron una campaña fabulosa con 66 triunfos. El periodista John Hollinger, quien fue vicepresidente de Memphis Grizzlies y es actual columnista de The Athletic, escribió en aquel entonces en una columna en ESPN: “Está teniendo lo que podría decirse que es la mejor temporada individual de la historia”.
Pero nuevamente el soliloquio de LeBron fue insuficiente en postemporada: pese a promediar 38.5 puntos, 8.3 rebotes y 8 asistencias en la serie, los Cavs cayeron en seis partidos frente a Orlando Magic en las finales de conferencia. LeBron superó los cuarenta puntos en tres partidos pero Orlando, con Dwight Howard como estrella respaldada por Rashard Lewis, Hedo Turkoglu y Rafer Alston, celebró en los tres.
Más no podía hacer LeBron, quien en 2009-10 fue otra vez MVP y comandó a unos Cavs reforzados con Shaquille O’Neal rumbo a otra temporada de más de sesenta triunfos como número uno del Este. James, en su prime atlético, se vio forzado a asumir la base por las lesiones de Mo Williams y Delonte West. Aunque brilló en esa posición, dejó en claro que no era su función predilecta: “No es algo que me gusta hacer porque es como si fuera un mariscal de campo. Decidí no jugar como quarterback en el secundario, prefería jugar como receptor y recibir abierto. No jugaba tanto como base desde mi primer o segundo año en la liga cuando realmente necesitaba dominar la bola para que nuestro equipo fuera exitoso. No es algo a lo que estoy acostumbrado, pero puedo hacerlo».
Forzado por el contexto, James aceptó el mando y desplegó su selección de tiro perimetral tomando numerosos triples saliendo desde el drible, dobles largos, mucho pick&roll, sin juego en el poste y atacando al aro como siempre para capitalizar las ventajas de su inalcanzable capacidad atlética.
Boston fue nuevamente su bestia negra y LeBron protagonizó uno de los peores partidos de su carrera en postemporada cuando en el quinto juego de las semifinales anotó 15 puntos con un 20% de cancha en 14 tiros. Renunció, escribían los medios en Estados Unidos debido a su poca actividad en la derrota por 32 puntos que causó el abucheo de los propios hinchas de Cleveland. Ese fue su último juego en su ciudad hasta 2014.
Después de siete años en Cleveland, LeBron se convirtió en agente libre el 1 de julio de 2010 y una semana más tarde protagonizó uno de los momentos más polémicos en la historia de la liga. LeBron atrapó la atención del mundo en The Decision, un show mediático de 75 minutos montado en el Boys&Girls Club de Greenwich y transmitido a nivel nacional por ESPN que alcanzó a 13 millones de espectadores simultáneos. Sondeado por Chicago Bulls, Los Angeles Clippers, New York Knicks, Miami Heat, New Jersey Nets y los propios Cavs, el mejor jugador de la NBA anunció su futuro en un programa de televisión que reunió seis millones de dólares destinados a la caridad.
“I’m taking my talents to South Beach” —me llevo mis talentos a South Beach— anunció LeBron. James abandonó su ciudad natal y se marchó a Miami Heat para unirse a Dwyane Wade y Chris Bosh en un Big Three que cambió para siempre la fisonomía de la liga. Su mudanza a Florida convirtió al niño mimado de la liga en un villano: “Durante mis primeros siete años en la NBA siempre fui el ‘querido’ y estar del otro lado, del lado oscuro, como villano o como sea que lo llamen, fue definitivamente un desafío para mí”.
La crítica fue implacable y despiadada. Mientras en Cleveland quemaban sus camisetas, las voces más resonantes de la NBA repudiaban públicamente su actitud. Magic Johnson trazó un paralelismo con su histórica rivalidad con Larry Bird, cuyo capítulo inicial se dio en la Universidad cuando su Michigan State derrotó a Indiana State de Bird: “No pensábamos en eso porque no se trataba de eso. Desde la universidad, trataba de descifrar cómo ganarle a Bird”.
Jordan fue aún más preciso: “No había manera, en retrospectiva, de que hubiera llamado a Larry [Bird], llamado a Magic [Johnson] y dicho: ‘Oye, miren, juntémonos y juguemos en un equipo’”. Charles Barkley, quien se retiró como uno de los mayores talentos sin haber ganado un anillo, fue lapidario: “Nunca será como Jordan. Esto claramente lo saca de cualquier conversación, aunque gane todo lo que quiera. Hubiera sido algo honorable quedarse en Cleveland y tratar de ganarlo como el jugador franquicia. No importa cuántos títulos gane en Miami, es el equipo de Wade”.
Aunque posteriormente se arrepentiría del reality show que edificó para su anuncio, LeBron nunca renegó de su mudanza a Miami, donde recibiría toda la ayuda que le faltó en Cleveland.
It’s about damn time
Florida recibió con los brazos abiertos a LeBron, un equipo que había celebrado en 2006 el título gracias a la sociedad Wade-Shaq y con Pat Riley como entrenador. Su reunión con D-Wade y Bosh, incorporado desde Toronto, lo desligó de responsabilidades exageradas. Ya no todo lo bueno y lo malo dependía exclusivamente de James.
Su llegada al American Airlines Arena lo obligó a ajustar su juego: “En mis años en Cleveland manejaba mucho el balón. Jugaba más orientado al perímetro, usaba con frecuencia el pick and roll y lanzaba muchos tiros exteriores. Cuando llegué a Miami, tuve que aprender a jugar sin la pelota. Tuve que sacrificar el manejo, no solo para que Wade lo hiciera, sino también para que Mario Chalmers tuviera el control del balón, así que tuve que buscar la manera de ser productivo en otros lugares de la cancha".
De todas maneras, aunque lanzó menos triples y aumentó su presencia en la pintura, seguía manteniendo demasiados rasgos en común con sus días en Cleveland, más cerca del perímetro que del poste. James asumió el papel de villano en un equipo odiado, al que el mundo —salvo los hinchas de Miami— esperaba ver fracasar.
Eran los primeros días de LeBron en modo GM, con el aprendizaje de su etapa en Cleveland a cuestas. En los Cavs había identificado todo lo que no quería para sus equipos. Impulsado por esa acumulación de decepciones, se reunió con Riley —ahora gerente de Miami— para pedirle que reemplazara a Erik Spoelstra. Pero Pat respaldó a Spo, y el tiempo le dio la razón.
Con las piezas ensambladas, pese a las dudas iniciales sobre la coexistencia de las tres estrellas, Miami era el máximo candidato y, durante gran parte del año, cumplió con las expectativas. Fue el mejor equipo del Este y dominó su conferencia, eliminando a los Philadelphia 76ers, Boston Celtics y Chicago Bulls para alcanzar una final de la NBA ideal frente a los Dallas Mavericks.
LeBron, por fin, estaba a punto de saciar su obsesión, pero Dirk Nowitzki y Rick Carlisle frustraron sus planes. James promedió 17.8 puntos en aquellas Finales, anotó apenas ocho en el Game 4 y sumó un promedio de solo tres puntos en los últimos cuartos de una serie que Dallas ganó 4-2. Fue uno de los dos momentos en su carrera que humanizaron su figura: James era mortal.
Odiado, fue señalado de inmediato tras el fracaso del Heat y su segunda derrota en las Finales, una serie que debería haber ganado, quizá la única verdaderamente reprochable de las seis que perdió. Medios e hinchas compartieron la misma sensación: que no tenía lo necesario para ser campeón, ni siquiera uniéndose a otras dos de las 15 mayores figuras de la liga. Aunque doloroso, aquel momento fue un cisma en su carrera, el catalizador de todo lo que vendría después.
LeBron canalizó ese dolor y recuperó la alegría después de un año de furia: “Empezás a escuchar que sos el villano, y yo empecé a creerlo. Jugué en un estado mental en el que nunca había estado antes, enojado, y ese no es mi juego. Básicamente, me transformó en alguien que no soy. Llegué hasta aquí jugando de una cierta manera, y voy a volver a amar el juego y a divertirme jugando. No busco simpatía ni disculpas, solo que la gente sepa quién soy. Gane o pierda, estoy agradecido por ser un chico de Akron que llegó a la NBA e hizo realidad su sueño. Juego con alegría y diversión. Eso fue lo que perdí el año pasado”, confesó en una entrevista con ESPN.
Como respuesta al triste desenlace, LeBron trabajó arduamente durante la pretemporada y llevó a cabo la mayor revolución en su juego, una de las transformaciones más impactantes en el deporte contemporáneo. “Poco después de nuestra derrota frente a Dallas, nos juntamos con LeBron”, detalló Spoelstra en Grantland. “Mencionó que iba a trabajar sin descanso en su juego durante la pretemporada, específicamente en su juego en el poste. Eso tenía mucho sentido para nosotros. Era el jugador más versátil de la liga. Teníamos que encontrar la manera de utilizarlo de formas más versátiles, menos convencionales”.
La derrota ante Dallas fue el combustible para LeBron, quien se trasladó a Houston durante todo el verano para perfeccionar su juego en el poste bajo con Hakeem Olajuwon como mentor. “Tuve una conversación con Spo. Le dije que había trabajado arduamente en mi juego en el poste bajo y que sabía que necesitábamos anotar desde ahí. Durante el primer año fuimos un equipo más perimetral, y entendí que tenía que mejorar para que el equipo también lo hiciera. Para dar ese salto, necesitábamos ser más eficientes en el poste”, recordó James.
LeBron abandonó el perímetro y migró al poste bajo, donde asumió una triple función: principal anotador, generador de juego y máximo reboteador. “Cuando regresó después del lockout, era un jugador totalmente diferente”, señaló Spoelstra. “Era como si hubiera descargado un programa con todos los movimientos de Olajuwon y Ewing. No sé si he visto a otro jugador mejorar tanto en un área específica en tan poco tiempo. Su evolución, por sí sola, transformó nuestra ofensiva y nos llevó al campeonato en 2012”.
Con su Big Three en plenitud, Miami reforzó su estructura incorporando jugadores de rol específicos, limitados a funciones concretas pero complementarias a las necesidades del tridente. El primer refuerzo tras el fracaso fue todo un síntoma: Shane Battier, un tirador excepcional, llegaba para capitalizar las ventajas generadas por el LeBron pasador.
La temporada 2011-12 fue un dominio absoluto del indiscutible mejor jugador de la NBA, quien conquistó su tercer trofeo de MVP en la temporada regular. En Playoffs, fue demoledor. En las semifinales del Este, asumió el rol de ala-pivote en un small-ball forzado por la lesión de Chris Bosh, una formación que Spoelstra mantuvo incluso en la batalla a siete juegos frente a Boston. En el sexto partido, con la serie 2-3 y al borde de la eliminación, LeBron construyó otro momento icónico en su carrera con 45 puntos y 15 rebotes. Con su obra maestra en el TD Garden, rescató a su equipo y salvó un proyecto que coqueteaba con un final abrupto en caso de otro desenlace sin sonrisas.
Doc Rivers, entrenador de Boston, apuntó a los medios en la conferencia de prensa postpartido: “Espero que ahora dejen de hablar de LeBron, que no aparece en los partidos importantes”. El periodista Howard Beck calificó en The New York Times la actuación de James como “una actuación que definirá su carrera”.
Fue una misión personal para LeBron, de semblante hosco y mirada asesina. David Fizdale, asistente de Spoelstra en Miami durante aquella campaña, recuerda la frase que encarnó esa actuación: “Fue su momento de decirle al mundo: ‘Sí, soy el mejor jugador de esta liga y no voy a dejar que nadie se lleve mi título’”.
El joven núcleo de Oklahoma City Thunder, integrado por Kevin Durant, James Harden y Russell Westbrook, había sorprendido a San Antonio en las Finales del Oeste, pero no tuvo respuestas frente a LeBron, quien promedió 28.6 puntos, 10.2 rebotes y 7.4 asistencias para quedarse, en forma unánime, con el premio al MVP de las Finales y, sobre todo, con su primer anillo de campeón.
—Después de todo lo que pasaste, cuando el reloj llegó a cero, ¿qué fue lo primero que se te cruzó por la cabeza? —le preguntaron tras recibir el trofeo.
—It’s about damn time. It’s about damn time. (Ya era hora, maldita sea).
I’m LeBron James
Saciada la urgencia y sepultado el estigma de perdedor que los medios habían construido en torno a su figura, LeBron y sus Heat volvieron a partir como candidatos al título. Spoelstra sumó a Ray Allen y Rashard Lewis a la rotación, pero, pese a la multiplicidad de amenazas perimetrales, James escribió otro capítulo en su evolución constante, siempre adaptada a las necesidades de su equipo.
LeBron dio un salto cualitativo y cuantitativo como tirador en una temporada regular en la que promedió un triple más por juego y registró el mejor porcentaje de su carrera. “No lancé muchos triples el año pasado, jugué más en el poste y en el midrange”, explicó. “Siento que trabajé en mi tiro para mejorar como triplero, seguí perfeccionando mi juego en el poste y dejé el midrange como mi próximo objetivo”.
James pulió su tiro con sesiones extenuantes durante la pretemporada, fijándose objetivos ambiciosos que no abandonaba hasta cumplir. Pero no solo su tiro exterior evolucionó: la temporada 2012-13 marcó el quiebre definitivo de su juego, convirtiéndolo en uno de los jugadores más eficientes de la liga. Registró su segundo mejor porcentaje de campo (56.7%), su mejor promedio de triples (40.6%) y su sexto mejor registro desde la línea de libres (75.3%).
“Soy un jugador más eficiente. No doy por sentado ningún tiro. Cuando sos joven, lanzás tiros de bajo porcentaje y no te preocupás tanto por los números, el porcentaje de cancha y esas cosas. A medida que fui creciendo, me esforcé más por ser un jugador eficiente, y creo que eso ha contribuido al éxito de mi equipo a lo largo de los años”, explicó en Grantland.
Como líder de una franquicia que ganó 66 partidos e hilvanó 27 triunfos consecutivos, LeBron conquistó nuevamente el trofeo al Jugador Más Valioso y quedó a un solo voto de convertirse en el primer MVP unánime de la liga, un logro que Stephen Curry alcanzaría en 2016.
Con un LeBron imparable, Miami arrasó con Milwaukee en cuatro partidos y despachó a Chicago en cinco antes de embarcarse en una guerra a siete juegos contra Indiana. El Rey tuvo que retroceder a sus días en Cleveland para sobrevivir al desafío de los Pacers, un equipo construido por Frank Vogel para masacrar la pintura ante uno de los equipos más bajos de la liga.
En el quinto partido, con la serie empatada 2-2 y Miami cuatro puntos abajo al entretiempo, James tomó el control: anotó 30 puntos, capturó 8 rebotes y repartió 6 asistencias. “El equipo estaba en pausa y tuve que volver a mis días en Cleveland”, sentenció.
En las Finales apareció un viejo conocido de LeBron: los San Antonio Spurs, aún liderados por el cuarteto Popovich-Duncan-Parker-Ginóbili, el mismo que lo había barrido en 2007, ahora reforzado por la irrupción de Kawhi Leonard. Miami estuvo al borde del abismo, con LeBron criticado por su supuesta pasividad después de que San Antonio ganara el quinto partido de la serie y tomara ventaja 3-2.
“Cuando estaba en Cleveland, jugamos contra Orlando en las Finales de Conferencia y creo que promedié 38 puntos. Supongo que también tendría que haber hecho más en esa serie, pero no puedo. Hago lo mejor para mi equipo, lo que es mejor para el equipo, pero no siempre se traduce en un triunfo”, respondió James.
Gregg Popovich lo defendió públicamente: “Es un hombre adulto, no necesita que ustedes le digan nada. Sabe más que todos ustedes juntos. Entiende el juego. Si hace un pase y ustedes piensan que debería haber tirado, o si tira y creen que debería haber pasado, sus opiniones no significan nada para él, como debería ser”.
En la memoria quedó el tiro final de Ray Allen para forzar el overtime en el sexto juego y la noción de que uno de los mejores tiradores de la historia había salvado el legado de LeBron. Sin embargo, El Rey —quien terminó con una planilla de 32 puntos, 11 asistencias, 10 rebotes y 3 robos— fue fundamental en la remontada de una desventaja que llegó a ser de 13 puntos en el tercer cuarto: anotó o asistió en 29 de los últimos 38 puntos de su equipo. Miami le arrebató el sexto juego a un San Antonio que ya se probaba la corona y sentenció las Finales en el séptimo, con una actuación magistral de LeBron: 37 puntos y un doble prácticamente definitorio a 27.9 segundos del final.
Con ambos trofeos en sus manos, tras recibir el premio al Jugador Más Valioso de manos de Bill Russell, LeBron subió a la tarima de celebración para ser entrevistado por Doris Burke. Allí, dejó un poderoso mensaje para quienes aún despreciaban sus logros y dudaban de sus chances frente a San Antonio, Popovich y Duncan.
—LeBron, te enfrentas constantemente al ruido del exterior, al escrutinio y a la presión mediática. Cuando todos te apuntan, ¿cómo logras mantener la cabeza en alto y rendir al nivel que lo haces?
—Escucha, no puedo preocuparme por lo que todos dicen de mí. Soy LeBron James, de Akron, Ohio, del centro de la ciudad. Se supone que ni siquiera debería estar aquí. Cada noche que entro al vestuario y veo el número 6 con James en la espalda, me siento bendecido. Así que lo que digan de mí fuera de la cancha no importa. ¡No tengo ninguna preocupación!
Las lesiones obligaron a Erik Spoelstra a exprimir su creatividad en la temporada 2013-14, en la que utilizó más de una veintena de formaciones durante la fase regular. LeBron, en su prime físico, fue una de las pocas constantes y completó la temporada más eficiente de su carrera, con un 56.7% de acierto en tiros de campo. Mientras sus compañeros caían, James lucía cada vez más imponente, en una demostración irrefutable de su físico sobrenatural. Enmascarado, estableció frente a los Charlotte Bobcats su récord personal de puntos, con 61 unidades.
San Antonio consumó su venganza en las Finales, a pesar de los 28.2 puntos por partido que LeBron promedió en la serie. Popovich aplicó un sistema similar al de 2007 —el mismo que Dallas utilizó en 2011— para alejarlo del aro. Aunque James había evolucionado como jugador, el mejor antídoto seguía siendo mantenerlo lejos de la pintura.
Si bien Kawhi Leonard tuvo la asignación personal y se llevó el premio de MVP en gran parte por su rol como kryptonita del mejor jugador de la liga, Popovich diseñó un entramado defensivo que minimizó el impacto de LeBron. “Lo estamos defendiendo con cinco jugadores”, explicó Tim Duncan, el epicentro de un sistema cuya obsesión era colapsar la pintura y cerrarle los caminos hacia el aro.
Cleveland, this is for you
Después del séptimo duelo frente a San Antonio en la temporada 2012-13, LeBron reconoció públicamente su misión: “Quiero ser, si no el más grande, uno de los más grandes que haya jugado este juego, y voy a seguir trabajando para lograrlo”.
Ya coronado, LeBron sabía que aún tenía una deuda pendiente para agigantar su leyenda. El 11 de julio de 2014, tras hacer uso de su opción para quedar como agente libre, publicó un artículo en Sports Illustrated, transcripto por Lee Jenkins, con el título I’m Coming Back to Cleveland. “En el noreste de Ohio, nada se regala. Todo se gana. Trabajas por lo que tienes. Estoy listo para aceptar el desafío. Voy a volver a casa”, escribió.
El hijo pródigo efectivamente volvió a casa, a una ciudad que, cuatro años antes, había incendiado sus camisetas y abucheado su nombre. The Whore of Akron (La prostituta de Akron) es el título de un libro escrito por Scott Raab que resume a la perfección el odio visceral de un pueblo hacia un héroe convertido en traidor.
Con Kyrie Irving como su joven estrella en ascenso, Cleveland venía de una campaña aceptable con 33 triunfos, tras tres años previos en los que apenas habían acumulado 64 victorias en total. La gerencia de los Cavs, encabezada por David Griffin, traspasó el primer pick del Draft para formar un nuevo Big Three, incorporando a Kevin Love desde los Minnesota Timberwolves.
Después de un arranque dubitativo, LeBron decidió no jugar el partido del 30 de diciembre ante los Atlanta Hawks, que más tarde terminarían la temporada como el mejor equipo del Este. Estaba exhausto, diezmado físicamente, con problemas en una rodilla y en la espalda. Griffin le concedió dos semanas de descanso y James viajó a Miami para recuperarse, un período en el que Cleveland perdió seis de sus siete partidos.
El Rey firmó su mejor actuación el 13 de enero, en su regreso tras la pausa, con 33 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias en la derrota ante los Phoenix Suns. Tras sufrir su vigésimo traspié de la temporada, Cleveland encadenó doce victorias consecutivas y cerró el año con un registro de 34-9, asegurando el segundo puesto en su conferencia.
LeBron volvió a dominar el Este en la postemporada y alcanzó su quinta final consecutiva. En el Oeste, comenzaba a emerger una de las mayores dinastías modernas, un equipo que se convertiría en su rival clásico durante los siguientes cuatro años. Los Golden State Warriors, bajo el mando de Steve Kerr, con Steph Curry como MVP unánime, Klay Thompson como tirador letal y Draymond Green como el alma defensiva del equipo, llegaron a su primera final.
Cleveland afrontó la serie sin Kevin Love, y Kyrie Irving apenas pudo disputar el primer partido antes de lesionarse. Sin sus dos laderos, LeBron debió liderar unas Finales con una rotación compuesta por Matthew Dellavedova, Tristan Thompson, Iman Shumpert, Timofey Mozgov, J.R. Smith, James Jones y Mike Miller.
Aún en ese contexto, James fue descomunal: ganó los dos partidos siguientes prácticamente en solitario y, aunque Cleveland cayó en seis juegos, sus promedios de 35.8 puntos, 13.3 rebotes y 8.5 asistencias lo convirtieron en candidato al premio de MVP de las Finales. Finalmente, el galardón fue para Andre Iguodala, cuya inclusión en el quinteto titular cambió la serie para los Warriors, con siete votos contra los cuatro que recibió Bron.
Pese a la derrota, el futuro era prometedor para unos Cavs que compitieron sin dos de los tres integrantes del Big Three. Con plenos poderes en la franquicia, LeBron ejecutó uno de sus movimientos más influyentes como GM en las sombras.
David Blatt no había pisado la NBA, ni como jugador ni como entrenador, hasta que en 2014 recibió la convocatoria de Cleveland para liderar la reconstrucción del equipo. Su consagración en la EuroLeague con el Maccabi Tel Aviv, donde se convirtió en una leyenda del básquet israelí, le abrió las puertas de la mejor liga del mundo. Tras haber entrevistado a candidatos como John Calipari, Steve Kerr, Alvin Gentry y Tyronn Lue, el dueño de los Cavs, Dan Gilbert, eligió a Blatt.
Tres semanas después de su confirmación como entrenador, LeBron anunció su regreso a casa y el escenario cambió por completo. Además de su retorno, los Cavs traspasaron a Andrew Wiggins, número uno del Draft, a Minnesota a cambio de Kevin Love. Cleveland quería ganar de inmediato, y estuvo realmente cerca en la temporada 2014-15, alcanzando las Finales. Sin embargo, la relación entre Blatt y su estrella estuvo plagada de tensiones y grietas desde el inicio.
LeBron dictaba las jugadas del equipo, incluso desafiando los esquemas de Blatt. Ocurrió en el cuarto partido de la segunda ronda de Playoffs frente a los Chicago Bulls, cuando cambió el desenlace a falta de 1.5 segundos con un triple que igualó la serie 2-2. Blatt había diseñado una jugada en la que LeBron debía ser el encargado de reponer desde la línea de fondo, pero James decidió que él debía tomar el tiro. “Para ser honesto, la jugada que fue dibujada, la borré”, confesó.
En los segundos previos al buzzer-beater, Blatt estuvo a punto de arruinar las chances de su equipo cuando pidió un time-out que los Cavs no tenían, lo que habría supuesto una falta técnica a favor de Chicago. Con Tyronn Lue desesperado por evitar que los árbitros lo notaran, Scott Foster no se percató —o eligió no percatarse— para no interferir en la definición del partido.
“Lo hago en todos los partidos, lo he hecho durante once años. Sé qué está pasando en el partido y sé cómo podemos superar una determinada defensa”, explicó LeBron sobre su toma de decisiones dentro de la cancha. Blatt, un novato sin experiencia en la NBA, siempre fue mirado de reojo por los jugadores de su plantel.
Marc Stein, periodista de ESPN, detalló la tensión entre ambos durante las Finales de 2015: “LeBron era quien pedía los tiempos muertos, ordenaba la rotación y le gritaba abiertamente a Blatt por decisiones que no le gustaban. Hablaba con su asistente, Tyronn Lue, a escondidas para que Blatt no los oyera”.
Lue, en ese momento asistente de Doc Rivers en Los Angeles Clippers, fue contratado por Cleveland con un salario récord para un asistente: 6.5 millones de dólares por cuatro años.
A pesar de haber ganado el 67% de sus partidos, alcanzar las Finales y mantener un récord de 30-11 en la temporada 2015-16, Blatt fue despedido por David Griffin, quien promovió a Lue como entrenador principal. Su incapacidad para involucrar a Kevin Love y su falta de sintonía con los jugadores le costaron el puesto.
Bajo las órdenes de Lue, Cleveland le ganó el pulso a los Toronto Raptors por la cima del Este y arrasó nuevamente en la postemporada, con victorias sobre Detroit, Atlanta y Toronto. En las Finales, el mismo rival: los Golden State Warriors, vigentes campeones y dueños de la mejor temporada regular en la historia de la liga, con 73 triunfos. Llegaban envalentonados tras remontar un 1-3 frente a Oklahoma City Thunder.
Golden State vapuleó a Cleveland en los dos primeros juegos en el Oracle Arena y, tras caer en el tercero, le robó el cuarto partido a los Cavs en el Quicken Loans Arena. Con la ventaja de 3-1, ningún equipo en la historia había desperdiciado una diferencia semejante en unas Finales. LeBron comenzó a obrar el milagro en los siguientes dos encuentros: anotó 41 puntos en cada noche, con 32 tiros encestados en 57 intentos, para esquivar la eliminación y empatar la serie.
Aunque en la memoria quedó el tiro ganador de Kyrie Irving en el séptimo partido, LeBron fue la clave en el cierre. Anotó 11 de los 18 puntos de los Cavs en el último cuarto, protagonizó una jugada determinante durante la sequía de más de cuatro minutos con el marcador empatado en 89 hasta el triple de Irving, y sentenció el triunfo con un tiro libre que estiró la diferencia a cuatro puntos a falta de 11 segundos.
Su espectacular tapa frente a Andre Iguodala a falta de 1:50 fue un mensaje claro, el momento más icónico de su carrera en las Finales. Un hombre convertido en leyenda. LeBron fue elegido MVP de manera unánime gracias a sus promedios de 29.7 puntos, 11.3 rebotes, 8.9 asistencias, 2.3 tapas y 2.6 robos por partido. Su actuación fue tan dominante que lideró a ambas franquicias en las cinco principales estadísticas. Las cifras de los últimos tres partidos, que marcaron una remontada histórica, son aún más impresionantes: 36.3 puntos, 11.7 rebotes, 9.7 asistencias, 3 robos, 3 tapas, 50.6% en tiros de campo y 42.1% en triples.
Por primera y única vez en sus cuatro títulos de campeón, LeBron lloró. Después de un abrazo colectivo, su imagen evocó a aquel Jordan conmovido tras ganar su primer campeonato después de la muerte de su padre. James había cumplido la promesa que asumió cuando la franquicia de su ciudad lo eligió con la ilusión de un título, un compromiso que nunca olvidó, ni siquiera cuando partió hacia Miami. Y fue ese mismo compromiso el que enarboló al decidir volver a casa, pese a las críticas, la furia y el odio que lo persiguieron durante sus años en Florida.
El anillo, el tercero en su carrera, fue un desahogo. “Lo dije hace dos años: volví para darle un campeonato a esta ciudad. Di todo lo que tenía, puse mi corazón, mi sangre, mi sudor y mis lágrimas en este juego. Contra todo pronóstico, contra todo pronóstico… No sé por qué siempre tomamos el camino más difícil. No sé por qué el hombre de arriba me dio el camino más difícil, pero sé que lo hace porque te pone en situaciones que puedes manejar. Y mantuve esa actitud positiva. En lugar de preguntarme ‘¿por qué yo?’, pensaba en qué era lo que él quería que yo hiciera… ¡CLEVELAND, ESTO ES PARA USTEDES!”.
La frase de LeBron, su voz quebrada por la emoción en un grito ensordecedor, es uno de los momentos más memorables en la historia de la liga. El chico nacido en un barrio humilde de Akron había completado su redención, devolviéndole la alegría a un pueblo que celebró su primer título, el primero en la historia de la franquicia, tras 52 años de sequía.
Como vigente campeón, James definió la temporada 2016-17 como una de las más extrañas de su carrera. Con prácticamente el mismo plantel, el rendimiento fue irregular, y LeBron no dudó en criticar públicamente tanto a la gerencia como a sus propios compañeros. Love había bajado su nivel, Irving empezaba a mostrar signos del ego que más tarde lo alejaría de Cleveland y lo haría fracasar en Boston, Tristan Thompson no terminaba de dar el salto esperado para un jugador elegido con el cuarto pick del Draft 2011, y el paso del tiempo hacía mella en los veteranos. Mientras tanto, el vestuario empezaba a implosionar.
El 23 de enero de 2017, tras una inesperada derrota —la quinta en los últimos siete partidos— ante unos New Orleans Pelicans sin Anthony Davis, LeBron lanzó un mensaje directo: “Espero que no estemos satisfechos como organización. No somos mejores que el año pasado. Todos los equipos candidatos al título tienen jugadores listos para dar un paso adelante. Toco madera, pero… ¿qué pasa si Kyrie se lesiona por dos semanas? ¿Qué pasa si yo me lesiono por tres?”.
Su principal rival en la lucha por el título había sumado a Kevin Durant para mitigar el impacto de la histórica remontada del 1-3 en las Finales anteriores. Para LeBron, la temporada regular e incluso la Conferencia del Este se habían convertido en simples trámites. Sabía que necesitaba más recursos para defender el campeonato frente al nuevo Big Three de Golden State.
Griffin no había realizado grandes cambios estructurales más allá de las incorporaciones del novato Kay Felder, Mike Dunleavy y Chris Andersen, además de las renovaciones de Matthew Dellavedova y Timofey Mozgov. “No sé qué tenemos para ofrecer. ¿Personalmente? No tengo tiempo para perder. Cumpliré 33 años en invierno y no puedo darme el lujo de desperdiciarlo. Cuando sienta que física y mentalmente ya no puedo competir por un título, este problema no existirá. Pero hasta que eso pase —y no creo que ocurra en el corto plazo—, tenemos que resolverlo. Ha sido un 2017 de mierda hasta ahora”, sentenció LeBron.
El tiempo le dio la razón. Cleveland arrasó en la Conferencia del Este con victorias incontestables sobre Indiana, Toronto y Boston, con un balance de 12 triunfos y apenas una derrota, asegurando nuevamente su lugar en las Finales. James promedió 32.5 puntos en las primeras tres rondas y, frente a unos Warriors con un aura imbatible, elevó aún más su producción. En la serie por el título, registró un triple-doble de 33.6 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias a lo largo de los cinco partidos.
El escenario para la siguiente temporada fue aún más desolador. David Griffin, el arquitecto de los Cavs campeones, dejó la franquicia, y Kyrie Irving fue traspasado a los Boston Celtics. Como principal actor secundario del equipo, Irving quería salir de la sombra de LeBron y convertirse en la estrella de un proyecto que girara en torno a él.
Koby Altman sucedió a Griffin como GM e intentó varios movimientos para revitalizar el plantel, aunque todos sus intentos terminaron en fracaso. Finalmente, Irving fue traspasado a Boston a cambio de Isaiah Thomas, Jae Crowder y Ante Zizic. Después de la mejor temporada de su carrera y una postemporada en la que brilló jugando con una lesión de cadera, además de sufrir la muerte de su hermana, IT aterrizó en Cleveland. Sin embargo, debutó recién en enero y su paso por el equipo duró apenas 15 partidos antes de ser enviado a Los Angeles Lakers.
Tras un año en Chicago, Dwyane Wade se reunió con LeBron en los Cavs, pero su aventura fue efímera: jugó apenas 46 partidos antes de regresar a Miami en un trade prácticamente simbólico. Nada funcionó para Cleveland en esa temporada, salvo su única constante: LeBron James. Fue el tercer máximo anotador, el segundo máximo asistente y el 15º mejor reboteador de la liga durante la fase regular, en la que incluso llegó a dudar de las posibilidades de su equipo para clasificarse a los Playoffs. Sin embargo, LeBron reaccionó y lideró una racha de 18 triunfos en 19 partidos entre noviembre y diciembre, enderezando su última temporada en Cleveland.
Los Playoffs fueron un camino espinoso para unos Cavs que necesitaron siete partidos tanto para superar a Indiana en la primera ronda como para vencer a Boston en las Finales del Este. LeBron, quien anotó más de 40 puntos en ocho de los 18 encuentros de postemporada, promedió 34 puntos, 8.2 rebotes y 8.8 asistencias. Sentenció a los Pacers en el quinto partido con una actuación estelar que incluyó un tapón clave sobre Victor Oladipo y definió la serie ante Toronto en el tercer juego de las semifinales de conferencia con dos inolvidables buzzer-beaters.
El primer partido de las Finales frente a Golden State probablemente haya sido el mejor de la carrera de LeBron. Líder absoluto de un equipo limitado, con un quinteto conformado por Jordan Clarkson, Kyle Korver, Jeff Green y Larry Nance Jr., anotó 51 puntos —13 en el último cuarto—, capturó ocho rebotes y repartió ocho asistencias en la actuación más prolífica y épica de su trayectoria en Playoffs. Era un solo hombre, un David contra Goliat, a punto de poner de rodillas al mejor equipo de la liga, que además había sumado a uno de los mayores talentos para afrontar la definición.
Pero Cleveland perdió de manera vergonzosa. Con el marcador igualado en 107, LeBron lanzó un pase con destino de asistencia para George Hill, pero Klay Thompson lo interrumpió con una falta que envió al base a la línea de libres con 4.7 segundos en el reloj. Hill encestó el primer intento, falló el segundo y J.R. Smith capturó el rebote. Sin embargo, en lugar de lanzar en busca de un triunfo agónico, salió corriendo para consumir el tiempo, mientras un desesperado LeBron le señalaba el aro.
Los Cavs perdieron en tiempo suplementario y LeBron, frustrado, descargó su furia contra una pared en el vestuario. El golpe le provocó una lesión en la mano que lo limitó para el resto de la serie, que Golden State terminó barriendo en cuatro partidos.
Antes del último encuentro, aún con la ilusión de consumar una nueva hazaña, fue lapidario: “Para ganar hay que tener talento, pero hay que ser muy cerebral. Todos somos jugadores de la NBA, todos sabemos encestar la pelota en el aro, pero… ¿quiénes pueden pensar durante el transcurso de un juego?”.
Las desavenencias de los últimos años, su crispada relación con el dueño Dan Gilbert y la falta de certezas sobre el futuro generaron un contexto expulsivo para el héroe que, tras cumplir su promesa, ya no tenía deudas con su ciudad.
I want my damn respect too
Rich Paul, amigo, representante y socio de LeBron en Klutch Sports, trazó una radiografía precisa de su carrera: “En 2010, cuando se fue a Miami, se trataba de los campeonatos. En 2014, cuando regresó a Cleveland, se trataba de cumplir una promesa. En 2018, se trató de hacer lo que quería”.
Fue la propia agencia la que comunicó su decisión el 1 de julio de 2018.
Los Angeles Lakers atravesaban una de sus épocas más oscuras, incapaces de clasificar a Playoffs desde la temporada 2012-13 y definitivamente hundidos tras el retiro de Kobe Bryant. Ya no había éxitos, ni títulos, ni siquiera espectáculo. Sin embargo, en medio de la crisis, la gerencia angelina había iniciado una reconstrucción con un núcleo joven prometedor, forjado a partir de selecciones altas en el Draft.
Luke Walton, quien en 2015-16 dirigió a Golden State durante 43 partidos mientras Steve Kerr se recuperaba de una cirugía en la espalda, había sido contratado por Magic Johnson para desarrollar el proyecto californiano. Durante sus dos primeros años, Walton trabajó con los jóvenes talentos del plantel y logró mejorar el récord del equipo. Pero todo cambió con la llegada de LeBron.
La mera presencia de LeBron exigía otra ambición, pero los Lakers decidieron no desmantelar su plantel. En lugar de realizar grandes cambios, apostaron por el crecimiento natural de sus jóvenes talentos en torno a James y reforzaron su estructura con tres veteranos: JaVale McGee, Lance Stephenson y Rajon Rondo.
El equipo tuvo un inicio irregular, perdiendo cinco de sus primeros siete partidos, un arranque previsible mientras las piezas se acomodaban en torno al nuevo sistema con LeBron como eje. Pero James comenzó a encender sus motores en noviembre, con actuaciones dominantes: 44 puntos, 10 rebotes y 9 asistencias frente a Portland, seguidos de una exhibición de 51 puntos ante Miami. En Navidad, los angelinos desplegaron todo su potencial en un triunfo frente a Golden State, una verdadera declaración de intenciones. El equipo enviaba un mensaje claro al Oeste: estaban listos para competir.
Pero justo cuando las sonrisas habían regresado al Staples Center, LeBron sufrió la primera lesión grave de su carrera. Fue el segundo momento en el que su humanidad se mostró vulnerable en su camino como profesional. Una molestia en la ingle lo marginó durante un mes y, en su ausencia, los Lakers perdieron 11 de los 17 partidos sin su capitán.
James regresó con una actuación de 24 puntos, 9 asistencias y 14 rebotes en la victoria en overtime frente a los Clippers, pero durante el resto de la temporada evidenció dificultades físicas. La franquicia había perdido su impulso y, por primera vez desde 2005, LeBron quedó fuera de la postemporada. Las Finales entre los Warriors y los Toronto Raptors fueron las primeras desde 2010 sin el crack de Akron. Sin participación en los últimos seis partidos, escribió en su cuenta de Instagram tras la confirmación de la eliminación: “¡Créanme! Les prometo, #LakerNation, que este hechizo no durará mucho más. Se los juro. La maratón continúa”.
Aunque seguía vigente, los especialistas ya no lo consideraban el mejor jugador de la liga: tanto ESPN como Sports Illustrated lo ubicaron en la tercera posición, por detrás de Giannis Antetokounmpo y Kawhi Leonard.
Durante la agencia libre, la renuncia de Magic Johnson como presidente de operaciones sacudió a una franquicia que parecía destinada al caos. Sin embargo, LeBron adoptó una postura poco común en su carrera: el silencio. Respaldó a la dueña Jeanie Buss y al GM Rob Pelinka en la construcción del equipo, consciente de que la llegada de Anthony Davis —una verdadera navaja suiza por su versatilidad ofensiva— era inminente.
Davis, quien había solicitado públicamente su traspaso de los New Orleans Pelicans, ya había firmado previamente un vínculo con Klutch Sports como agencia de representación. La trama se escribía sola. Finalmente, La Uniceja llegó a Los Ángeles a cambio de la camada de jóvenes que los Lakers habían seleccionado en el Draft —Lonzo Ball, Josh Hart, De’Andre Hunter y Brandon Ingram—, además de tres futuras selecciones de primera ronda.
La mayor virtud de LeBron, más allá de su talento y carácter, es su capacidad para analizar, entender y descifrar tanto sus propias necesidades como las de su equipo. Con 35 años y un cuerpo inevitablemente castigado tras 16 temporadas y postemporadas extenuantes, James sabía que necesitaba la ayuda de una segunda estrella para aliviar su carga ofensiva. Los Lakers, sin dudarlo, desmantelaron su proceso de reconstrucción para cumplir los deseos de su monarca. Además, señaló a Rajon Rondo y Dwight Howard como piezas clave para su causa. Y tampoco se equivocó.
Anthony Davis era el hombre ideal. Tras años de críticas similares a las que padeció LeBron en su primera etapa en Cleveland, AD decidió mudarse en busca de un anillo. “Sé lo que significa estar siete años sintiendo que no puedes superar la cima. En aquel entonces sentí que necesitaba ayuda, alguien que me empujara. Así que poder conseguirlo ahora y empujarlo a él, hacerle saber lo genial que es y que sea parte de algo especial… de eso se trata”, reflexionó LeBron —clave en su reclutamiento— durante las celebraciones en la burbuja de Orlando.
No fue el único cambio estructural en los Lakers. Sin Luke Walton, Frank Vogel aterrizó como entrenador tras una serie de negociaciones fallidas con otros candidatos. Víctima de LeBron en sus días como entrenador de Indiana, Vogel no era la primera opción de Rob Pelinka, pero James lo respaldó desde el primer día. Aunque en el pasado había rechazado asumir el rol de base, esta vez aceptó la función que le asignó Vogel y se integró por completo a la identidad defensiva del equipo. Era un año especial para LeBron, una temporada en la que buscaba redimirse tras la decepcionante campaña 2018-19.
Sin la carga física de ser la única referencia ofensiva, LeBron recuperó su versión más implacable y se convirtió en una pieza clave dentro de la fortaleza inexpugnable que construyeron los Lakers.
James promedió la menor cantidad de minutos de su carrera y su menor promedio de puntos por partido desde su temporada como novato. A su vez, lanzó más triples que nunca (6.3 intentos por partido con un 34.8% de acierto) y registró la menor cantidad de tiros libres de su historia (5.7 por juego). Estos números reflejaban la última evolución de su juego: reducir sus ataques al aro y tomar más tiros desde el perímetro para minimizar el desgaste físico. Vogel brilló en la gestión de cargas y LeBron llegó en plenitud a las Finales frente a Miami. Allí, dominó la serie y se adueñó de su cuarto anillo, junto con su cuarto premio al MVP de las Finales.
Por primera vez en su carrera, LeBron fue líder en asistencias de la NBA (10.2 por partido), un rol que asumió sin reparos. Alcanzó su punto cúlmine como pasador gracias a su visión anticipada, su manejo del ritmo de juego y su capacidad para encontrar compañeros liberados en el momento exacto. Los cuatro años de batallas contra Golden State lo llevaron a perfeccionar su toma de decisiones, obligado a reducir al mínimo sus pérdidas ante un equipo letal en transición, capaz de remontar cualquier diferencia en cuestión de segundos.
Durante la temporada 2019-20, LeBron también desempeñó un papel crucial fuera de la cancha, canalizando la voz del plantel en el conflicto con China, liderando la postergación de los partidos tras la trágica muerte de Kobe Bryant e incluso manteniendo al equipo unido durante la interrupción por el coronavirus. Fue el metrónomo de los Lakers, dentro y fuera del juego. También el alma de una ciudad, de un deporte, que necesitaba un símbolo de esperanza. Sumergidos en la tristeza, la consagración de LeBron fue luz en la oscuridad.
Para LeBron, no fue un anillo más. Adoptó la temporada como una revancha, especialmente después de que su legado fuera sometido a un escrutinio público tras cada episodio de The Last Dance. “Creo que el hecho de sentir personalmente que tengo algo que probar me alimenta. Me impulsó durante el último año y medio, desde la lesión. Me motivó porque, sin importar lo que haya logrado en mi carrera hasta este punto, todavía existen esos pequeños rumores de duda, esas comparaciones con la historia del juego… sobre si ha hecho esto o aquello”, reflexionó.
En las Finales, realizó pequeños ajustes sobre la marcha para doblegar al valiente Miami. Antes del quinto partido, detectó la estrategia defensiva del Heat en las cortinas y decidió castigarlos desde el perímetro, encestando 6 de sus 9 intentos de triple. Frente a Denver, con un Jamal Murray en estado de gracia, cambió de marca y asumió la responsabilidad de defender al imparable escolta. Durante toda la postemporada, eligió a la perfección cuándo asumir el rol de primera opción ofensiva y cuándo delegar las obligaciones en Davis.
En el quinto juego frente a Miami, Danny Green falló un triple que hubiera sintetizado, en una sola jugada, la filosofía altruista de LeBron. El Rey atrajo la atención de toda la defensa del Heat y, en un instante de genialidad, ejecutó un pase imposible para que el ex San Antonio Spurs y Toronto Raptors tuviera la oportunidad de sentenciar las Finales.
LeBron hizo historia en la burbuja de Orlando: se convirtió en uno de los cuatro jugadores en ganar un anillo con tres franquicias diferentes y el primero en recibir el premio al MVP de las Finales con tres camisetas distintas. Aunque el dato pueda parecer anecdótico, revela particularidades clave sobre su legado.
“Cuando tengas a LeBron James”, resumió Zach Lowe en ESPN, “los entrenadores serán despedidos y los jóvenes serán intercambiados para conseguirle ayuda, pero LeBron te llevará a las Finales (salvo que haya alguna lesión). No perderá en las Finales de Conferencia, no perderá en segunda ronda. Esa es la retribución de LeBron”.
James juega al básquet en una escala completamente distinta al resto de la liga, con una de las mentes más brillantes de todos los tiempos. Es el mejor jugador de la NBA y, probablemente, también uno de los GM más influyentes en la historia del juego.
En un 2020 atípico, The Last Dance y la consagración de LeBron reavivaron una discusión eterna: ¿Quién es el mejor jugador de la historia? Jordan publicó su documental en plena pandemia como una defensa de su legado, mientras James consolidaba el suyo devolviendo a los Lakers a la gloria.
Los argumentos sobran para inclinarse por cualquiera de los dos. En definitiva, toda comparación histórica es subjetiva. En términos de impacto, el récord invicto de Jordan en Finales es inigualable, así como su influencia en una NBA que cambió para siempre con Su Majestad. Sin embargo, LeBron sigue sumando argumentos para disputar un trono que parecía indiscutible gracias a su estelar longevidad.
Nothing left to prove
“En este punto de mi carrera —responde un LeBron de cuarenta años recién cumplidos— no tengo más nada que probar. Mi legado está asegurado, yo sólo disfruto del juego que amo”. James desafía los límites de lo humano: sigue siendo uno de los mejores del mundo pese a superar las cuatro décadas. Las últimas temporadas estuvieron plagadas de altibajos en unos Lakers irregulares que mantuvieron una única certeza: la vigencia incuestionable de su monarca.
Identificar el prime de LeBron es una quimera. Él mismo propuso la comparación: “A los 27 años ni siquiera conoces tu juego, ni siquiera has arañado la superficie. No tienes idea de lo que eres capaz de hacer. Así que creo que si enfrentas al LeBron de 35 años con el LeBron de 27, lo dominaría”.
A diferencia de la mayoría de las leyendas del básquet, la última versión de LeBron siempre parece ser la mejor. Si bien ya no posee el mismo atletismo de sus 27 años —especialmente notorio en la explosión de su primer paso—, su inteligencia, su lectura en ambos costados de la cancha, su capacidad de pase, su eficacia, su versatilidad, su flexibilidad, su evolución desde el perímetro y su conocimiento absoluto de todos los registros del juego lo convierten en su versión más dominante.
Su talento es imperecedero porque trabajó durante toda su carrera para que no dependiera exclusivamente de su físico. Sus ajustes son constantes, año tras año, equipo tras equipo, partido tras partido. Con 40 años y tras 22 temporadas en la liga, puede asumir roles disímiles con la misma productividad y generar un impacto determinante en su equipo.
Durante el último lustro, LeBron agigantó su figura en el olimpo NBA. Primero quebró el récord inalcanzable de Kareem Abdul Jabbar, vigente durante casi cuarenta años, como el máximo anotador de todos los tiempos, después se transformó en el primero en anotar 40.000 puntos y el 4 de marzo de 2025 se transformó en el único en alcanzar las 50.000 unidades entre la temporada regular y la postemporada.
En esta campaña también alcanzó un sueño: es el primer jugador en compartir un equipo NBA junto a su hijo. Bronny James, quien en agosto de 2023 sufrió un paro cardíaco tras haber sido diagnosticado con una cardiopatía, fue elegido en el último Draft con el pick 55 y el 22 de octubre de 2024 salió a la cancha con papá LeBron: “Jugar con mi hijo significa todo para mí. Después de haber crecido sin un padre, siempre quise estar ahí para mis hijos. Compartir una cancha con Bronny es un sueño hecho realidad”.
Los resultados fueron a contramano de su rendimiento individual. La conquista de la primera NBA Cup -donde también fue pionero LeBron- fue la única alegría que la franquicia de Hollywood sumó durante las últimas cuatro temporadas: disputaron tan solo una final del Oeste frente a Denver, cayeron en dos primeras rondas y quedaron afuera de la postemporada en 2021/22. La yunta con Anthony Davis fue estancándose con el tiempo, entre lesiones y una pasividad inédita en la gerencia que despertó las críticas del GM LeBron: “Vine acá para ganar un campeonato. Quiero ganar más. Logré lo que quería lograr. Pero todavía tengo hambre de más. Confío en que esta organización quiere lo mismo”.
En la temporada siguiente, con unos Lakers que navegaban rumbo al naufragio con un tridente complementado por Russell Westbrook, el GM Rob Pelinka tomó nota: traspasó a Westbrook por D’Angelo Russell y los Lakers alcanzaron la final del Oeste. Pero Nikola Jokic, quien tomó la posta como el mejor jugador del mundo, los barrió en la definición. Después de la derrota, por primera vez en su carrera, LeBron sembró dudas sobre su futuro: “Tengo mucho en qué pensar… Personalmente, sobre el futuro del baloncesto para mí”.
Pero LeBron no estaba listo para despedirse. En 2023/24 fue MVP del campeonato a mitad de temporada pero Denver estropeó su aventura en los Playoffs. Ya sin David Ham, su amigo JJ Redick -con quien había grabado una serie de episodios de podcast imperdibles- asumió la conducción técnica de los angelinos. Pero la sociedad con AD ya había dado todos sus frutos y el panorama no era demasiado alentador para unos Lakers obligados a competir por la incombustible presencia de LeBron.
James mostró su preocupación puertas adentro y los Lakers ejecutaron una revolución: “Hemos perdido los tres últimos años seguidos contra los Denver Nuggets en los playoffs, y realmente no teníamos nada (en el plantel) que fuera a parecer diferente al entrar de nuevo en los playoffs. Anthony Davis se quejaba de dónde le tocaba jugar y no estaba contento. Así que creo que fue positivo para ambos equipos”, explicó la presidenta Jeanie Buss esta semana.
Luka Doncic es la última apuesta de los Lakers para pelear por otro título durante la era LeBron, aunque nadie puede garantizar cuántos años le quedan a una carrera que reta a la lógica. Pese a los rumores que desató el traspaso, James resolvió cualquier duda con su exquisito manejo de los medios: “Si me preocupara, renunciaría a mi cláusula de no traspaso y me largaría de aquí. Estoy aquí ahora mismo, estoy comprometido con la organización de los Lakers. Como líder del equipo, como uno de los capitanes del equipo, es mi trabajo hacerlo lo más fluido posible (para las nuevas adquisiciones). Podemos ser lo que queramos que sea. No nos llevará mucho tiempo. Puedo jugar con cualquiera, y creo que él también. Así que trabajaremos bien juntos”. Alternándose con Doncic la conducción, LeBron podrá capitalizar su impresionante mejoría desde el perímetro: durante 2023/24 registró su año más eficaz y esta 2024/25 es su tercera mejor campaña de tres.
LeBron le está pasando el testigo, del básquet y de la ciudad, a Doncic. La nueva dupla está exponiendo sus credenciales para convertir a los Lakers en una amenaza en Playoffs y, por qué no, en un candidato. “Con LeBron, es muy importante que ceda un poco el control del balón. No estábamos haciendo que LeBron la subiera una tonelada. Pero incluso en la mitad de la cancha, solo jugando sin balón y sintiéndose cómodo con eso, creo, es enorme. Y, obviamente, sigue anotando a un nivel muy alto. Vamos a darle el balón. Cuando Luka no esté en el partido, él será el principal. ... Pero que este preparado para el tiro, todo eso, creo que ha sido fantástico”.
Los Lakers hilvanaron seis triunfos consecutivos a partir de una noche crucial ante unos Nuggets que acumulaban nueve victorias al hilo. Fue también un mensaje ante los últimos villanos de Hollywood: LeBron y Luka pueden convivir juntos: “Toda tu vida te dicen las cosas que no puedes hacer -reflexionó LeBron en reiteradas ocasiones durante su vida- Te dirán que no. Mil veces que no. Hasta que todos esos no carezcan de sentido. Y tú les dirás que sí”.