La última chance
La incorporación de Jimmy Butler a Golden State Warriors revitalizó a una franquicia que acertó con el nuevo socio de Stephen Curry y se ilusiona con el quinto anillo de su dinastía.
Stephen Curry llora ante los ojos del mundo. Es la noche del 27 de marzo de 2024 y Golden State Warriors, la última dinastía de la NBA, afronta desafíos inéditos: acostumbrados a ser candidatos al título, ahora luchan partido a partido por uno de los cuatro puestos para el Play-In. El paso del tiempo es inevitable y aquel Big Three parece víctima del calendario. El rival es Orlando Magic pero es lo de menos: el enemigo está en casa. En el cuarto minuto del primer cuarto, Draymond Green recibe una doble falta técnica en un intercambio verbal con uno de los árbitros y se va expulsado.
Es una sanción más en una campaña en la que había sido suspendido por cinco encuentros tras ahorcar a Rudy Gobert y de forma indefinida después de golpear en la cara a Jusuf Nurkic. "Este resultado tiene en cuenta el historial repetido de actos antideportivos de Draymond Green", advirtió la NBA mediante un comunicado en el que anunció que el pivote tendría que cumplir con “ciertas condiciones de la liga y del equipo antes de volver a jugar”. Como consecuencia de la penitencia, Steve Kerr perdió por 16 juegos a uno de los pilares sobre los que se habían construido los mayores éxitos de su franquicia.
Las lágrimas de Curry son el reflejo de su frustración. Sumergidos en la mediocridad de una travesía con más derrotas que triunfos, todo depende del 30 y Steph cumple: anota los últimos cinco puntos y sentencia cualquier ilusión de Orlando con otro triple para su registro mágico. Después de la euforia, después de su clásico night-night con el que pone a dormir a sus oponentes, Curry va al banco y descarga su enojo con una silla.
“Todo lo que diré es que lo necesitamos”, se desahogó Curry tras el partido. “Él lo sabe. Todos lo sabemos. Así que lo que haga falta para que esté en la pista y disponible, eso es lo que tiene que pasar. Especialmente a estas alturas del año. Sabemos lo importante que es esta parte de la temporada y nuestra capacidad para agarrar ritmo y asegurarnos la oportunidad de jugar la fase final. No queremos autoinfligirnos heridas cuando se trata de eso”.
El año terminó en naufragio. Golden State arañó la clasificación al Play-in con el décimo puesto del Oeste pero quedó eliminado en el primer cruce ante Sacramento Kings. Días después de celebrar sus 36 años, la sensación era universal: los Warriors estaban desaprovechando la vigencia extendida de un Curry que, como LeBron James, desafía las leyes y los límites de la lógica deportiva.
La gerencia de Golden State no conseguía descifrar el rompecabezas para potenciar al epicentro de su franquicia. La partida de Kevin Durant a Brooklyn Nets y las lesiones de Klay Thompson atentaron contra su protagonismo. Con Klay recuperado tras la rotura de los ligamentos de la rodilla y el talón de Aquiles, la temporada 2021/22 fue el último baile de los Splash Brothers: la recuperación de Thompson impulsó a unos Warriors que conquistaron el cuarto anillo de su era dorada en unas finales inolvidables ante Boston Celtics. La consagración, con Steph MVP de las finales, tenía aroma a despedida.
Efectivamente fue un fin de ciclo. Thompson ya no era el mismo, Green se repetía en sus irresponsabilidades y hasta la pizarra de Steve Kerr fallaba en los momentos límite. Los experimentos no funcionaban y la actual temporada parecía repetir el desenlace después de un arranque sorprendente de 12 triunfos en 15 encuentros. El guión era idéntico al de las últimas decepciones: Curry mantenía su nivel MVP pero la incorporación de Dennis Schroder no le imprimía una nueva dimensión a su dinámica. “Estamos en una situación casi imposible. Estamos en el ocaso de una era dinástica en la que, haga lo que haga el equipo, va a ser difícil”, expuso un sincero Kerr ante los medios.
El colapso fue pronunciado: entre el 23 de noviembre y el 6 de febrero registraron un récord patético de 13 victorias y 23 derrotas. Puertas adentro todo era desencanto: “Me vuelvo loco después de algunos partidos -confesó Kerr-. Pierdo la cabeza y me vuelvo loco en el vestuario. Nadie lo ve, pero rompí un portapapeles y le he dado algunos golpes de puño a la pared. Me enoja. Lo mismo le pasa a Steph y a Draymond. Odiamos perder, no estamos acostumbrados”.
En la era de las estrellas empoderadas que gestionan su futuro a voluntad, Curry es una figura diferente. Seleccionado por Golden State con el séptimo pick del Draft 2009, las lesiones que sufrió en su tobillo durante el inicio de su carrera sembraron el escepticismo alrededor de su futuro. Pero fue entonces cuando Golden State apostó por él con una extensión por cuatro años a cambio de 44 millones de dólares. Fidelidad con fidelidad se paga: con la certeza de que el reloj se agota, cualquier otro astro de su jerarquía hubiera forzado su traspaso para buscar una última chance de ser campeón en el ocaso de su carrera.
Pero Curry es diferente: sentado en el vestuario después de caer ante Toronto Raptors en una fría noche de enero en Canadá, con su franquicia estancada en un registro negativo de 19 triunfos y 20 derrotas, sorprendió al mundo con su reflexión: “Hay una responsabilidad de mantener la franquicia en un buen lugar (a largo plazo). Si hubiera una situación que tuviera sentido para nuestro equipo, estoy seguro de que la conoceríamos. Así es como siempre hemos operado”. La frase encarnaba una anomalía: Steph no pretendía que su gerencia hipotecara su futuro para encauzar su presente. Ante las críticas públicas por su supuesta falta de ambición, Curry aclaró su postura: “Cualquiera que piense que estoy bien estando en un equipo de básquetbol mediocre está loco”.
Entonces apareció la oportunidad. Miami era el lugar en el mundo del díscolo Jimmy Butler hasta que dejó de serlo. La simbiosis entre la cultura que Pat Riley fundó en el Heat y la personalidad de Butler era perfecta. "Digan lo que quieran, pero la forma en la que trabajan, me acoge. Porque para prosperar acá, tenés que tener una ética de trabajo de locos. Y no es para todo el mundo. Spo lleva una camiseta que dice literalmente: ‘Esto no es para todo el mundo’. Y no lo es. Pero es para mí”.
Después de vestir las camisetas de Chicago Bulls, Minnesota Timberwolves y Philadelphia 76ers, un Miami que despedía al mito Dwayne Wade apostó por Butler como digno sucesor de su linaje. Jimmy se transformó en el símbolo de la ciudad y lideró a la franquicia a dos finales NBA: en la burbuja de Orlando cayeron ante Los Angeles Lakers de LeBron James y en la campaña 2022/23 sucumbieron ante los Denver Nuggets de Nikola Jokic. La temprana eliminación de la última postemporada, una derrota en cinco partidos ante Boston Celtics en la primera ronda del Este, fue el principio del fin.
Butler no sumó siquiera un minuto ante el último campeón de la liga: sus apariciones fueron únicamente con mensajes en las redes sociales. "Si no estás en la cancha jugando contra Boston o contra los New York Knicks deberías mantener la boca cerrada", disparó Riley en una conferencia de prensa en la que explicó los motivos detrás de su negativa a extender el vínculo con el alero de 35 años. "Es una decisión importante de nuestra parte comprometer ese tipo de recursos a menos que tengamos a alguien que esté allí y disponible todas las noches”, argumentó Riley tras desestimar la extensión por dos años y 113 millones de dólares.
Para Butler fue una traición. La relación estaba quebrada. El Padrino, dueño de un anillo como jugador, seis como entrenador y dos como ejecutivo, no perdona. Miami marchaba sexto en el Este cuando Shams Charania, uno de los comunicadores que anticipa los movimientos de mercado incluso antes que los protagonistas los sepan, publicó en su cuenta de Twitter uno de los mayores bombazos del último mercado: Butler quería que lo traspasaran antes del deadline del 6 de febrero.
Horas más tarde, Miami sancionó a Butler por abandonar una práctica: "La suspensión se debe a un patrón continuo de incumplimiento de las reglas del equipo, participación en conducta perjudicial para el equipo y retención intencional de servicios". Pese a la polémica, Riley descartó la partida de Butler mediante un comunicado: “Normalmente no hacemos comentarios sobre rumores, pero toda esta especulación se ha convertido en una distracción para el equipo y no es justo para los jugadores y entrenadores. Por lo tanto, lo dejaremos claro: no vamos a traspasar a Jimmy Butler”.
“Quiero ver cómo recupero la alegría jugando al básquetbol. Sea donde sea, lo sabremos aquí muy pronto. Soy feliz aquí fuera de la cancha, pero quiero volver a ser algo dominante”, contestó Butler. Las negociaciones fueron complejas. Jimmy había elegido sus posibles destinos y los rumores eran infinitos: el más preocupante para sus licitadores era su teórica negativa a extender su vínculo más allá de la próxima temporada.
Con las negociaciones atascadas, Jimmy modificó su postura y Golden State capitalizó la oportunidad: entregó a Andrew Wiggins a Dennis Schröder, a Lindi Watters III y a dos picks -uno protegido de primera ronda y uno de segunda ronda de 2031- en una operación a cinco bandas que involucró a Utah Jazz, Detroit Pistons y Toronto Raptors.
Golden State encontró en la rebeldía de Butler una oportunidad. Sin hipotecar su futuro, sin dinamitar su presente ni condenar a los Warriors al ostracismo en el día después de Steph, Steve Kerr recibió un nuevo catalizador para construir una última chance para una era inolvidable. Un mes después de su incorporación, los Warriors escalaron hasta el sexto puesto en el Oeste con una racha vigente de 12 triunfos y apenas dos derrotas -solo una de ellas con Butler en cancha-. Su impacto fue inmediato, una revolución que transformó al conjunto de San Francisco en un rival de temer.
“Quiero ganar. Quiero ser competitivo. Eso no significa que vayas a ser el favorito para ganar un campeonato. sólo quieres tener una situación en la que puedas estar en la conversación. eso es lo que todos queremos. Es lo que todos merecemos”, había reflexionado Curry en las horas previas al aterrizaje de Butler. Y Golden State está nuevamente en esa conversación: Oklahoma City Thunder y Cleveland Cavaliers son candidatos naturales, Nikola Jokic es una presencia permanente con sus Denver Nuggets gracias a sus credenciales como el mejor jugador del mundo y el traspaso de Luka Doncic a Los Angeles Lakers revitalizó al Rey LeBron pero unos Warriors con Steph, Draymond Green enfocado y Butler tiene recursos para competir por el anillo.
“Sinceramente -de la forma más humilde posible- encajo bien en todas partes”, aseguró Butler después de sumarse a la disciplina de Steve Kerr. “Voy a jugar al básquet de la manera correcta. Mucha gente acá lanza muchos triples, y yo no voy por ahí tirando un montón. Voy a hacer lo que hago porque lo que hago ayuda a los equipos a ganar. Voy a defender, a conseguir algunos robos, a ir a la línea de libres y voy a acertar mi tiro abierto. Aquí me quieren, y aquí es donde quiero estar. Veo mi papel más claro que nunca. Aquí todo el mundo conoce su papel, saben dónde tiene que ir la pelota y en qué momento del partido. Eso marca una gran diferencia”.
Butler no necesitó adaptarse a la nueva dinámica. Debutó el 8 de febrero ante Chicago Bulls y Golden State perdió un único encuentro con él dentro del parquet. En su última participación ante Portland Trail Blazers registró un hito que denota su versatilidad: fue el primer jugador de Golden State en conseguir un triple doble en 2024/25. “Su adaptación fue sin fisuras -explicó Kerr- y se debe a la inteligencia de Jimmy. Tiene un increíble sentido del juego. Todo lo que tuvimos que hacer fue darle algunas de nuestras jugadas”.
Draymond Green, quien aparenta haber domado su furia y volvió a asumir el rol de ancla de una de las mejores defensas de la NBA, reconoció el aporte de Jimmy a la mentalidad del plantel: “Desde que Butler está acá, entramos en cada partido pensando y creyendo que vamos a ganarlo. Y eso es muy importante en esta liga. Cuando entras en un partido pensando: 'Probablemente vamos a perderlo', no es bueno. Él ha traído de vuelta esa fe. Y creo que vamos a ganar el campeonato”.
Butler potenció la identidad ya afianzada de Golden State y abrió una nueva e imprescindible dimensión a su ataque. Antes de Jimmy, los Warriors habían construido certezas alrededor de una defensa de élite pero se estancaban con Curry como única vía de anotación y sufrían cuando su líder descansaba. En la racha inicial de doce triunfos en quince partidos, Golden State era el quinto peor ataque cuando Steph descansaba: el net rating ofensivo era de casi doce puntos menos sin el 30.
Aunque la muestra todavía es breve, Butler modificó la realidad y alivió la presión sobre la carga permanente que sentía su única garantía ofensiva: “Las estadísticas lo dicen todo -argumentó el propio Curry-. Es totalmente diferente a lo que era antes, donde sentías un poco de presión para crear una diferencia en el marcador porque estábamos tratando de llenar los huecos que quedarían en los minutos siguientes”. La revolución también rejuveneció al Chef: aumentó en siete puntos su producción goleadora, un crecimiento que lo llevó convertirse en el segundo máximo anotador de la liga desde el último 8 de febrero, con una precisión histórica que roza el 50% de cancha, supera el 40% de tres y pulveriza el 90% desde la línea.
Jimmy es combustible permanente para su entramado ofensivo, ya sea como principal responsable mientras Curry descansa o como complemento perfecto de Steph. Su arsenal de recursos ofensivos, suplementarios al bombardeo perimetral del mayor tirador de la historia, encaja a la perfección en cualquier esquema. No necesita tener la pelota en sus manos ni pretende ser el epicentro del sistema.
Sus movimientos permanentes sin el balón, sus cortinas y su interpretación del juego le permiten identificar las ventajas que se construyen sobre la marcha en el campo. Es una navaja suiza: puede resolver en el uno contra uno con la pelota en las manos, castigar en el pick-and-roll con Curry, Green o Brandin Podziemski como pareja, recibir cortando hacia el aro o convertirse en un eslabón más en el continuo movimiento de la pelota que siempre identificó a los Warriors -GSW es el equipo con más asistencias en la liga desde febrero-.
Butler aún no se reencontró con su eficacia y. sus porcentajes son sostenidamente inferiores a sus cifras en Miami: está encestando el 45.6% de cancha y apenas el 20% de tres puntos. “Encuentra su momento cuando el balón está en movimiento. Creo que podemos hacer un mejor trabajo para que se involucre si no dejamos que el balón se atasque al principio de las posesiones. Si puede conseguirlo en la parte final de una posesión, después de que se haya movido tres o cuatro veces, es imparable en conducción y crea mucho para sus compañeros de equipo. No estaba involucrado, no participaba, y eso es culpa nuestra como equipo. Tenemos que mover la pelota, con fluidez y ritmo. Aún estamos trabajando en ello, pero me encanta cómo encaja Jimmy aquí. Es perfecto al lado de Steph y Dray, y eso se nota”, analizó Kerr tras una victoria ante Charlotte Hornets en la que anotó apenas seis puntos.
Kerr rediseñó su clásico small ball con la inclusión de Butler junto a Curry, Green, Podziemski y Moses Moody. Además de su innovación ofensiva, el quinteto representa una fortaleza en defensa con una formación que le permite defender a prácticamente todas las variantes en el espectro posicional. Jimmy también le permitió al coordinador defensivo Jerry Stackhouse manejar diferentes variantes, aplicar una mayor presión en zona y patrullar los diferentes escenarios con cuerpos versátiles capaces de defender guardias e internos gracias a su altura, su rigor físico y su velocidad. Golden State lidera la NBA en robos, se ubica en la sexta posición en desvíos y undécimo en tapas.
El radical cambio en ambos costados de la cancha es evidente. “Estoy arrepentido -sorprendió Green cuando le preguntaron si estaba convencido sobre las chances de sus Warriors en la lucha por el título-. Dije que creo que vamos a ganar un campeonato, pero mentí. Vamos a ganar el campeonato”.
Casi me asustan che! Que llego tarde jajajja