Solé y Loser, el sello argentino en la coronación de Perugia en la Champions de Europa
En la quinta temporada del rosarino en el club y en la primera del mendocino en el equipo, los italianos alzaron un trofeo del que habían estado muy cerca en seis ocasiones.
Hasta hace pocas horas, conseguir fotos de juego o de los festejos del último argentino campeón de la Champions europea de vóley masculino era una tarea frustrante. Después de bucear durante horas en Google, la sensación de desilusión resultaba inocultable. Ni siquiera había imágenes en el sitio oficial de la Confederación Europea (CEV). Era lógico: la doble consagración de Pablo Meana con el Lokomotiv Belgorod de Rusia, en 2002/03 y 2003/04, ocurrió en una época previa a la aparición de las redes sociales y a la proliferación de teléfonos móviles con buenas cámaras, inclusive.
Todo eso cambió este domingo 18 de mayo de 2025. Un rosarino y un mendocino –centrales y medallistas olímpicos los dos- resetearon la historia y llevaron la bandera celeste y blanca a la cumbre europea, como quien logra alunizar en un planeta deseadísimo.
Ahora sí hay fotos, videos en alta definición de la transmisión oficial y de todas las calidades en redes. Y hay, por cierto, un enorme orgullo del vóley argentino: Sebastián Solé y Agustín Loser se consagraron campeones de la Champions League 2024/2025 con el Perugia italiano, que rompió una larga maldición con la Orejona del vóley. También festejó otro argentino, Sebastián Carotti, el preparador físico del equipo tano: en la premiación, extendió su bandera argentina con la inscripción “Arequito”, su pueblo, aunque las letras quedaron patas arriba.
“Es la persona que más admiré en mis inicios”, contó Loser, en referencia a Solé, en la primera de las entrevistas del mendocino con Insiders. Cinco años más tarde de observarlo con devoción en cancha –Seba defendía la camiseta celeste y blanca en la Liga Mundial 2013- empezaron a compartir torneos con la Selección. Se hicieron amigos, consiguieron un bronce y, de pronto, como si el destino jugara sus cartas, llegó el retruco y se encontraron compartiendo club, mates –en el vestuario o en los viajes- y algún asadito de entraña.
En 2023/24, Perugia, uno de los equipos más poderosos del planeta, había conseguido un póker de títulos: la Superliga italiana, el Mundial de Clubes, la Supercopa y la Copa Italia. En esa misma temporada, con la camiseta de Milano, Loser fue el mejor central y el mejor bloqueador de la Superliga, en compañía del explosivo japonés Yuki Ishikawa. El mendocino y el nipón fueron los fichajes estelares de Perugia para apostar por todo y, especialmente, por la Champions, un trofeo que era un deseo y también un karma.
Su capitán, Simone Giannelli, lo dijo este domingo apenas terminó el partido, un buen rato antes de ser elegido MVP y mejor armador del Final Four: parecía haber una maldición con ese trofeo simbólico. La Orejona del vóley se rebelaba una y otra vez para Perugia. En 2016/17, el club estuvo a un paso, con Luciano De Cecco como mejor armador del Final Four: falló en la final, contra el Zenit Kazan ruso. En 2017/18 y 2020/21 fue tercero y en 2018/19, 2021/22 y 2022/23 terminó cuarto. Seis veces en semis, ninguna corona.
Todo ese lastre se evaporó, con Solé y Loser como titulares, en un partido de locos contra el Aluron CMC Warta Zawiercie polaco. Los tanos ganaban 2-0 con mucha convicción y solvencia colectiva. Sin embargo, como lo había hecho en semis –lo sufrió el Jastrzebski Wegiel que dirige Marcelo Méndez-, Zawiercie tuvo una fiereza admirable, igualó el tablero 2-2 y llevó el partido al tie-break.
Sólo que esta vez no había espacio para el milagro.
Quedarán para el recuerdo algunas acciones de Loser y Solé, con esa garra tan argentina, con esos gritos de gol después de atacar una pelota rápida por el centro o bajar la persiana con un bloqueo. O esos festejos de puntos de valor agregado con notorias puteadas en español, porque al momento de las emociones primitivas, casi salvajes, uno siempre se aferra a la lengua madre. A la de los afectos más sagrados.
Verlos revolcados de felicidad sobre el piso de la cancha de Lodz, Polonia, fue un puente hacia el bronce en los Juegos de Tokio. Loser, en su versión alocada, esta vez animó un pogo del descontrol, apenas pasó el saludo con el rival. Y guardará para siempre el video en el que tiene la Champions en sus manos, ya en el vestuario, al lado de Giannelli, el más buscado por la cámara.
Más allá de cierto sentimiento chauvinista, vale contextualizar el valor de contar con dos voleibolistas argentinos entre los titulares de un equipo de una excelencia casi insólita. El término no es antojadizo. Por la punta, el equipo que dirigió Angelo Lorenzetti tenía tres jugadores tan virtuosos que los rotaba según la competencia: Oleh Plotnytskyi era casi inamovible, mientras que el polaco Kamil Semeniuk iba de arranque en la Superliga italiana y el japonés Ishikawa aparecía como titular en la Champions. El nipón sumó 20 puntos en la semi del viernes y otros 20 este domingo, para abrazarse a la Orejona. Ese poder de fuego resignaba Perugia, al menos de entrada, en la Superliga.
Y merece destacarse que son poquísimos los argentinos que juegan en la Superliga de Italia y la Plus Liga polaca, los dos mejores torneos del mundo, y son menos incluso los que integran clubes con aspiraciones de alcanzar una Champions. Así de difícil o complejo es que ocurra lo que ocurrió.
Dupla afianzadísima
A principio de temporada, Solé y Loser debían luchar por el puesto con Roberto Russo, central de la selección italiana, que debió pasar por el quirófano en febrero último por una hernia discal. Con Russo fuera de acción, los dos argentinos pasaron a ser determinantes para un equipo prodigioso y talentosísimo.
Giannelli, brutalmente bueno como armador y estratega, pero también al saque y en bloqueo, es el termómetro del equipo. Fue, además, el MVP de la Champions. El tunecino Wassim Ben Tara, un opuesto de lujo, es una espada filosa y rendidora. Y el veterano Massimo Colaci, un líbero que es absoluta garantía. Más unos cuantos suplentes que pueden cumplir un rol clave, como el cubano Jesús Herrera, dueño de un saque bestial.
Sin embargo, Perugia había hecho agua en su primera gran ambición, al caer en semifinales de Superliga de manera casi inexplicable: había ganado sus dos primeros partidos de la serie y perdió los tres siguientes, incluidos dos como local. A un club con un presupuesto que es una montaña de euros sólo le quedaba un camino para salvar su temporada: el Final Four de la Champions.
En el tie-break de la finalísima, cuando las papas quemaban, los argentinos pusieron la cara. También el corazón. Loser, que terminó el partido con 11 puntos, sumó tres tantos fundamentales en el inicio del quinto capítulo: ataque (2-1), bloqueo (5-1) y otro ataque (6-2). Fue, además, el mejor bloqueador de la cancha, con cinco, muy despegado del resto. Solé, que cerró su planilla con cinco puntos, tuvo dos acciones quirúrgicas en el momento exacto del set de la gloria: un bloqueo (8-5) y un ataque (9-6). Aunque el rival opuso una resistencia de acero, primero Ben Tara, desde el saque, y luego Ishikawa y Plotnytskyi machacaron por la punta para abrir paso al delirio. La última pelota, que volvía una y otra vez del campo contrario, fue la metáfora perfecta de la resistencia polaca.
Tan futbolizados como estamos, en esta tierra muchas veces cuesta dimensionar ese milagro que es el deporte argentino. De esa cantera inagotable salió un rosarino de 33 años que ya había ganado dos veces la Superliga de Italia y la misma cantidad de Mundiales de Clubes, además de alzar en cinco ocasiones la Supercopa y en dos la Copa Italia. También, un mendocino de 27 años que ya había sido campeón mundial Sub 23 y sudamericano de Mayores y acumulaba una montaña de premiaciones individuales en los máximos torneos internacionales de selecciones y clubes, como contamos en Insiders.
Como dupla de centrales, con la celeste y blanca ya habían conocido el Olimpo colgándose el bronce en los Juegos 2020+1. La fórmula del éxito volvió a funcionar en la Champions, esa que parecía un karma para el Perugia y cuyo maleficio se hizo pedazos justo hasta la temporada en la que confluyeron esos centrales que comparten el mate y, de vez en cuando, un asadito de entraña.